Nuestro Señor de los pasos (2)

“Un paso radical: Nacer de nuevo”

Ayer me encontré de nuevo con esa comunidad parroquial de Olivenza, vi sus rostros y en ellos  la fidelidad de permanecer en la fe, de querer vivir a la sombra del Áltísimo y sentirse protegidos y queridos por Él.  En el presbiterio la imagen del Señor de los pasos presidiéndonos, el coro animado por Paco invitándonos a buscar el rostro del Señor sin miedo, los hermanos con las capas propias de ese sabor tradicional y eses color de cuaresma al hilo de la túnica de Jesús de los Pasos, y la gente sencilla con la devoción y el corazón bien dispuesto, y la intención del día bien centrada en lo que nos traíamos entre manos, desde la Cáritas Parroquial, que nos invitaba a desgranar el paso de conversión de Zaqueo al encontrarse con Jesús.

Hoy nos seguiremos adentrando en los sentimientos y en el corazón de Cristo, para más amarle y seguirle según la invitación ignaciana.

Lo decíamos ayer, sentimos que la humanidad, la sociedad, hasta en la propia iglesia, hemos perdido la vereda, los pasos que llevan a la fuente del mejor agua de la vida, la única que calma la sed y para eso no tenemos otro camino, ni otro guía, que la vida de Jesús de Nazaret, sus palabras, sus hechos, su experiencia radical de novedad que nos ha sido regalada en la gracia.  Nos servirá de enlace con él, el pasaje de Nicodemo, buscaremos como los encuentros de este fariseo con Jesús, en la noche, le propiciaron la fuerza y la gracia para dar un paso de novedad absoluta, que sólo es posible para los que desde la sencillez y el riesgo se abren a la presencia de Dios en sus vidas: “NACER DE NUEVO, DE LO ALTO, DEL ESPÍRITU”. Nicodemo será para nosotros el referente de la verdadera religión, de la vivencia auténtica de la fe y de la relación con Dios; y todo ello porque lo ha descubierto en Jesús de Nazaret, él le ha abierto los ojos, los oídos y el corazón para poder entender lo fundamental de la vida, y lo auténtico de Dios.  Y Jesús lo ha descubierto desde su relación íntima y personal con el Padre, tanto en el silencio de la oración, como en la contemplación de la vida y de la gente. Vayamos al pasaje y abramos el corazón:
El Paso: “De la religión del  templo a la del Padre y los hermanos”  (La gracia del Bautismo)

 

–          Nicodemo es del grupo de los fariseos y es principal de los judíos. Vive la religiosidad con fidelidad en los cánones que marca la tradición y la ley. Pero no está cerrado a todo aquello que de alguna manera le interpela y el puede reconocer que le viene de Dios.

–          Jesús, se dirige a esa apertura y le plantea un plan novedoso: nacer de nuevo. Situar como centro de su existencia otro modo de encontrarse y entender a Dios. Darle el protagonismo al riesgo y a la novedad de Dios y salir de un marco estrecho que no le está permitiendo avanzar en ese amor y relación con Dios y con los hombres.

Nicodemo encuentra dificultad, hay que poner en riesgo todo; salir de sus seguridades, de sus reconocimientos sociales. ¿Dios puede querer eso? Parece imposible que pueda ser todo de un modo tan distinto y en algún caso tan contrario. Pero le anima el conocimiento de Jesús, porque esto le indica que Dios está en lo profundo de esta persona. Y el encuentro le dará la originalidad de la vida y de lo nuevo  enraizando en lo antiguo y llevándolo a la plenitud sin fin, así es el bautismo de la gracia.

–          Nicodemo se dejará arrastrar por esta pasión de Jesús y estará a su lado, cuestionando su juicio y la postura de los jefes del pueblo ante él. Poner todo en cuestión para reconstruir con firmeza y radicalidad.

– A partir de ahí para Nicodemo: Dios lo será de la vida, del mundo, de los hermanos, de la justicia, del compromiso, de la verdad, de los últimos; y tendrá un modo nuevo de entender el sacrificio, el ayuno, la limosna, la oración, el templo, la ley.

La cuaresma es tiempo para volver a la verdadera religión, a despojarnos de todo aquello que se va añadiendo y que son preceptos, ideologías, y seguridades humanas, y que a veces impiden el verdadero encuentro con Dios y su buena noticia. ES una invitación a revisar nuestros planteamientos religiosos, nuestros planes pastorales, nuestras organizaciones y asociaciones, sin miedo, dispuestos a nacer de nuevo; porque sólo es verdadera fidelidad, la que en su originalidad no puede dejar de ser creativa para responder a cada momento y cada persona como Dios quiere que lo hagamos. Por eso la Iglesia no puede dejar de buscar una nueva evangelización.