Recuperar el “yo”

LA GRANDEZA DEL AMOR  HUMANO: “El colegio de la Luz”

Hace unas décadas prestigiosos psiquiatras,como Castilla del Pino,  muy horizontalistas  y planos,  nos invitaban a un “adelgazamiento del yo” en la sociedad. Parecía que esa propiedad de identidad, que es el “yo”  tenía mucho de privilegio y de sala “vips”  que nos habíamos propinado nosotros a nosotros mismos, los humanos queriendo salir del zoológico común y natural en el que no situaba la biología sabia y sensata; había que volver a la biología  y renunciar a estos espacios privilegiados antropocéntricos.

Sin embargo yo hoy quiero reclamar y  lo he hecho esta tarde en una charla con los trabajadores del Centro “la Luz”  la necesidad de contemplar y volver a valorar y poner en el centro de lo humano,y también de lo  divino, ahora que nos acercamos a la navidad, la dignidad del “yo” del ser humano.

Lo he vuelto a sentir y a desear esta mañana. He asistido, con muchos hermanos curas, casi un ciento, al entierro de Jacinto el  padre de nuestro compañero Vicente; había mucha gente que quería acompañar a  los tres hijos de este hombre, que tras setenta años de existencia se había marchado al Padre con un corazón roto por dos infartos rápidos y mortales. En la despedida y agradecimiento, Vicente en nombre de sus dos hermanos, ha hablado con el corazón en la mano y con la mirada puesta en Dios Padre  desde la humanidad de Jesús de Nazaret hecha cercanía y compasión, y sobre todo fuente de esperanza para la vida eterna.  En su palabras a mí me ha arrancado una lágrimas emocionadas, y a muchos más según observé. El habló en la forma literaria de una carta dirigida a su Padre como despedida, reconociendo la grandeza de lo sencillo en la forma sencilla de hacer familia, de trabajar, de querer, sacrificarse y entregarse. Pero sobre todo ha querido resaltar los últimos años de su existencia en los que ha estado dedicado de una forma fiel y radical al cuidado de su mujer, enferma de un alzheimer rápido que la arrancó con prisas de la realidad de su entorno y que ahí  la mantiene.

Nos contaba Vicente emocionado, como en los momentos de intimidad con su padre en la enfermedad, éste le había relatados momentos de intensidad vividos  por él  con su madre, y en concreto un diálogo repetido casi a diario, cuando caída la tarde sentados los dos en soledad en la mesa camilla, con el calor del brasero, se miraban en silencio y él rompía   con unas palabras cariñosas y  curiosas:

-¿ Tú me quieres a mí?

– No lo sé, respondía ella.

– Pues yo te quiero a tí  muchísimo, un montón.

– Pues yo también te quiero a ti.

Su yo estaba difuminado, y le impedía reconocer hasta el tú  de su marido que la cuidaba y la mimaba; pero el amor de su esposo permanecía fiel y fecundo rodeando de dignidad, de ternura  y evitando que el  “yo” de ella se perdiera, protegiéndola con un amor auténtico y duradero.  El amor que se hacer fuerte en la debilidad, y que saca su radicalidad para sanar heridas, para fortalecer al débil, para consolar al triste,  y para darle propiedad e identidad, a quien parece que la ha perdido de un modo absolutamente gratuito.

Hoy he hablado a los trabajadores de este colegio especializado en discapacitados, hemos hablado del Adviento, de la Esperanza, de tener un motivo para vivir la vida con sentido. Hemos entrado en cómo ellos están cada día trabajando con una personas, que viven su yo en una fragilidad constante y sin embargo que en esa fragilidad puede estar la grandeza y la dignidad del trabajo, saber tener razones para amar esa fragilidad personal para entrar en ella, desde la generosidad y la gratuidad, sin esperar nada a cambio, puede ser la clave de poder irse cada día a casa no sólo cansado de la briega del quehacer, sino llenos de vida y de sentido por el “yo” amado  y dignificado en los otros. No se trata de obtener resultados sino de crear una relación privilegiada y profunda donde el otro se sienta querido, y nosotros reafirmados en ese sentimiento, de que no hay nada más noble ni oficio más digno, que establecer relaciones que construyan el “yo” de los demás desde un “tú” que se entrega y se dona, porque nada merece más la vida que amar a cuerpo entero, y hacer del trabajo un lugar de amor puede ser definitivo para vivir siempre y para vencer la muerte.

No tengo ninguna duda de que Jacinto hoy  habrá sido coronado a su llegada al cielo  y su “yo” se habrá grabado  en el corazón de Dios para siempre con el nombre de su vida y sus historia, de su pueblo y sus  paisanos, pero sobre todo con el de su familia, con los nombres de sus hijos, y especialmente con el de  su  esposa, madre de Vicente y de sus hermanos, cuya identidad y propiedad ahora pasa a mano de sus hijos. Y es que aun en la debilidad  más fuerte, el amor es más fuerte que la muerte y el  “yo” se reconstruye para la vida eterna, por eso seguiremos teniendo razones para la esperanza, mientras alguien por puro amor se resista a la muerte del “yo amado”.

11 Responses to “Recuperar el “yo””

  1. Todo lo que tenemos,
    y no lo damos,
    se pierde.

    Feliz Adviento

  2. Desde Kinshasa Congo:

    Gracias por tus reflexsiones que siempre comparto y me hacen sentir mas humana y mas agradecida a Dios.
    Soy Hermanita de La Asuncion, Estoy en Kinshasa Congo ya va para 10 años y durante este tiempo creo que no nos vimos Pero antes trabajamos juntos en la Pastoral Obrera , en la JOC y en otras movidas de Iglesia y de Mundo…. ( Desde Granada – Zaidin y Cadiz – Populo )

    Bueno, solo decirte que doy gracias a Dios por que el tiempo no borra las buenas esperiencias ; la Amistad y el Cariño
    Aqui en estos dias estamos en plena “Barahunda” con el tema de las elecciones Presidenciales y los que no quieren dejar el “poder” Ya hace una semana que tenian que dar los resultados y se resisten y van entreteniendo a la poblacion con “historias falsas”
    Bueno un abrazo y que el Dios de la Vida nos siga ayudando a caminar y acompañar a los màs empobrecidos
    Con Cariño M. Dolores Barragan ( Loli )
    Bueno, Aqui todos los dias del año es Navidad

  3. Tengo a mi esposo inválido, en una silla de ruedas y con deméncia senil.
    Pero soy muy feliz por poderlo cuidar y es cierto que yo le digo “Te quiero”, cogiéndole la mano y el me mira y con esa mirada que no tiene expresion me repite “Te quiero” y lo miro y veo en él el muchacho que hace más de 60 años me dijo un día “Te quiero” con un brillo en la mirada que me hizo responderle “Yo tambien te quiero” y desde entonces, 6 años de festeo y 58 de matrimonio han hecho que ahora, en estas circunstáncias, solo le pido a Dios 1 minuto más de vida que él, para poderlo cuidar hasta el final.
    Su vida se la damos sus hijos y yo, aunque a veces le cuesta reconocernos, nosotros sí sabemos quien es y lo queremos a nuestro lado, pues en nosotros viven sus recuerdos y la vida que nos ha dado.
    Perdona esta expansión, pero ha sido una confesión de nuestra circunstáncia, que concuerda con tus palabras.
    Que Dios te bendiga

  4. Quiero darte las gracias por el escrito con ocasión del fallecimiento de Jacinto. Agradezco al Señor su vida y el espíritu de toda su familia. Como ellos hay otras familias cristianas que viven una situación semejante con mucho cariño y generosidad. En esta ocasión hay que agradecer que vidas y situaciones como estas se den a conocer.

  5. muy auténtico lo que has escrito..
    por eso también tremendamente humano, tierno, hermoso y bello…
    gracias…

  6. Gracias, José, por esas palabras que tienen mucha carga de verdad. Muchas gracias.

  7. Apreciado José:
    Acabo de leer el excelente artículo que has escrito.
    De veras que nos das razones para la esperanza y puntos fuertes para anclar este Adviento en una espera consistente.
    Estas son las pequeñas historias que cambian nuestro mundo en profundidad y nos dicen que el Evangelio continúa más que vigente.
    ¡Enhorabuena!

    Seguramente lo propondré para leerlo, en los Buenos Días de Secundaria, en mi colegio salesiano San Juan Bosco, de Valencia.
    Necesitamos testimonios de vida de este grosor y nos irá muy bien para darle fuerza a una semana de adviento centrada en la campaña bote-kilo por los más desfavorecidos de la zona.

    Por cierto, si se te ocurren, en clave cristiana y comprometida con la causa de los pobres, unas cuantas razones para la esperanza en este 2012 que vamos a estrenar, no dudes en escribírmelas un día de estos, pues nos ayudarían a iluminar el comienzo de este nuevo año “un tanto oscuro”.

  8. gracias por tus palabras despertantes. Sí, somos como naipes. Uno no
    puede estar erguido, dos, nos, sí.

  9. Realmente la historia de Jacinto me ha conmovido, son esa clase de vivencias que experimentadas desde un punto de vista cristiano y del amor animan y ayudan a vivir la vida de un modo mas humano y donde el “yo amado” no pueda morir.
    Un artículo muy humano y muy de actualidad, ya que nos permiter ver el “yo” desde un punto de vista totalmente opuesto al egoismo que en un principio puede suscitar.

  10. Es indudable que la vanidad es uno de los defectos más abundantes y recurrentes del ser humano, incluso la Biblia (una creación humana, no lo olvidemos) nos dice que Dios nos hizo a su imagen y semejanza, continuando una larga tradición de de divinidades antropomorfas. Sin embargo, la esencia de la virtud humana, nuestro auténtico “yo”, solo aparece y se realiza en contraste y colaboración con nuestros congéneres, algo patente en la hermosa historia de esa pareja de ancianos compartiendo sus últimos días. Casualmente también conozco a varias personas muy cercanas que dedican su trabajo a las personas con discapacidad y siempre hablan con orgullo y cariño de su labor y, pese a vivir a veces momentos duros, les realiza y satisface plenamente.
    Somos el espécimen más inteligente y adaptado de nuestro planeta, con unas capacidades tan asombrosas que nos llevan a la creencia de ser únicos e irrepetibles, que lo somos, pero a veces olvidamos que nuestra fuerza radica en nuestra empatía y capacidad de colaboración. Creo fervientemente en el individualismo bien entendido y éste consiste en aprovechar la unicidad y diversidad de cada persona para beneficio de la comunidad. Es por eso que yo abogo por recuperar el “nosotros” para llegar a nuestro auténtico “yo”, solo a través del amor al prójimo desarrollaremos nuestra persona. Todos diferentes, pero todos juntos.

  11. Historias como ésta dejan a uno sin palabras y nos hacen ver de nuevo la singularidad del ser humano. Me pregunto qué cara se le quedaría a un defensor del reduccionismo biológico al leer este artículo.
    Somos especiales, y una de las cosas que nos diferencia del resto de seres es vivir en comunidad con una profundidad como la que se muestra aquí. Demuestran la importancia del “yo”, pero también del “nosotros”; personas como Jacinto en este caso, son capaces de dar su vida hasta el último momento por aquellos que más quieren sin esperar nada a cambio o un a priori simple te quiero.