Movimiento de profesionales cristianos
No nos sabemos marchar
15 y 16 de octubre de 2022
“No nos sabemos marchar” . Con este eco comenzamos nuestra comisión de inicio de curso el pasado 15 de octubre en la casa que los hermanos de la Salle tienen en Madrid. Son palabras que hablan del profundo sentir comunitario de militantes a quienes les separa, en el menor de los casos, cientos de kilómetros y que viven con radicalidad creyente –desde la raíz- su compromiso en la cultura y el mundo profesional. Nos encontramos las diócesis de Zaragoza, Mérida-Badajoz, Bilbao, Madrid, Canarias y Palencia y también tuvimos presente, aunque desde la lejanía, a las diócesis de Mallorca, Valencia y Zamora. Fueron horas intensas de escucha, diálogo y reflexión. Tiempo de hondura y contemplación para entrever a un Dios que grita ser desvelado en los ambientes de nuestras profesiones: administración pública, enseñanza, empresas, sanidad, servicios sociales, etc.
Nos descubrimos movimiento VIVO; pendientes de las fórmulas que nos nutren, nos relacionan más y mejor y nos hacen crecer. A impulsar estas tareas se han ofrecido, de modo especial, las nuevas personas que integran el equipo permanente. Personas dispuestas a brindar su tiempo y lo que son para que otros tengan “más vida”. Vida como la que encontró la Samaritana; agua que no genera sed. Alberto de la diócesis de Canarias es el nuevo ecónomo, desde Madrid Luisa asume la secretaría y la palentina Leti la presidencia. Siguen acompañados por Pepe, el consiliario, y en este primer curso por todo el anterior equipo -Carlos, Miguel y Rober-
FECUNDOS, así nos revelamos; logramos materializar el trabajo de los tres anteriores cursos. Con la ternura que se tiene con un hijo, arropamos las páginas recién sacadas de las imprentas de PPC y que llegaron a nuestra comisión de la mano de Fernando Rivas. Presentamos nuestro libro al que dimos el nombre de PROFESIÓN Y ECOLOGÍA INTEGRAL: RETO Y PASIÓN. Presentación libroEn él ofrecemos una mirada crítica y propositiva al momento actual, marcado profundamente por la crisis energética y la covid-19. Ofrecemos opciones que gritan que un nuevo modo de vivir es universalizable y, sobre todo, felicitante. Como madres y padres primerizos estamos deseando pasear con él por cuantas diócesis/salas quieran y escuchar que es tan guapo como nosotros lo vemos.
De la mano de Galo Bilbao, militante de la diócesis que también le acompaña en el apellido, nos reconocimos como movimiento ATENTO. En los próximos tres cursos queremos prestar atención a nuestra realidad, tener cuidado. Nos planteamos en este trienio, bajo el lema DE LA VULNERABILIDAD A LA CUIDADANÍA visibilizar la vulnerabilidad inherente a cualquier persona (la enfermedad, la muerte…), desvelar las situaciones, que no a pocas personas, convierte en vulnerados (sobreexplotación de recursos, fracaso escolar, precariedad del empleo… ), celebrar las actitudes/conductas que cuidany podemos ejercer en nuestra profesión, formarnos en doctrina social de la Iglesia, encontrarnos con un Dios vulnerable y cuidador y construir, no como francotiradores sino haciendo camino y proceso con otros, una ciudadanía desde los cuidados. La motivación para mantener la atención no nos falta, nos acompaña el Maestro.
Sin ningún pudor pudimos mostrarnos FIESTEROS. Nos va la fiesta a los tres grandes bloques de militantes que conformamos el movimiento; a los recién graduados que andan buscando o explorando los primeros trabajos, quienes ven cerca el retiro profesional desde un lado u otro de la barrera y aquellas que están en un momento de madurez profesional, que no por ello sereno. Pudimos celebrar con mayúsculas en la eucaristía, experimentamos el pan que alimenta y se reparte en la vida y servicio de las tres personas que nos han acompañado en los últimos años como equipo permanente. Les agradecimos su compromiso y entrega en este tiempo vivido de especial fragilidad, cuando las pantallas suplían a los encuentros y la incertidumbre a la programación. Lo tenemos claro, cada “copa” con ellos siempre será la “penúltima”.
Aun con todo y para finalizar, aprovechando que era ya domingo, nos pusimos en modo MANITAS y nos dimos ala tarea de organizar la casa. Dimos rienda suelta al estropajo, al aspirador, a la lavadora y a la plancha. Las acciones para tratar de extender y consolidar nuestro movimiento fueron delimitadas ¡Compartir el gran tesoro que llevamos en el barro que somos nos ilusiona profundamente! Fueron muchos los aplausos y los likes para agradecer la disponibilidad de Jesús Salas de Badajozpara gestionar e impulsar nuestra web y redes sociales. Concretamos en qué queríamos gastar nuestro presupuesto, en el calendario anotamos fechas y precisamos cómo íbamos a motivar a la celebración del 75º aniversario de la JEC -nuestro hermano menor a pesar de que nos supera en edad.
La comisión de inicio fue el pistoletazo de salida para un curso que promete ser de cuidado.
22.08.2022
Chipiona, la playa y el cardenal
Agosto vuelve a hacer posible la estancia en este lugar tan grandioso como sencillo, en el santuario de Regla. Me encantan las playas a las que suelen ir la gente de Extremadura, Andalucía, y de otros lugares de España. Este año he estado con mi familia unos días en Punta Umbría, ahora estoy en Chipiona. Conozco también la Antilla, el rompido… Seguro que se pueden sumar muchas otras. Me diréis que qué tienen de especial estas playas y que porqué las ensalzo, intento explicarlo. Hoy al salir a la orilla, tras un baño relajante, me encuentro con el cardenal Ayuso que iba entrando a darse un remojón, como cualquier cristiano – o musulmán me diría él, que para eso es prefecto del dicasterio para el diálogo interreligioso en el Vaticano-. Su comentario, al encontrarnos y decirle que el agua estaba buenísima, fue este: “Aquí todo está fenomenal, todo está en su sitio y hay de todo”.
Me explicaba como por su ministerio viaja por todo el mundo, conoce realidades muy distintas y diversas, y aquí en esta realidad, esta pequeña playa él contempla lo que llamaría un microcosmos. Él observa todo: las limpiadoras, cocineras, los frailes del convento, el albañil, el vendedor de los camarones, los de la cruz roja, familias completas repleta de niños, abuelos, padres, las personas con limitaciones de movilidad, algún joven, religiosas, cuidadores de la playa, protección civil, hasta el de los helados y las bebidas fresca que pasa por la arena con dificultad y lleva algo refrescante a los ciudadanos en sus sombrillas, incluido el de los cupones que va gritando: “yo sé que no va a tocar, pero y si toca, qué coraje te va a dar…”. Reflexiono y me pregunto qué es lo que hace de estos lugares ese microcosmos saludable del que habla el cardenal. Considero cuatro calificativos oportunos: saludables, familiares, inclusivas, asequibles y fraternales.
Playas de salud: muchas de las personas que están por aquí lo hacen por razones de salud, la riqueza del yodo, las aguas, la luz de esta playa hacen que sea única para recuperarse y ser recomendada por los profesionales de la salud. Eso hace que descubras a muchas personas que se les ve que vienen a cuidar su cuerpo, a pasear por la playa, así ves personas de todos los tipos y cuerpos de todas la medidas y situaciones. Tal como es la realidad.
Playas de la familia: Es impresionante, ver a las familias completas, así tal como suena. Me encanta ver a los abuelos en el centro, a los padres organizando las sombrillas al llegar, a los jóvenes corriendo y jugando deportivamente, a los niños recreándose en la orilla, con la arena. Una armonía familiar que celebra la vida y que lo hace con lo extraordinario del descanso de dedicarse todo el tiempo todos a todos.
Playas de la inclusión: El santuario está cerca de una entrada accesible para los que tienen alguna discapacidad. Ahí son privilegiados los paralíticos, los ciegos, todos los que tienen alguna limitación, pero lo son rodeados de los suyos.
Playas asequibles: Me admira que te puedes tomar un café con leche y una buena tostada por el mismo precio que en mi barrio sencillo de Badajoz, que tienes lugares de menú al alcance de cualquiera, que ves las neveras repletas de cosas apetecibles y sencillas en medio de las familias.
Playas de la fraternidad: La familiaridad la encuentras al comprarte las chanclas, al desayunar los churros, al poner la sombrilla y entrar en conversación con el de al lado, al comerte la sardina asada, en la conversación con el que pesca… y cómo no, en la vivencia de lo religioso en este santuario de Regla, que se convierte en corazón de interioridad habitada, más allá del bullicio y del jaleo.
José Moreno Losada
15.08.2022
“Sol y sombra”, el libro de Quico
En mi pueblo, Granja de Torrehermosa, me conocen como el hijo de Dolores de Villagarcía (de la torre). El nombre de mi madre es en honor a la patrona de dicho pueblo y nuestra vinculación con él y sus tradiciones de todo tipo, especialmente religiosas y familiares, ha sido fuerte. Por eso siempre que me encuentro con alguien de allí lo siento como cercano y propio. Eso me ocurrió en la parroquia en Badajoz, allí conocí a la familia de Diego Mota y su esposa Maricarmen. Y de eso quiero hablar, porque hace tiempo que tengo anotado en mi cuaderno de vida la relación de “Quico y Álvaro”. Quico es el abuelo que en su última etapa de vida está siendo parroquiano nuestro junto a su esposa Quisca, ya mayores se vinieron al calor de sus dos hijas, eso ha hecho que estemos cercanos. Siempre me ha sorprendido la sensatez, filosofía de vida y discreción de este hombre. Hasta el detalle de regalarme una botella de coñac de más de cincuenta años, de su bar del pueblo, que como él decía había vista muchos tragos de mis tíos abuelos, que a alguno bien que le gustaba. Es un hombre de vida proyectada, que cuando le oyes hablar de su historia vivida junto a los suyos y al proceso de su historia personal y del pueblo te ilumina la sabiduría de lo sencillo.
Su nieto Álvaro es un joven singular, de los que se toman la vida a pulso y quieren vivir a fondo todo. En su formación intelectual ha cuidado todo, la literatura, el pensamiento, le gusta el cine, la poesía y se ha dedicado fundamentalmente a la música, el piano. Realizó los estudios de piano en Badajoz y ha terminado Clave en Madrid, donde ahora es becario investigador en la complutense. Todo lo ha hecho desde el cuidado de su propia persona y poniendo como centro de su vida a los otros. En este sentido me encanta la relación que tiene con su abuelo, la forma de acoger su vida y su historia y de darle valor. Es una relación de admiración y de agradecimiento sacramental, le va la vida en que su abuelo se sienta sujeto querido y valorado, y hace todo lo posible para que lo sienta así en esta etapa última.
Y así ha ocurrido recientemente, que ha tenido lugar la presentación del libro Sol y sombra. Quico Medina, una celebración de la vida (1931-2021) en su pueblo natal. Recoge las vivencias personales de Quico y de sus contemporáneos teniendo como telón de fondo las distintas dedicaciones que ha tenido a lo largo de sus noventaiún años de vida: las faenas del campo, el servicio militar, el trabajo tras la barra del bar y los materiales de construcción. Durante la presentación, que contó con más de cien asistentes en el patio de armas del castillo, su nieto interpretó piezas musicales que evocaban los pasos de la vida de los nonagenarios. Se trata de un libro de vida, con edición familiar en el que se empeñó el nieto que conocía los escritos del abuelo. Pronto verá la luz en una edición mayor por la diputación a petición del ayuntamiento de Villagarcía. Álvaro, junto a su padre, han sido los animadores para este sacramento vital de puño y letra de Quico, escrito con sangre de vida y luz, también de dolor y lucha, de inquietud social, se haya realizado. La conclusión del libro según su autor es “noventa años no es nada” y yo puedo apostillar, claro “Quico, porque se ha vivido todo”. Nuestra sociedad tiene una deuda pendiente con esta generación de lucha y dolor, de amor profundo a la vida. Este libro, un sacramento de esa sangre que ultima el paso de estos gigantes. Gracias Quico por tu obra, un libro de vida.
José Moreno Losada.
Cuaderno de vida
“ Para no silenciar la muerte”
Me motiva poder compartir desde este balcón semanal notas de un cuaderno de vida como es el mío. Os puedo confesar que mi riqueza más grande no es lo que poseo, ni lo académico, o lo que me pueda rodear de reconocimiento de los otros por el ejercicio de mi ministerio, aunque nada desprecio. Lo que más amo es la capacidad de poder entrar con mi cuaderno de discípulo en la escuela de la vida y dejarme interpelar y seducir por ella. La vida que te llega y te sorprende tocándote por dentro y descubriéndote los tesoros y las perlas que se esconden en el campo de tu historia y en el fondo de todo lo que te rodea. Le debo esta mirada a maestros del espíritu, personas muy sencillas que saben ver la vida en lo profundo de la mayor compasión. Seres encarnados en la calle y en la historia, de a diario que proclaman la profundidad del detalle y de lo cotidiano, los que me han enseñado a ver lo que no se ve, como hizo el Jesús del evangelio con los discípulos.
El nombre y la metodología del cuaderno de vida me lo sirvieron en movimientos de acción católica especializada y la educación humanística y evangélica del seminario. No se trata de un diario que relate emociones, ni de una crónica que dé cuenta de lo acontecido, ni siquiera de análisis de tipo social, económico o psicológico. Se trata de algo más interior y de trascendencia, que ayuda a traspasar lo epidérmico para adentrarse en la savia profunda de lo que acontece en la realidad, cuando el corazón ve lo invisible de la vida que se revela para ser luz y llenar la existencia de verdad, de sentido, y lo hace desde el detalle que puede pasar más desapercibido a la generalidad. Y para que no quede en pura teoría os introduzco un pequeño hecho de vida de gran trascendencia, anotado en mi cuaderno hace poco.
Presidía un tribunal de trabajo fin de grado en la facultad de educación, una de las alumnas de educación infantil presentó su trabajo sobre un tema que llamaba la atención, se trataba de la educación sobre la muerte a niños de esas edades tan tempranas, lo llamaba “Cuando termina la vida”. El trabajo merecía ser leído por la profundidad y sistematicidad del mismo, era un trabajo serio. Le pregunté la razón del tema elegido, sabiendo que era de difícil desarrollo. Su respuesta fue: “en las prácticas del último curso, había en el aula una niña de cuatro años que había perdido a su madre, eso me impactó y sentí la necesidad de saber cómo debería actuar como docente comprometida con esa situación de esa niña y ante los demás con este tema tan importante y olvidado”. Ahí tenemos un hecho, en el cuaderno vital de esta alumna, que propició la vida y el compromiso de su ser estudiante. ¿Se entiende?
Ella lo “vio”, contempló la realidad no desde la lástima, sino desde la interpelación a su profesión, su pregunta era cómo ser maestra en aquella situación, había que actuar, prepararse para ello. Había un motivo para estudiar y para hacer de este trabajo algo querido y amado, desde la afectación por una niña a la que tenía que servir con su formación. Ahí está el bien interno de una profesión, aquello que el otro necesita de mi servicio, para eso hay que saber ver y dejarse afectar. Yo me quedé con la anotación y en estas reflexiones vitales ando.