Añoranza del maestro
La figura del maestro parece haber desaparecido del mapa. Era en el pueblo no sólo el que enseñaba las primeras letras sino el que abría en aquellas aldeas perdidas en el campo y la montaña a un mundo desconocido detrás de los mapas y las fechas de la historia, cuando no había televisión y apenas cine. Figura respetada y a veces amada, no sólo instruía, sino que enseñaba a vivir y amar a los libros.
Hoy hasta el término de “maestro” está devaluado, y sustituido por el de “profesor”. Todo un símbolo, porque el profesor se especializa en una disciplina: gramática, geografía, inglés, matemáticas, y el alumno pasa por muchas manos eruditas, pero rara vez por las de un auténtico educador que transmita no sólo saber sino sabiduría. Escribe el poeta Jaime Sabines: “Como ahora no hay maestros ni alumnos, el alumno preguntó a la pared: ¿qué es la sabiduría? Y la pared se hizo transparente”.
Afortunados vecinos de Conil, que cuentan con esculturas no ausentes del buen gusto como suele ser la norma general en el arte actual.
Valioso y entrañable post, que nos hace recordar, cuánto y cómo queríamos y apreciabamos a nuestros maestros y maestras