El regalo de poder besarte

Te seguimos abrazando

Dios es bueno con nosotros y estamos alegres. Ha vuelto a casa y volvemos a estar habitados, el sol y la cruz siguen iluminando en el mismo sitio y a la misma hora pero con nuevo color y esperanza. Hemos pasado unos días en el hospital –desde donde seguimos gritando a favor de una sanidad pública y de calidad como la que tenemos-  tras la dificultad de un corazón gastado y unos miembros que ya comienzan a ser perezosos y agotados en su darse y quehacer. Pero la persona en su lento  y difícil respirar, comer y beber, sigue íntegra y original para todos los que la queremos y los que nos rodean con su cariño y su ánimo. Intentamos seguir viviendo  a su lado y evitar todo  aquello que pueda hacerla sufrir, para que su caminar sea lo más dulce posible.

Y en medio de todo el trasiego una sensación de vida y de fe, sobre todo de agradecimiento al Padre. Sabemos que de Él venimos y a Él volveremos, a su amor creador y creativo, nuestra historia no es otra cosa que camino  y esperanza hacia esa plenitud prometida. Somos conscientes de que mi madre se está acercando al encuentro definitivo con el Padre, en ese cielo que ella sospecha lleno de alegría y de gente que la esperan para hacer fiesta y baile, sobre todo seres queridos suyos que están grabados en su corazón y en su memoria viviente.

Ella no tiene miedo y confía en el buen  Dios que a lo largo de su vida le ha protegido, sobre todo cuando más falta le hacía, cuando los nubarrones del dolor se hacían presentes en la  salud,  en la muerte de los  seres queridos, en las relaciones, en la educación, en la familia… Ahora ella sabe que Dios les está acompañando y va a hacerle fácil el paso de una orilla a otra. De todos modos cuando recibimos indicios de que puede estar más cerca el salto, nos cosquillea interiormente el tener que dejarla, aunque sabemos que ella no nos va dejar nunca desde la comunión de los santos en la que nos ha educado. Por eso nos alegramos cuando la vemos de nuevo en casa, bajo la luz de la puesta de sol que sigue indicando  que estamos en el atardecer de su vida, en la cruz iluminada con el sol cariñoso  y paterno que invita a la confianza plena.

Nos alegramos de que Dios nos permita seguir abrazándola, besándola, hablándole, percibir  que ella nos siente amables,  cariñosos,  cercanos, unidos, esperanzados, alegres, pacientes… Cuántas veces nos hemos reído de su forma de abrazar y besar, escandalosa, repetitiva, sonora, transparente, pública… hasta nos separábamos con cierto respeto humano, sin embargo ahora somos nosotros los escandalosos, repetitivos, sonoros, públicos al abrazarla y besarla, como si nos fuera la vida en ello, como una necesidad. Lo curioso que esto lo hacemos tanto nosotros como todos los que la visitan conocidos y extraños, en el hospital lo han hecho enfermeras, médicos… misterioso y  entrañable. Dios nos bendice dejando que volvamos a abrazarla en su sillón, en su sueño, es un regalo sin precio  ni nombre. El Padre seguro que está deseando abrazarla directamente en su casa y en su mesa –junto a todos los que allí la esperan  con más paciencia y alegría que nosotros-, pero nos está dando prórrogas  de ternura y  sanación para todos nosotros en la continuidad de besos y abrazos. Por eso te bendecimos Padre, y aun sabiendo que cuando esté contigo definitivamente  tendrá la alegría completa, hoy nos alegramos  porque estás completando la nuestra con su presencia callada, dormida, con sus mirada ya entrecortada  pero amorosa y fija como nunca  ¡Gracias Padre!

One Response to “El regalo de poder besarte”

  1. Cuando habla de su mamá siempre me emociono hasta las lágrimas……Mil gracias….