En el silencio del Carmelo…

PRIMER DOMINGO DE CUARESMA

Hoy primer Domingo de Cuaresma, el contexto en que lo celebro no podía ser mejor. Salgo de casa y me dirijo a Talavera la Real, allí el convento de las Carmelitas, y en la puerta de entrada un cartel: “hoy estamos de retiro”. Yo vengo a acompañarles en este retiro cuaresmal. Comenzamos con la Eucaristía Dominical, rodeados de la gente sencilla del pueblo, los cantos sencillos y austeros, amén de la monición de entrada, dan  cuenta del tiempo recién inaugurado; el evangelio  bien sugerente con el “desierto”, el “reino”, las “alimañas” y los “ángeles”. Transmito esa idea sencilla de cuaresma, no es tiempo de sufrimiento y tristeza, no, es el camino a la verdadera alegría, el proceso de mayor conocimiento de Cristo, que a través de la oración, la limosna y el ayuno nos va a llevar a lo más auténtico de nuestra vida, a lo más original; sí, a la gracia del bautismo, donde todo era luz y blancura, revestidos de Cristo y sus sentimientos.

Tras la eucaristía, y el café ofrecido por las hermanas, pasamos a un lugar cálido,  por mi resfriado pero que nos viene bien a todos dice la superiora, y allí vamos a pasar parte de la mañana y la tarde. En la mesa camilla amplia para todos, hay  un cartel indicador para las hermanas más olvidadizas: “no se dice aleluya”… y la anécdota me sirve a mí de punto de partida y de clave del hilo de reflexión cuaresmal: “no se dice aleluya, pero se grita por dentro”, la cuaresma no es otra cosa sino el camino hacia la alegría , al aleluya auténtico de la historia. Hay cuaresma porque hay aleluya, es su razón de ser y su horizonte, sin aleluya no tendría sentido la cuaresma ni habría nacido.

La meditación a tono con el tiempo, la auténtica mortificación, la que nos adentra en la pasión, muerte y resurrección de Cristo, o lo que es lo mismo el gozo de la vida entregada. Para eso es preciso este tiempo que es para discernir espíritus, para separar la auténtico de lo falso, lo original de copiado, lo fundamental de la accesorio, y lo definitivo de lo pasajero. La alegría y la vida no está en lo que tenemos, ni en lo que sabemos, ni siquiera en lo que hacemos, sino en lo que somos y amamos, y sobre todo en lo que somos queridos  y amados en nuestra vida. Desde ahí la cuaresma nos marca el camino para no dejar que la tristeza y el miedo, que son las herramientas del pecado se apoderen de nosotros, y sobre todo para saber en la propia vida diaria sacarle el jugo de la gracia, del Dios que se nos hace presente y nos da el sentido para que en todo podamos encontrar la alegría de la pascua y el sabor de la resurrección, aunque sea a trozos.

En medio de todas estas disquisiciones Paula, con sus ochenta y pico, sigue deseando morir para estar con el Padre, y todas están muy gozosas de vivir coordinadas y animadas por la madre superiora que también tiene Espíritu y abre las ventanas para que a la comunidad le entre el aire fresco y renovador del Espíritu Santo, que no quiere carcoma ni polillas. Y es que en verdad todas ellas han encontrado el tesoro, y saben de la cuaresma como camino de alegría, para entrar más profundamente en la propia vida y en la existencia del amado,  sí ese amor que una vez que se ha iniciado en sus vidas y han optado por él, ya nada ni nadie le podrá quitar, ahora sólo quieren ser fieles y caminar por las sendas divinas de la lealtad y de la misericordia, que es por donde anda el amado.

Y yo comparto con ellas el día, la eucaristía, las meditaciones, el silencio, la comida fraterna y comunitaria en el silencio contemplado, con el caldo que resucita a un muerto, y desde ahí, cargado con mis naranjas, limones y con ese bizcocho único con denominación de origen, me vuelvo a casa, con la alegría de haber vivido un buen primer Domingo de Cuaresma; llegar  a casa enseñar los presentes a mi madre, que acompaña mi hermano, junto a la familia que llega a visitarnos, y con deseo de celebrar la eucaristía en la parroquia habitual, para compartir algo de lo contemplado y vivenciado hoy en el silencio del Carmelo. Todo un día de gracia para inaugurar la cuaresma con el deseo de una oración más profunda, de una limosna mas generosa y personal, y de un ayuno que me libere de los miedos y las tristezas que todavía me quedan y me impiden volar en la dirección del absoluto que estás hermanas ya tiene por esposo único. Gracias Padre por este día y esta comunidad, por su vida y su alegría, porque silencian el aleluya, pero es un grito dentro de ellas.