“Una certeza y una sospecha”

“Morimos juntos y resucitamos juntos”

Homilía en el aniversario de Alberto

AlbertoAyer, 20 de Junio, la parroquia del Perpetuo Socorro se  llenaba de gente como si de un Domingo,  se tratara, aunque era día de  diario. Poco a poco se  fue congregando la asamblea, con ese motivo  extraño y anónimo para el mundo, pero vivo y  sentido para los que estaban allí. Alberto hacía un año que falleció  en  plena adolescencia  cuando más se estaba abriendo a la vida. El recuerdo sigue siendo  fuerte y doloroso en mucha gente: sus padres, hermana, tíos, primos, compañeros de instituto, de parroquia, del pueblo… por eso estaban allí. Me tocaba iluminar desde  el  evangelio de Jesús ese momento celebrativo, para ello había estado la noche anterior contemplando los videos realizados por sus amigos y paisanos, con fotografías y momentos de su vida, su amistad, su alegría, sus esfuerzos, sus  aventuras… y desde ahí  componía los retazos que ayer le presentaba a la comunidad reunida.  Ante la muerte dolorosa de un ser querido como  Alberto, entiendo que hay una certeza y una sospecha.

tio y sobrinosLa certeza viene certificada por el recuerdo. Estábamos allí porque el recuerdo  es nuestra fuerza terrena frente a la muerte, es quien nos avisa de que el amor es  más fuerte que la muerte; olvidarlo sería darle la victoria a la propia muerte. No  queremos , ni podemos olvidarlo, aunque sabemos que el recuerdo no lo rescata para la vida.  Lo que sí hace este poder volver a pasar por el corazón  la persona y la vida de Alberto, es tomar conciencia de que no morimos aislados  e individualmente, sino que lo hacemos juntos, es decir conmorimos. En  la persona de Alberto  había mucho  de nosotros, de su madre, su padre, la hermana, la familia en general, los colegios, los amigos, el pueblo, la parroquia, el deporte…tanto de tanta gente; al morir él, algo de nosotros moría en él, por eso nos dolía tanto. Y viceversa, en nosotros también había parte de él, como hijo, hermano, sobrino, paisano, compañero, hermano, estudiante… y esto al irse él, moría también dentro de nosotros. Lo recordamos pero ya no está, por eso también sufrimos. corazónde genteY este sufrimiento nos convoca a reunirnos para  sentirlo juntos y consolarnos mutuamente.  Ayer en el encuentro y en la celebración, esta certeza era evidente, conmorimos    porque somos compasivos, y la vida nos une en la pasión de lo que somos y lo que hacemos. De este modo entendemos eso que nos dicen del bautismo en Cristo, que es morir con él, compartir su muerte. Esto lo vivenciamos cada vez que pasamos por la muerte de un ser querido. Pero en la celebración no estábamos solo para el recuerdo, para la certeza… hay algo muy profundo que nos inquieta y nos congrega en la fe, es una sospecha que  deseamos con todas nuestras fuerzas que pronto llegue a ser la certeza más grande de nuestras vidas y de nuestro amor: “Resucitamos juntos”.

Es la clave de nuestra fe, que se hace sospecha inquietante: “si morimos con Cristo, creemos que también resucitaremos con él”.  Anoche la sospecha se concretaba más: “si morimos con Alberto en Cristo, creemos que estamos resucitando con él también en ese mismo Cristo”. Nuestra sospecha tiene su principio y fundamento en la persona de Jesús, donde el Padre nos ha amado tanto que  ha dado a su hijo por nosotros, para que tengamos vida abundante. Creemos que nuestro amor, en principio,  solo puede recordar para no morir pero desde él creemos que el amor de Dios  ha vencido a la muerte realmente, y lo que él hace no es recordar  sino darle vida en eterna en su corazón divino, donde ya no hay luto, ni llanto, ni dolor, ni muerte. Esa esperanza es la que nos hace mirar la vida y descubrir que Alberto ha sido en su nacimiento  un verdadero regalo para muchos, un don de Dios. Que su vida, sus años, sus anécdotas, sus sonrisas, ilusiones y ganas de vivir, han sido una gracia; ninguno estamos dispuestos a aceptar que hubiera sido mejor no  haberlo tenido, de  ningún modo. Todo ha merecido la pena, ha sido un tesoro.  Pero del mismo modo, entendemos desde la fe, todo lo que él ha recibido de los demás, de su madre, su padre, su hermana, familia, amigos…todo ha sido un gran regalo para él, y seguro que está orgulloso de ello.  Desde ahí, nos sentimos invitados, desde ese valor gratuito de  lo vivido, a entender que su muerte ha sido un PASO PARA ENTRAR EN LA GLORIA… Así le decía él a su madre Teo en medio del dolor de su enfermedad rápida: “Voy a tener una salida gloriosa, ya verás…” Es a lo que nos invita la fe, en medio del recuerdo, a saltar el misterio y creer que ya está en la plenitud, y que con él algo nuestro ha resucitado en el Reino de Dios y su gloria, a la vez que algo de él ha resucitado en nosotros y  nos une eternamente, y nos prepara para el encuentro definitivo con Dios y con él. Ahora para vivir en esta tensión hasta que se produzca el encuentro final , tenemos dos vías para vivir la comunión de los santos, para estar en conexión profunda y viva con Alberto. La primera, es la misma que nos unió en la vida: la compasión. Ahora, cada vez que somos compasivos , como lo fuimos con él y él con nosotros, estamos entrando en el misterio de lo divino y nos abrazamos con su persona resucitada; ya nos lo decía Jesús con respecto a él mismo: … porque tuve hambre, estuve desnudo, solo, enfermo… y me  cuidasteis .. y me preguntaréis : ¿Cuándo te vimos con hambre…? Y nos dirá cada vez que lo hicisteis con uno de estos, los más pobres, conmigo lo hicisteis. Por eso cada vez que ejerzamos la compasión estaremos mucho más unidos a Alberto, este es el arma que Dios nos ha dado para vencer la muerte y saltar sobre ella de un modo definitivo; no solo  podemos recordar también podemos revivir. La otra vía es la del espíritu y lo profundo, en la oración, en la fe sacramental,
podemos comulgarlo en Cristo, orar con él y desde él, tenerlo presente, y vivir según lo que él más quería  y amaba; lo que él más deseaba para nosotros. Es otro modo de vivir en Dios y sentirlo y abrazarlo. Se trata de unirnos en la fe y en el amor con él, porque él ya está resucitado, y algo nuestro también lo ha hecho en él, así como algo suyo está firme y fuerte en nosotros venciendo la muerte.

pan partidoLa celebración de la Eucaristía ayer, desde la vida y la persona de Alberto, era para nosotros  una llamada y una invitación clara  a saber que si le queremos de verdad, nuestra mirada no debe estar en el pasado desde un recuerdo pasivo y paralizante –aunque sí  amoroso-  sino en el futuro esperanzador y glorioso. Confiamos que  nos encontraremos con él  y nos abrirá, junto a Cristo, las puertas de la vida eterna, a donde se accede más rápido – si queremos llegar pronto- por una vía, de sentido único, la del AMOR.

Alberto, tú que ya eres glorioso, intercede  por nosotros, para que nos dejemos llenar  de FE Y ESPERANZA por la COMPASIÓN,  EL AMOR  de  nuestro Padre Dios. Ayúdanos a entender eso de que “si morimos con Cristo, también resucitaremos con Él” (Tú ya lo has hecho y lo sabes)

One Response to ““Una certeza y una sospecha””

  1. Querido Don José (Pepe para Nines): nos hermos emocionado con su/tu carta y estamos completamente de acuerdo con Vd./contigo. Echamos mucho de menos a Jerónimo, pues quiso Dios ponerlo un día en nuestras vidas. Formará parte de ellas mientras vivamos. Un abrazo, Nines y Felipe.