Kamiano

En Algodonales, junto a Antonia Cordero

Pasamos un domingo de Pentecostés realmente hermoso, en familia, con amigos, con la gente de siempre en Algodonales. Allí transcurrió la presentación de “María, la primera en armar lío”, pero sobre todo nos encontramos, compartimos, reímos, cantamos, rezamos, compartimos mesa…

Luego, antes de retornar a Barcelona, tuve la oportunidad de conocer un poco más de cerca todo lo que hay detrás de un programa de televisión y el trabajo de personas, como Pilar, una de las montadoras, que hacen una tarea eficiente, oculta, callada pero fundamental.

En la sede central de Canal Sur TV

En medio de todo ellos, Susana Herrera, detrás y delante de la cámara, la misma persona agradable, comunicativa, atenta, que va entregando corazón con cada encuentro, con cada persona. Ella se colocó sin problema las “orejas verdes” de María durante la entrevista que me hizo para su programa “Testigos hoy”, que lleva emitiéndose más de 25 años en Canal Sur TV. Susana escucha, sonríe, cocina, atiende a sus hijos, Álvaro y Gabriel, en plena sintonía con Andrés, su marido, en un hogar franciscano en el que anidan los pájaros, se hacen los deberes, se comparte la jornada y se sintoniza con los que sufren. De hecho, nuestra amiga vive rodeada de unos amigos muy especiales, a los que llama, cuida, visita e incluso ha formado un grupo de confirmación en la Parroquia de Ntra. Sra. de Belén de Tomares. Los llama cariñosamente sus “trasplantados”. Los que han tenido otra oportunidad, los que siguen viviendo gracias a la generosidad de otros, los que acogen valientemente la apuesta por la vida.

Con Susana Salas y Patxi V. Fano

José Andrés vive en la familia de Susana y en otras familias. En la casa familiar está el rinconcito con las fotos del pequeño que salvó la vida a otros niños. Y que ha cambiado la vida de su madre, de su padre, de sus hermanos para siempre. Susana aprovecha el instante, cada momento para seguir repartiendo vida. De ahí que el bar, que se asemeja al de un hospital, de la sede de Canal Sur, probablemente sea también lugar de escucha, diálogo y brindis por la vida con la presencia de personas como ella o nuestro querido Salva Gutiérrez Galván, con esa sonrisa salpicada de inteligencia y buen hacer.

Con Javier y Sara

Susana, la que prepara bodas de plata en medio de una jornada sin respiro, la que facilita el trabajo en casa, en la tele y que detrás de los focos sigue siendo protagonista de una historia de generosidad y amor que ha sabido asumir, proyectar y, sencillamente, seguir viviendo y ayudando a vivir.

Susana acogedora, pronto de una niña bielorrusa, biógrafa de ejemplos como los del hermano Isidoro, el Padre Patera, y, sobre todo, de José Andrés. Muy presente en su compromiso, en su memoria y corazón de madre.

Con el Padre Patera

A Susana le ha pasado algo. Me parece que el Espíritu la ha trastocado. Mejor, la ha “trasplantado”. A ella la vida le cambió el corazón por uno nuevo. El suyo se quedó paralizado un día cuando grababa en la iglesia del Salvador y la avisaron de aquel terrible accidente. Y del “trasplante” ha surgido una nueva Susana, más profunda, comprometida, atenta, de sonrisa sin medida, como esas fotos y mensajes tan simpáticos que cada día, bien temprano, inundan las redes sociales, como invitación a aprovechar cada jornada, porque “esa ya no vuelve”.

Con Andrés, Álvaro y Gabriel

En este pequeño texto, que bien podría ocupar uno de los capítulos de “Orejas de colores”, me gustaría terminar con una oración, porque el encuentro con Susana te hace, irremediablemente, rezar y dar gracias.

No me atrevo, Señor, a pedirte un trasplante,

porque me da miedo el dolor.

Sé que necesito un corazón nuevo

para poder amar mejor.

Descubro que mi corazón no es para mí

sino para compartirlo.

De eso saben más

tantos trasplantados,

nuestros hermanos trasplantados,

que sonríen nuevamente

por la generosidad de alguien

que valientemente donó su corporalidad.

No me atrevo, Señor, a pedirte un trasplante,

Hazme, sin embargo, parecerme a esas personas buenas

que inundan el mundo de vida,

como el pequeño José Andrés,

en esa fotografía con alas

que vuela en el rincón del dormitorio de sus padres,

que les sigue haciendo soñar

y respirar vida.

No me atrevo, Señor, a pedirte un trasplante.

De eso sabe bien Paco,

que ahora celebra sus bodas de plata.

De eso sabe bien Susana,

porque es muy dura la existencia

cuando hasta el alma se trasplanta

por la pena, el frío y la oscuridad,

y ese pasillo gélido del hospital.

No me atrevo, Señor, a pedirte un trasplante.

Cambia mi corazón

y haz que lata al ritmo de la gente grande.

Y si alguna vez se desacelera,

que las lágrimas de vida

despierten mi adormecimiento

y comience nuevamente a vibrar,

como le sucede a Paco, a Susana o Andrés.

No me atrevo, Señor, a pedirte un trasplante.

Gracias por tantos trasplantados

que me hacen creer,

que me ayudan a crecer,

que me hacen decir “amén”.

Fernando Cordero ss.cc.

Con nuestro amigo Salva Gutiérrez Galván

Rodeada de amigos en Algodonales

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