Vivir la muerte (2)

LA MUERTE, NUESTRA POSIBILIDAD

velas de coloresHablar de la muerte como compañera de camino y afirmar que vivir es morir  nos puede hacer sentir que estamos   en un callejón sin salida que debe entristecernos y que mejor no recorrerlo por no tener asegurado billete de vuelta, pero yo te invito a tener paciencia y andar algo más  en la reflexión para ver si somos capaces de pensar este tema tan nuestro en positivo, descubriendo su lado humano, y ojalá podamos acercarnos de alguna manera al planteamiento franciscano que es capaz de integrar su consideración de la muerte en el ámbito de la fraternidad cuando la llama “hermana” y bendice a Dios por ella.

Normalmente el hecho de la muerte y su carácter existencial en nosotros solemos contemplarlo desde la negatividad y también desde el temor, la tristeza y nos perdemos perspectivas que, sin negar el carácter mistérico de la misma,  nos hablan  de esta condición  mortal caracterizándola como la posibilidad seria y única  que nos llena de dignidad y profundidad en nuestro ser y nuestro vivir.

LA MUERTE HACE LA VIDA ÚNICA

2013-09-22 09.11.55           Ya Simone de Beauvoir  en 1947 reflexionaba sobre la posibilidad de una existencia  sin muerte y advertía cómo la vida quedaría en un juego en el  que nada sería definitivo y serio; estaríamos en un carrusel continuo que nos haría inmaduros e irresponsables, adentrándonos en un cansancio agonizante permanente sin horizonte alguno. Es  la muerte la que nos avisa de  la riqueza y el valor único de cada momento, encuentro, actividad  o relación que vivimos.

Orientar y vivir el momento es lo propio de lo cotidiano y lo que llena de vida la existencia; la conciencia de que morimos todo lo que vamos viviendo y vivimos todo lo que vamos muriendo es lo que nos sitúa con radicalidad y profundidad ante nosotros mismos y  ante los otros y nos da la posibilidad de ser maduros, responsables y libres. Obviar esta dimensión de lo cotidiano no es sino distraerse y no poder entrar en la densidad de lo real y en lo profundo de nuestras personas y de los otros. Rechazar la presencia y el horizonte de lo mortal en nuestra existencia es arrojarnos en una noria cíclica de destino y de lo pasajero sin posibilidad de profundidad  y verdadera eternidad en lo auténtico. Sólo desde la muerte cobra verdadero valor la vida y la posible esperanza de que lo único y auténtico permanezca en la plenitud y llegue a ser eterno.

cúpula         Atendiendo a lo específico cristiano esta es la razón por la que entendemos que la defensa de la permanencia  de los espíritus  tras  la muerte, la reencarnación y otros planteamientos de este tipo son modos que degeneran la seriedad de la vida para suavizar la presencia y radicalidad de la muerte  que nosotros aceptamos como total  y definitiva en el ser humano y por ello como condición que debe ser integrada y vivida.

  Para nosotros  la resurrección valida la realidad mortal con toda su seriedad adentrando toda la existencia en una realidad de vida  que hace permanente  y pleno- eterno – lo que de  por sí ya era único  en su propia limitación. Por eso nosotros confesamos que “cada día es único y tiene su afán” y podemos vivirlo-morirlo con la intensidad de los que aman la vida porque saben vivir la muerte en el horizonte de la esperanza. En este sentido la fe en la resurrección no es huida de la muerte sino asunción  e integración de la misma para fecundarla con la vida y hacer de ella parto y lugar de nacimiento; fecundación y parto que es tarea de toda la existencia de la persona y no sólo de un momento.Cristo Cheles No es casualidad que el dato central de la fe en la resurrección se experimentara y se diera a luz en el contexto de la muerte  martirial en la cruz de Jesús de Nazaret, sin olvidar que la cruz empezó a gestarse en el pesebre de Belén. Vivir con estas claves supone aceptar que lo finito y limitado – lo mortal – tiene capacidad de infinitud y eternidad; el pequeño gesto de saludo, caricia, mirada, lágrima, escucha, trabajo, compasión… está cargado de eternidad y posibilidades.