Vivir la muerte (1)

UNA MIRADA  SOBRE LA MUERTE

En este día – y a lo largo de este mes de noviembre- todos miramos a los difuntos y notamos la necesidad del sentido de la muerte, ofrezco algunas reflexiones que puedan ayudarnos al sentido humano y cristiano de la muerte.

Desde la ofuscación del pecado, la mirada sobre la muerte ha ido perdiendo el verdadero sentido humano y esperanzador de la misma; los cristianos que somos los testigos de la resurrección de Cristo, y su victoria sobre la muerte, necesitamos volver a recuperar, en compañía de la humanidad, la visión posibilista y transformadora de la propia muerte, como lugar propio para adquirir verdadero sentido de vida, para educarnos en lo original, auténtico y absoluto del ser y del vivir. Os presento a consideración tres perspectivas de la muerte que, tanto a nivel humano como cristiano, son fundamentales hoy para acoger y asimilarlas en praxis de los proyectos de vida y en la educación para poder  buscar y sondear el verdadero sentido de la vida, la auténtica felicidad y la única y definitiva esperanza.

 

LA MUERTE, COMPAÑERA DE LA VIDA

La muerte  aparece como el  máximo enigma de la condición humana y una condición permanente y estructurante de nuestras personas sin la cual no seríamos lo que somos.

La miramos como un hecho que se da en el momento último de la existencia separado de todo lo que ha sido la vida; es más entendemos que ella sólo se da cuando no se da la vida, siendo  el elemento contrario y distante de la  existencia respecto al cual no nos queda otra postura más coherente que la de la huida permanente. ¿Pero es realmente así? hablamos del carácter permanente y estructurante de la muerte en el ser humano.

Imagen3Es cierto que siempre hablamos desde esta frontera -antes de la muerte- sin haber pasado por su realidad más radical: “mueren los otros”; pero también es cierto que en ese morir de los otros casi todos tenemos experiencia de un conocimiento más  real que intelectual, se trata del caso de la muerte de alguien amado. Ahí nos damos cuenta irremediablemente no sólo del hecho teórico y reflexivo del morir humano sino que sentimos en lo más profundo que toda la realidad que somos y queremos está tocada por el carácter mortal y, aún no muriendo nosotros, algo nuestro muere en la persona amada y algo de ella muere en nosotros y nos imposibilita permanecer en la relación y en el amor, haciendo mortal todo lo vivido al quedarle solo el resguardo de un posible recuerdo.

2013-06-24 09.31.37    Desde estas experiencias podemos detectar vitalmente que el hecho de morir no es un momento sino que es una condición que atraviesa toda nuestro vivir  y que se muestra radical en el hecho biológico  de la expiración. Es toda mi  existencia y la  de los otros las que están tocadas de muerte. Desde este planteamiento considero que hemos de recobrar esta dimensión de nuestra existencia y hacernos conscientes de que la muerte no nos visita en un momento determinado y último sino que somos nosotros los que  llegamos a ese momento, del que no sabemos ni el día ni la hora exacta,  y lo vivimos porque toda nuestra vida es un camino con ella y desde ella, pues somos real y activamente mortales.