“Olor a oveja…a yegua…”

OLOR A CRISTO

AntonioMi amigo Antonio, me sirve de empujón antes de irme a celebrar la vigilia pascual, su olor me huele a Cristo. Me enorgullece su lectura creyente, y que al hacerla sienta que sintoniza con el decir y el hacer del Papa. Estos es maravilloso¡ Pero nada comparado con lo que él nos cuenta:

ARCO IRIS DE OLORES
Érase una vez un día… Pero no era un día cualquiera. Era Jueves Santo. Estamos en Celendín, pueblo de unos 20.000 habitantes, situado a 2650 m. de altitud. pastorComo todos los días, mientras me despegaba de las sábanas y me esforzaba por abrir los ojos, a mis oídos llegaba, a través de la radio, un resumen de las palabras de mi amigo Paco, más conocido como Francisco I, alguien que está enamorando a cantidad de gente con sus gestos cargados de sencillez. En este día del sacerdocio él nos invita a salir de nosotros mismos, de nuestros esquemas y llegar a la periferia, allí donde hay marginación y sufrimiento, producto de malos patrones. Acompaña este mensaje con una invitación: los pastores tenemos que oler a oveja. Y es que no debemos olvidar, por una parte, que somos parte del rebaño y, por otra, que éste no se puede pastorear con un mando a distancia, sino desde la cercanía y el afecto.
antonio saenzDespués de un rato de oración en común, con los compañeros compartimos la hondura de estas palabras y el reto que suponen para nosotros, en un desayuno en el que no faltaron ni el aceite de oliva ni el salchichón ibérico, con sus sabores y olores.
Desde las 9 hasta la 1 presencia en el templo. Allí era un ir y venir de personas y grupos ultimando la preparación para la celebración de la tarde: Ambientación, Monumento, limpieza, moniciones, lecturas, ofrendas, carteles donde, en medio de dibujos que reflejan nuestra vida, se nos recuerda nuestro cometido: “creyentes en Cristo, promoviendo vida”, que es una concreción del lema diocesano para este año: “Creyentes en Jesús, servidores del reino”.
Llegan las 4 de la tarde y tenemos la celebración de la Cena del Señor con más de 500 personas. Huele a comunidad. Se palpa el silencio, la participación, la acogida del mensaje, la significación ilusionante del lavatorio de pies, la emoción del traslado del Señor al Monumento, donde luego se prolongó la adoración con presencia organizada de grupos procedentes de los diversos barrios de la ciudad, que compartieron oraciones dirigidas por laicos catequistas.
campesinosA las 5,30, al terminar la celebración, partí, poniendo el marcador del carro a cero, hacia un caserío llamado Limón. Está más bajo y hace calor. Hay una buena carretera de tierra, pero con precipicios impresionantes y teniendo como molesta compañera a la niebla. Tras casi una hora de camino, me encuentro a Martha, una religiosa que está terminando de ensayar los cantos con las 15 personas que estaban en la capilla. Empezamos de inmediato la celebración, a la que se fueron incorporando personas hasta llegar a unas 40.
Salgo hacia otra comunidad, ésta a 3000 metros sobre el nivel del mar. Se llama Aguadulce. La carretera es una trocha carrozable, con dificultades para pasar algunas acequias. La doble tracción del carro supera los obstáculos. Me encuentro con el catequista antes del lugar acordado. Ha habido un derrumbe por causa de las lluvias y la carretera está cortada.Diego-Rivera-La-Noche-de-los-Pobres Cambiamos el carro por una hermosa yegua negra. Esmeralda es su nombre. A sus lomos me sube durante 50 minutos, envueltos, a tramos, en niebla y llovizna. La celebración prevista para las 8 y media comenzó faltando un cuarto para las 10. En el caserío hace frío, no hay aún luz eléctrica, ni tampoco capilla. La casa comunal nos alberga. El suelo o unos palos hacen las veces de bancos para sentarse. A la luz de unas velitas y con el foco del teléfono celular celebramos de una manera sencilla, intentando conectar con la realidad de esa comunidad. Lavatorio de pies en el sentido literal de la expresión. Papa piesHuele a sudor y suciedad; pero también a gente sencilla. Ahí se refleja la iglesia pobre que quiere Francisco, en sintonía con la sensibilidad de Jesús. Y, como siempre, de la misa a la mesa. Antes del regreso hay una sopita, un cafecito caliente, pan con quesillo y habas verdes. Y, sobre todo, mucha generosidad, algo característico de los pobres.
Vuelta de nuevo con caballo y carro. El regreso a Celendín es a las 12 de la noche. El marcador del carro señala 88 km. y el del cansancio no menos.
Antes de dormir hay unos minutos para recoger en clave de oración las experiencias del día. Ha habido un abanico de olores y sabores: a comunidad grande y chica, a incienso y sudor, a perfume y a pies, a aceite y salchichón, a gasolina, a generosidad… No sé si también a oveja, pero seguro que sí a yegua.
Gracias, Señor, por el olor a tu presencia.