“El corazón y la manos”

“Las manos  de Padre en las del cirujano”

Tras la jornada de hoy, llego a casa y trato de poner a punto el corazón con lo vivido, con el pan  de la vida  en la mesa como aquellos  discípulos de Emaús… al ritmo de hora de la tarde, fin de la labores…
El día ha tenido un tinte especial. Nos levantamos temprano y nos dirigimos al hospital porque un ser querido va a ser intervenido. Hoy  nuestros ojos van a estar fijos en las manos del cirujano, en su habilidad y destreza, con el deseo unánime de que la paz, la serenidad, la sabiduría  las dirijan y logren ser colaboradoras y cocreadoras en las manos del Padre que nos creó para la vida y nos ama sin límites.

Llegar al hospital y adentrarse en la habitación en la que reposan con sus pijamas dos enfermos, con sus letreros en la cabecera indicando ayuno quirúrgico, tiene su unción y su silencio  de intemperie, soledad y dolor, a la vez que de confianza, solidaridad,  y  comunión humana y vital entre las personas.

Besarse unos a otros,  rodearse y querer animar y estar unidos, es la forma de convocar al Espíritu de lo bueno y de lo saludable, para esté en todos y pueda producirse el milagro sencillo de la curación y la sanación del mal que limita y que nos hace sumergirnos en la debilidad y en la duda  de todo lo que no es seguro ni manejable.

La salida del enfermo en la cama,  conducida por las manos diestras de la celadora con la corte procesional de los que queremos al enfermo, nos encamina  al templo de sacrificio, donde el hacer sagrado y divino del hermano que interviene con su saber recibido  y sus manos consagradas se hace liturgia para él ordinaria y sencilla,  y por ello oculta, pero para nosotros hoy extraordinaria y única.

La conversación con el cirujano, llevada por él, informando y señalando lo que va a realizar y cómo va a hacerlo, nos hace crecer en confianza y  serenidad, aunque los pormenores hablen de dolor, dificultad, y post-operación dura y cuidada. Y nos agrada el detalle de que la anestesia será local o general en función del paciente y su deseo, según considere su capacidad de ser paciente- paciente, cómo así ha sido su voluntad; dispuesto a colaborar por el deseo de sanarse.

Después la sonrisa del que entra en el quirófano, y el beso fuerte y animoso de los que quedamos en la antesala, en la espera, en la inquietud  confiada de que todo va a ir bien, porque sabemos, y así lo queremos, del bien-ser y del bien –hacer del que profesionalmente hoy va a ser servidor de nuestro ser querido para que tenga más vida, cumpliendo consciente o inconscientemente el mandato del Señor  de  ser para los demás, dando vida gratuitamente.

Horas de familia entrañable para compartir y profundizar en el sentido, en la vida, en la familia, en la bondad de lo público, en los detalles buenos de lo que nos ha ocurrido en el proceso, en la buena voluntad de los que se han esforzado en facilitarnos las cosas, en el deseo de ser mejores y estar más unidos y de valorar todo lo bueno que tenemos cada día… y hasta de orar y hablar de lo que cada día le vamos pidiendo a Dios.

Tras la espera, el encuentro primero con el profesional que nos da la alegría del trabajo bien hecho, del que él está gozoso y nosotros agradecemos como  la lluvia que cae en tierra sedienta de  nuestros corazones inquietos, gracias a Dios. Después el encuentro con el ser querido que recobramos para quererlo y cuidarlo mimosamente, y ayudarle en esa tarea  en la que él es el verdadero protagonista su sanación y su postoperatorio que requiere de sacrificio y de voluntad para colaborar en la cirugía que ha recibido, y de la que le dicen que él tiene un tanto por ciento muy importante para lo que realmente desea en estos momentos.

Después poco a poco, nos va relatando su experiencia de intervención, de su protagonismo, y del buen hacer del cirujano que en todo momento le ha ido comentando lo que estaba haciendo y cómo lo hacía, el proceso y los pasos  oportunos y la bondad de cada uno de cada de ellos, recordando al Dios Padre que en la creación según avanzaba se iba proclamando y “vio Dios que era bueno”. Qué importante que el sujeto y el centro de la sanación y de la salud, sea la propia persona, y los que lo rodean, cirujanos, enfermeros, auxiliares, capellanes,  familiares y amigos podamos sentirnos hermanos y colaboradores de él.

Hoy no puedo menos que bendecir a Dios Padre por sus manos, y lo hago desde las manos de este cirujano que ha sido nuestro servidor siendo hábil, sabio, cercano, lúcido, hermano, sincero… algo logrado durante muchos años de formación, y que hoy le hacen ser, bien – ser, y a todos nosotros nos ha producido un verdadero bienestar. Cuántas manos cada día en muchas profesiones están movidas desde el corazón y articulando un reino de lo humano que hace posible tener esperanza y creer en la vida y en lo auténtico de un modo único. Bendito sea Dios que nos hizo manos abiertas para los demás y que hoy se ha manifestado para nosotros  en lo anónimo y extraordinario de este profesional de la cirugía.

5 Responses to ““El corazón y la manos””

  1. Gracias Padre porque nos diste manos para poder colaborar contigo en tu obra creadora.

  2. Visto “desde la cama” del hospital, no es muy diferente lo que uno puede ver y sentir al relato que nos presentas del Hospital. Lo que hablas del cirjano y las manos… lo extiendo yo a los médicos y su cerebro. ¡Gracias Señor porque su sabiduría está siendo colaboradora y cocreadora contigo que nos creaste para la vida y nos amas sin límites!. He sido testigo de sus “procesos mentales” (Te voy a curar = Hagámos al hombre ) y tu vas… y te curas.
    Cuántas manos cada día en ese “otro mundo=hospital) están movidas desde el corazón y articulando un reino de lo humano que hace posible tener esperanza y creer en la vida, porque te ponen en manos de LA VIDA.

    GRACIAS PEPE POR TUS PENSAMIENTOS.

  3. Hermosísimo, Pepe. Es verdad que cada día debemos dar gracias por tanta gente que hace bien su trabajo, con entrega y con amor. Espero que tu familiar se recupere pronto y bien. Besos.

  4. Pepe:
    Ante todo que este familiar tuyo se recupere cuanto antes, y lo lleve de la mejor manera posible.
    El relato muy bello. ¡Cuanta gente sigue dando vida a diario de la manera más callada y normal, sin darle ninguna trascendencia y son mano de Dios que sigue curando hoy a través de las suyas!

    Un abrazo

    José María

  5. Sus Manos
    Manos de amigo apretadas
    con calor y con salud,
    manos de Dios destrozadas
    contra el leño de la cruz.

    Manos ayer generosas,
    repletas de bendición,
    manos hoy ensangrentadas,
    crispadas por el dolor.

    Manos de Cristo, que muere
    culpable porque vivió
    con la vida y con las manos
    abiertas en puro don,
    porque en ellas no encontraron
    robo, discriminación,
    ni bendiciones compradas,
    ni juicios al pecador,
    ni milagros ostentosos,
    ni programa adulador
    de los ricos y los fuertes,
    del templo o de la nación.

    Eran manos sólo abiertas
    a los hombres y a su Dios,
    no porque los hombres tengan,
    sino por ser lo que son,
    no porque Dios sea…
    sino porque Dios es Dios.
    María Isabel Pereda