Escucha y consuelo

Hoy recibo este correo y no puedo menos  que compartirlo en el anonimato para que nos sirva de oración y lectura reposada:
“No diré: no llores; porque no todas las lágrimas son malas.”
J.R.R. Tolkien
 
 
En el entorno de la familia y de los amigos pronto descubres quien sabe conectar con tu dolor. En ocasiones, también descubres esa cualidad en alguna persona que, hasta ese momento,  era para ti una perfecta desconocida. Me atrevería a decir que, unos y otros, tienen un denominador común: escuchan mucho. Hablan poco.
 
Si están cerca de ti, no evitan el contacto; por el contrario, te abrazan, te toman de la mano y, mientras te miran a los ojos, sonríen…Y te escuchan. Tanto en lo que dices, con voz apenas perceptible o con palabras atropelladas porque quieres vaciar tu aflicción a borbotones, como en lo que callas. Con el inmenso amor que emana de la compasión, reciben cada una de tus palabras y de tus emociones, por desoladoras que estas sean, con profundo respeto; sin enjuiciarlas, ni valorarlas.
 
En algún momento, cuando entienden que tu crisis de dolor va remitiendo te hablan. Intuyen que, ¡tal vez! ahora las escuches. Y lo hacen como pidiéndote permiso; de manera casi tímida, suave, pausada… No te ponen frente a frente con los “debes hacer esto y lo otro”; tampoco te regañan porque piensan que lo tuyo ya está durando demasiado. Solo, te hablan.
 
Y no es lo que te dicen, -saben que en un momento lo habrás olvidado-, sino cómo lo dicen, lo que te calma. Sus palabras, sus silencios, te acarician el alma.
 
¡Qué difícil es sostener la pena por el duelo! ¡Qué gran labor la de aquellos que, con enorme generosidad, se adentran sin ambages en lo más recóndito de la aflicción, para ayudar a quienes viven por una pérdida, situaciones  tan dramáticas!
 
Hombres y mujeres, ángeles del dolor que ayudáis cada día a enjugar tantas lágrimas, vosotros, cada uno, sabéis quienes sois. Desde estas páginas, con profundo respeto y amor por lo que representáis para muchos -también para mi- por lo que sois, a todos, ¡gracias!