Los “héroes” de Carmen Pellicer
Como anunciábamos en nuestro blog, Carmen ha escrito una columna en el número de agosto de 21rs que hace referencia a “Kamiano y yo”. Os invitamos a sacarle todo el jugo posible a estas sabias palabras de esta gran pedagoga.
En las últimas semanas veraniegas he aprovechado para hacer zapping a través de los programas infantiles y juveniles de la tele… Acabo de ver ‘las supernenas’, tres crías de personalidad adolescente, y con superpoderes que utilizan aleatoriamente, unas veces para bien y otras por capricho, celos o simplemente por hacer rabiar al profesor, un adulto inmaduro y despistado que, cual Geppeto moderno, quiere crear la hija perfecta pero por exceso de ingredientes se multiplican por tres. ‘Super, fashion y muy pink, inspiradas en los ángeles de Charlie’, como dice su creador, combaten al malo que también es producto del laboratorio del profesor. Tienen 6 años, así que deben ser una propuesta entre la colección de héroes y heroínas para la infancia de esa edad que pululan por los espacios virtuales.
Me impresiona cómo se presenta a los adultos en los nuevos relatos infantiles con una imagen de gentes inmaduras, inestables, emocionalmente desequilibrados y sexualmente salidos, especialmente a los varones, mientras los protagonistas, los pequeños, les tiranizan de forma arbitraria y caprichosa. Cuando los niños crecen necesitan conocer referentes adultos que tengan fuerza suficiente para servir de modelos en los procesos construcción de la identidad. Que les ayuden a entender la vida a medida que van creciendo. A veces son encuentros personales, otras son los relatos que seducen su imaginación.
Escribir el cuento de ‘Kamiano y yo’ ha sido una experiencia sorprendente, porque ha generado una oportunidad maravillosa para compartir con buenos amigos una ilusión, una inquietud de buscar las palabras para traducir la vida del santo de Molokai a los niños y los no tan niños de hoy. La gente se acerca y nos escribe agradeciendo la historia que les ha permitido narrar a sus pequeños las peripecias de un gran hombre que dio su vida con apasionada fidelidad al evangelio. Volví a ver Molokai, la película que recordaba de niña, junto a otros relatos de ‘vidas ejemplares’, donde los buenos eran muy buenos y los malos eran muy malos, y el bien siempre triunfaba aunque fuera con dificultades. Puede que ese maniqueísmo tan simple no siempre sea real, pero una piensa que a los seis años mejor sería que estimuláramos el deseo de sacar lo mejor de cada uno y rechazar el lado oscuro, en vez de proyectar los traumas de adultos que nunca aprendieron a madurar.
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