“Apurando la cuaresma: desde la vida”
Lunes, martes, miércoles y jueves santos…. Apuramos los últimos días de la Cuaresma, cuarenta días, jornadas de escrutinio y exorcismo, proceso de liberación de la persona para poder entregarse a fondo y ser de los demás. Es el símbolo del camino que andamos día a día construyendo la sociedad y el mundo; nos hablan los sociólogos que nuestra sociedad tiene un gran capital social; la capacidad de la relación afectiva e identitaria que sostiene al mundo y hace que haya más bien que mal y podamos permanecer en la vida.
Es la cuaresma del vivir diario, que en la dificultad nos va llenando de sentido y ocupando nuestra existencia para llegar a la vida. Se trata no de los cuarenta días simbólicos de ayuno de Cristo en el desierto, sino de las más de tres décadas vividas ocultas en el ámbito rural de Nazaret y resumidas en unos versículos en los evangelios: “bajó con sus padres a Nazaret y allí creció en gracia y sabiduría delante de Dios y de los hombres”. La vida y nada más que la vida.
Por eso quiero comenzar la proclamación de este pregón, pregonando con todas mis fuerzas que el centro de la vida del Pueblo y de la Iglesia, dentro de él, no puede ser otro sino las personas y su valor sagrado vivido en lo cotidiano, lo ordinario. Eso es lo único que acompaña a Jesús de Nazaret y él cristifica, la vida de cada día. La Semana Santa es posible porque hay cuaresma vital, recorrido, pasos, pueblo… no hay más sentido de la semana santa que poder celebrar juntos y jubilosos el centro del misterio de la fe desde el centro del misterio de la vida diaria y sencilla de cada uno de los ciudadanos, de los que están caídos y rotos, así como de los esperanzados y comprometidos. La vida diaria es el tesoro que más vale y a veces el menos preciado. La semana santa viene a condensar y a sacramentalizar lo cotidiano para reconocer que es ahí donde el hombre se va haciendo y donde se contruye la verdadera historia de la salvación.
Desde ahí quiero pregonar y vocear lo que hace posible la vida, lo que más vale, lo que tiene valor único y eterno, siendo a la vez la sencillez y la humildad que caracterizan el pan nuestro de cada día, el Dios diario y anónimo:
– La familia, padres, madres, hijos, hermanos, amigos, la calle, el pueblo, los vecinos, el trabajo, los nacimientos, las muertes, los niños, los jóvenes, los adultos, los ancianos, la política, la religión, la comunidad cristiana, el grupo, los sacramentos, la economía, las relaciones humanas, la comida, la diversión, el tiempo libre, la fiesta, el cansancio, la salud, la enfermedad…
Pidamos a Jesús que nos ayude a vivir en la vida unidos a él y hagámoslo con los versos de Gerardo Diego en su introducción al via crucis:
Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas.
Clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino,
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia:
no quiero que sufras tanto.