“Nuestra flor de jacinto”

“El verdadero valor del artículo determinado”

Recuerdo que estando en las parroquias de Olivenza, pueblo fronterizo con Portugal y muy singular por su historia, mi compañero Juan Delgado con la gracia que le caracteriza cuando pasábamos al lado del  “Cruz de los caídos” situada frente al instituto donde  yo impartía clases, me decía ahí está “la cruz muda”  y cuando alguien preguntaba que por qué le llamaba así, él contestaba: ” porque  casi todo el mundo dice: anda, que si esta cruz hablara”; sí era el lugar al que acudían las parejas enamoradas  a echar sus ratos, pelar la pava,  y sus escapadas de clases… Hoy miro esta planta de jacinto  que está en casa y me pongo a pensar “si este jacinto hablara”…

Lo trajo Gabriel, el Domingo pasado, del mercadillo, había costado un euro, había muchísimos, vendrían del semillero, estaba cerrado pero a punto de florecer.  Lo traía con alegría porque se iba a poner precioso, sólo había que cuidar que no le faltara nunca el agua, su alimento. Hasta entonces había sido una planta anónima entre muchas mas, una más, tras esa elección ahora está ella sola en el centro de casa, en un recipiente pensado y cuidado para ella, ya no es “un” jacinto, sino “el”  único, el nuestro, el de casa, el que está junto a mi madre un montón de horas cada día, el que todos miramos, contemplamos y del que todos hablamos y alabamos.  Del que  yo estoy escribiendo y dándole una relevancia  y una importancia única; el anónimo y desconocido, perdido entre muchos, ahora tiene su singularidad, su aceptación, su enmarque y hasta su consideración y reconocimiento.  Me recuerda a lo que decíamos el otro día del Dios original y único, que nos hace originales y únicos a cada uno de nosotros.

Pero sobre todo, lo traigo a colación , porque al estar junto a mi madre, me recuerda  una noche  al ir a acostarla, que es cuando aprovecha, no sé por qué,  para ponerse más parlanchina, hablando más y más fuerte, dándome conversación y contándome muchas cosas, hasta riéndonos a carcajadas más de una vez; pues bien, una noche me dice: Pepe, ¿sabes una cosa?… mira así como estoy,  con limitaciones pero sin dolores fuertes  que me impidan estar tranquila, durmiendo bien,  con esta paz de casa, con las mujeres que me cuidan,  y  sobre todo, rodeada de todos  vosotros y de vuestro cariño como lo estáis haciendo, no me importaría vivir unos añitos más.

Qué curioso, no se puede mover,  no puede hacer nada por sí misma físicamente, pero no interiormente… la vida tiene sentido porque, como el jacinto, puede florecer alimentada con un entorno y un enmarque que la hace única, nuestra, madre, ternura, feliz, acogida, reconocida, centrada… En el fondo es lo que todos necesitamos cada día, pasar de ser “uno” a ser “el”, pasar del artículo indeterminado al determinado, y hacerlo en el contexto del amor y del cuidado.  Qué importante sería en este tiempo de crisis que todos nos esforzáramos para salir  y sacarnos unos a otros del anonimato del “mercadillo” y  del “semillero”, a la casa de la familia humana, a la flor como respuesta al sentimiento gratuito de sentirnos de los demás y sentir a los demás como parte de nosotros, para hacer historia juntos; la historia que dignifica, que autentifica y da originalidad  para que todo tenga sentido y pueda ser nuevo, y sobre todo, para que cada día merezca la pena, y podamos decir “que así merece la pena seguir viviendo…”

Cierto, no hay misión más importante que la indeterminación de lo desconocido y lo anónimo pase a ser  lo nombrado, querido, aceptado, acogido, contemplado y reconocido, es la misión fundamental de la vida: que todos tengan su don de originalidad y autenticidad y que esto lo consigamos desde todas las esferas en las que nos movemos: familia, ciudadanía, profesión, política, economía, diversión, religión…  ojalá nuestros encuentros y elecciones vitales  provoquen este sentimiento de sentido en todos los que nos rodean, y que eso mismo sea lo que nos dote de sentido a nosotros mismos; ojalá lleguemos a crear espacios vitales donde merezca la vida , y seguir adelante, aunque las limitaciones externas estén en contra y muestren   nuestra inutilidad, porque nada es comparable con sentirse queridos  y valorados.

One Response to ““Nuestra flor de jacinto””

  1. Y ESE AROMA TAN ESPECIAL,DISTINTO AL DE OTRAS FLORES,DULCE E INTENSO QUE LO INVADE TODO ¿ QUÉ ? ¿ NO LO DIFERENCIA Y LO HACE ÚNICO COMO A TODOS LOS HIJOS DEL “GRAN JEFE”.