Fracaso ¿Escolar?

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 Desde  la ‘última’ ley de educación escolar, una vez más sin verdadero consenso político ni social, ahora parece que se quiere hacer algo de otro modo. Ante esto la ciudadanía de a pie le damos vuelta a la cabeza y nos preguntamos qué está pasando en esta sociedad y en esta escuela nuestra.

El hombre, ciertamente esta determinado biológicamente pero su propia especificidad biológica le capacita para ser animal de «acción»; somos lo que hacemos y en nuestra hacer cabe la libertad que nos constituye como personas. Pero somos también lo que «nos hacen» ; yo soy sacerdote y profesor porque todo ha favorecido que lo fuera, y conozco chavales que están en el centro Marcelo Nesi – centro penal para menores-  porque todo ha favorecido que llegaran allí; ninguna persona de las que pertenecen a la pobreza severa en Extremadura llega a la Universidad y sí lo hacen la mayoría de los que están en el mayor nivel económico y cultural.

Este ser libres y dependientes justifica la existencia de la educación, del sistema educativo y de la escuela en todos sus niveles. Las realidades escolares no han de tener otro fin que «ayudar a ser personas» de un modo integral en colaboración con la familia y la sociedad. Todo lo que se haga en estos ámbitos debe tener esa dirección. Sentadas estas bases que todos podemos aceptar, me pregunto cómo hemos de entender el problema del fracaso escolar: ¿Es realmente «escolar» el fracaso o es más bien social y humano? ¿Fracasan por que no aprueban o no aprueban porque están de algún modo fracasados? Más todavía ¿todos los que aprueban y tienen buenas notas no son fracasados?

La experiencia de a pie de calle y mi paso profesional, amén de estudiante, por escuelas de primaria, de institutos y ahora de universidad me da que la raíz del fracaso está en la base de la consideración de la propia sociedad que se estructura sobre la técnica, el mercado y el éxito como pilares básicos y exclusivos, ejerciendo un control fuerte sobre la educación buscando hombres especializados y técnicos, consumidores y con deseo competitivo en búsqueda del éxito como medio de seguridad en la vida. Esta estructuración de la sociedad y de la persona tiene el riesgo – y creo que hemos caído en él – de olvidar dimensiones y capacidades fundamentales de la persona como son la consciencia, la curiosidad, la capacidad crítica, el ser participativo, la libertad, el contraste, el compromiso, la generosidad y la gratuidad, la compasión y la solidaridad; todas ellas, además, se fundamentan en la necesidad de ser aceptados en contextos de cariño y de ternura, en la autoestima, el pensamiento positivo y la utopía de la persona que quiere y realmente puede ser. Aquí está el quid de la cuestión, en todos estos elementos, no calificables con notas, nos jugamos el éxito y el fracaso de la persona realmente.

Fracaso en la sociedad

En este sentido les confieso que el fracaso está en la sociedad y en lo que en ella se promueve desde los ámbitos familiares, económicos, políticos, etc. Yo he visto el fracaso en todos los niveles escolares; lo he tocado y palpado en personas concretas y les aseguro que también está en los aprobados y en los mejores expedientes, así como en los «mejores» centros, aunque la sociedad no los condene ni se preocupe por ellos.

He visto sobresalientes sin capacidad de comunicación ni habilidad social; premios extraordinarios de carreras rechazados por sus compañeros que de ninguna manera querrían ser como ellos; elecciones de alumnos en las que faltan candidatos o salen proclamados solo con su propio voto; catedráticos que ponen «muros» para separarse de sus colegas; así como empresarios que oprimen a sus obreros, políticos que se aprovechan y se atan a sus cargos, médicos que ponen su corazón en una rica consulta privada a la vez que trabajan en la pública, o sacerdotes que aspiran a hacer carrera eclesiástica… y todos muy preocupados por el mal de la sociedad que supone el fracaso escolar cifrado en calificaciones y contenidos. Ciertamente, sólo los «no fracasados escolares» serán posiblemente profesores de universidad, políticos, médicos o autoridades eclesiásticas, pero ¿ay de nosotros si sólo han evitado el fracaso “escolar” pero están bajos en niveles personales y sociales, centrados en sí mismos y en su saber y poder! Difícilmente habrá una ley de educación con consenso social y político en nuestro país si los que la tenemos que elaborar y aprobar, no tuvimos una educación y un sistema educativo que nos llevara a ser personas integralmente y no lo hemos subsanado de algún modo. Imagino que ya no tendrá la culpa solamente el régimen franquista; yo por mi parte no me exculpo del fracaso actual social y escolar aunque mi expediente escolar desde primaria hasta la universidad de Salamanca, se lo aseguro, fue bueno.

Ya es hora de que todos nos paremos y entremos en reflexión con nosotros mismos, mirando desde el corazón nuestra sociedad y nuestra escuela, y confesemos públicamente que el fracaso es personal y social y que el ámbito escolar es un reflejo del mismo; también que los no fracasados, humildemente, los fármacos que más consumimos son ansiolíticos, antidepresivos y, sobre todo, relajantes para poder dormir en esta vida llena de éxito que no nos satisface tanto.

Esto lo escribo, en una noche de insomnio cuando va a amanecer, después de haber hablado ayer a padres de jóvenes estudiantes de la relación entre el estudio y la persona, una noche en la que me siento feliz y esperanzado con respecto a mi sociedad y mi escuela porque conozco y comparto vida con universitarios, alumnos y profesores con rostros concretos, que realmente no son fracasados y saben lo que quieren como personas y como estudiantes o profesionales en medio de esta confusión, y despierto puedo soñar una sociedad y una escuela mejor, sin tantos fracasados.

JOSÉ MORENO LOSADA es capellán y profesor en la Universidad de Extremadura

4 Responses to “Fracaso ¿Escolar?”

  1. Un reto más para los que intentamos cambiar las cosas desde dentro…desde dentro de la escuela, de la Universidad, de la Iglesia…todavía queda mucho camino.
    “La utopía está en el horizonte. Doy dos pasos hacia ella, y se aleja. ¿Para qué sirve la utopía entonces? Para eso sirve, para caminar” Eduardo Galeano.
    Un abrazo amigo, nos vemos pronto.

  2. tienes razón Pepe. Tenemos una idea “reduccionaista” por mercantil y utilitarista de lo que es el fracaso escolar.
    Y creo que la responsabilidad es triple: a) de muchos padres a los que sólo les preocupa los resultados en matemáticas, informática o inglés… y nos les hables de valores, actitudes, virtudes… eso es perder el tiempo. Típico: la consideración de la EpC como perder el tiempo, robar a lo que merece la pena; b) también una responsabilidad social… ¿a quienes se valora? ¿a los competitivos a los que saben compartir, a los “listos” -mejor listillos- o a las “sabios”, a los que tienen la sabiduría para olfaterar por dónde anda la vida buena… para todos; c) pero también los educadores tenemos nuestra parte de responsabilidad ¿qué mundo les transmitimos? ¿de qué tipo de vida somos testigos? ¿cuál es neustro nivel de impicación social, ciudadano?
    En fin, cuatro cosas a vuela pluma… para conectar contigo. ¡Animo!
    Fernando A.

  3. Qué alegría por los comentarios…pero sobre todo por los comentaristas. Un Universitario metido hasta las cejas en el seguimiento de Jesús en su compromiso por hacer una universidad según el reino, convencido de la fraternidad, y del estudio al servicio de los más pobres; y, por otra lado, un amigo profe de los “auténticos” , de los que me ha enseñado mirar la vida y la universidad con esperanza. ¡Qué alegría estar rodeado de gente como vosotros¡

  4. Estoy muy de acuerdo con los tres factores que enumera el Sr. Allende y que yo también considero muy importantes en el éxito o fracaso escolar, pero creo que nos estamos olvidando en muchos foros de opinión e incluso en las reuniones más técnicas sobre educación que hay un cuarto factor que es el propio alumno, protagonista final del fracaso o éxito escolar. Parece que buscamos factores exógenos solamente cuando la realidad es que si el alumno no se siente protagonista, no está suficientemente motivado hacia el aprendizaje y no pone de su parte, no va conseguir superar los objetivos mínimos y se va a producir fracaso. El alumno también es responsable de su éxito o de su fracaso, en conjunción por supuesto con la familia, la escuela, el entorno. Tan solamente trabajando en conjunto y sin contradicciones se puede lograr el éxito escolar.