“La cruz y el profesor jubilado”

Antonio ramiroLA CRUZ   Y  EL PROFESOR JUBILADO

Es verdad lo que leemos en el “Principito” cuando afirma que “lo esencial es invisible a los ojos porque solo se ve bien con los ojos del corazón”. Al profesor Antonio Ramiro,  le llega el momento en que hay que dedicarle tiempo a la lectura del corazón para seguir profundizando en todo lo vivido, para seguir viviendo y amando, porque son tantas las cosas, los momentos, los hechos, los gestos, las personas, los quehaceres,  que hemos vivido a prisa que tenemos que retomarlas  y recordarlas, sabiendo que  “recordare” es volver a pasar por el corazón.

curso mio 032En estos tiempos de lucha  con el tema de la cruz quiero  presentar un detalle de este profesor. Cuando he ido, más de una vez, a celebrar la eucaristía a la escuela de ingeniería por algún compañero o ser querido perdido,  él bajaba a acompañarme y traía de su despacho, con mucha sencillez, un crucifijo que guardaba con un cariño especial y no por el valor crematístico del mismo, pues era aparentemente de poco valor, sino por lo que significaba para él y el centro; era el crucifijo que  había estado presente en todas las celebraciones desde el comienzo de la Escuela, y lo unía a Benito Mahedero, iniciador de la escuela, y a muchas personas más. Lo quiero traer a colación porque sé que es para él como un sacramento de la vida y de la escuela, es un símbolo que le habla de la vida y de la historia vivida, sé que lo guardará como una enseña y una reliquia de amor y sentido profundo.

 Un crucifijo en la época donde se discute si debe estar o no presente en el ámbito de lo público. Es cierto que  puede tener significados distintos según se utilice, puede ser herramienta de fundamentalista, de imposición, de cultura, de ideología, o de paz, de entrega, de vida realizada en la conquista de la auténtica libertad. En su caso yo diría que es la cruz de Antonio Ramiro; no es la cruz que tiene Antonio, sino que Antonio y  la cruz se identifican, y por eso no ha sido nunca rechazada y siempre respetada.

 La cruz para él está unida al maestro de Nazaret y de él ha aprendido sentimientos fundamentales que han sido transversales en su existencia y así nos han llegado a los que le hemos rodeado: de familia de maestros,  él maestro de escuela ha sabido que la cualidad fundamental del hombre ha de ser la sencillez y la humildad, no olvidar los orígenes y sabiendo de la igualdad de todo hombre. Desde ahí su vida ha sido semblanza del  maestro del evangelio, desde maestro de escuela a catedrático de la universidad sin perder la sencillez. itiDel sentido de la vida ha comprendido que sólo en la fraternidad y en la familiaridad se realizan las personas y se trabaja humanizadamente; cómo no valorar el clima de cercanía y de familia que ha vivido y potenciado en la escuela  y en  la universidad. Del pan y el vino ha entendido que la vida sólo se conquista gastándola y entregándola  a favor de otros, y que para eso hay que estar disponible, y unas veces tocará enseñar y otras será gestionar y prestar un servicio público, ya sean proyectos o secretarías. Nos ha transmitido que el buen vino hay que sacarlo siempre y no puede faltar en la vida: “las copitas de medio día y otras…” Que tenemos que saber celebrarlo todo y no permitir que se nos escape el encuentro gozoso con los otros, tan necesario para mantener el equilibrio afectivo y vencer las dificultades que trae por sí misma la vida. Ha aprendido que sólo el saber que humaniza eleva y dignifica al que enseña y al que aprende, por eso le han llamado siempre “maestro” y los alumnos lo han encontrado cercano. También ha mostrado que la investigación y los éxitos no son para derrumbar a nadie, ni pasar por encima, sino para construir y crear comunidad en el saber y servicio a la humanidad.

Y ahora, después de tantos años de servicio, tocaba abrir el paso a otros en silencio y con amabilidad, y se  va así, poco a poco, para que vengan otros y a vivir otras cosas con más profundidad: la familia, los amigos, la cultura, el deporte, el pueblo… y seguro que también nuevos campos y misiones para entregarte como padre, hermano, amigo y compañero de la vida de todos los que necesiten.

Por eso esa cruz que  él ha portado y guardado con respeto nunca ha molestado a nadie y siempre ha sido respetada. A mí me interpela y me hace preguntarme en qué medida yo hago digna la cruz para que sea respetada en esta sociedad, al margen de que esté o no esté en la pared de lo público.

5 Responses to ““La cruz y el profesor jubilado””

  1. Los que estamos cerca tenemos tanto que aprender de él.

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