Ricardo y Amós (El profeta)

DOS CLAVES DEL PROFETA…
Hoy nos hemos vuelto a encontrar en la reunión arciprestal, los sacerdotes de las parroquias  de nuestra zona en Badajoz. Ha sido una riqueza volver a encontrarnos y orar juntos. Nuestro Arcipreste Mateo ha hecho bien sus oficios, guiándonos en la hora intermedia – recordando a San Lucas- y ha sido Ricardo quien nos ha puesto a punto con una reflexión de lujo sobre Amós…- Habla Yahvé, ¿quien calla?-  Nos ha descrito  el contexto del profeta y su vivencia de la profecía. Y después ni corto ni perezoso, sin enfrascarnos directamente a nosotros, nos ha dicho lo que esta figura le dice a él personalmente en su ser cristiano y en su ser ministerial. Yo de lo que él ha testimoniado me quedo con dos claves fundamentales que nos  ha dado, y que a mí me vienen de lujo y de refresco, una es que somos la voz de Otro, y la segunda que el mayor peligro que tenemos es acostumbrarnos a ser lo que somos y hacer lo que hacemos, y entonces claro esta dejamos de ser la voz que tenemos que ser en estos momentos en que el pueblo vive y siente dolor y dificultad.

Ha alumbrado su experiencia con dos textos de envergadura, uno del himno de la liturgia del martirio de san Juan Bautista, y otro con un poema de León Felipe, que me  ha inspirado siempre un montón. Os lo sirvo, por si os parece de interés y clave para el curso comenzado:
Del himno litúrgico:

“Tú que sabes que no fuiste
la Palabra verdadera
y que sólo eras la voz
que en el desierto vocea,

enséñame, Juan, a ser

profeta sin ser profeta. Amén.”

Y la de León Felipe- no acostumbrarnos a hacer y ser lo que somos en el ministerio-:
Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero…, sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera… menos un sepulturero.