“Olga… hoy estarás conmigo”

“No hay  justicia, pero creo en Ti”

Ha sido un mensaje de watsap, sencillo y directo: “coge el teléfono,tengo algo importante que necesito contarte”. He llamado a José –joven seminarista- y  me lo ha comunicado con congoja: “ha muerto mi tía Olga”;  me he quedado helado, con el frío que da la muerte brutal que rompe y resquebraja. Lo demás por añadidura… el cómo, como una crónica anunciada: Ya te imaginas Pepe… Y he llorado, no he podido sujetar las  lágrimas y lo he explicado a mi madre, una chica que me tenía gran aprecio y cariño ha muerto.

Ahora que estoy aquí solo, en la noche, donde tú  Olga has estado tanto tiempo vitalmente, no puedo menos que recordar – volver a pasar por el corazón- tu persona.  Primero  allí en Olivenza en el instituto, tú siempre inquieta y viva,  adolescente rápida con ingenio e inteligencia, disponible, participativa, y así toda la vida. Te vuelvo a encontrar en espacios de pastoral juvenil, tú siempre “consagrada” sin título ni congregación más allá de tu parroquia y tu gente;   nos volvemos a  comunicar ya en Badajoz, en el instituto de Ciencias Religiosas. Ahí te recuerdo con los ojos grandes, fijos, iluminados…mientras yo avanzaba por el antiguo testamento y por el nuevo con esa pregunta escatológica, nunca resuelta del todo: ¿Hay justicia en la vida? ¿Tiene sentido…? Tú me seguías – qué pensarías por dentro-  y cuando terminaba la clase te acercabas y me acariciabas, me decías  que era  interesante y vivo lo que traíamos entre manos, y me halagabas como profesor y persona. Aprovechabas cualquier hueco para contarme tu vida, tus cosas… y para  expresarme tu cariño  fraterno y filial, a la vez que me solicitabas que expresara que también te tenía cariño. Esta noche, el recuerdo me toca el corazón y siento no haber podido gritarte antes de irte: ¡te quiero un montón Olga!

Pero me acojo al corazón de Dios y  quiero repasar contigo la lección de ese proceso para descubrir la resurrección que hizo el pueblo de Israel que yo te expliqué, pero quiero hacerlo con tu vida. Aquel pueblo tuvo su etapa en la que todo estaba bien y se agradecía la vida, como tú cuando hablabas de tu madre y tu padre, de tu hermana, tus sobrinos, cuánto te habían querido  y querían y los habías querido tú; por ellos todo había merecido la pena. Es más agradecías tu carácter, tu capacidad de relación. Pero igual que el pueblo entró en crisis y en dolor, tú de esto sabías más que nadie. Has recorrido tu desierto y has luchado por la vida, estudiar, formarte, trabajar…todo a tope y bien. Pero la mente ha sido compleja en ti   y tus interrogantes han sido dolorosos; te ha dolido la vida mucho y de muchas maneras, y no porque tú no la buscaras a borbotones y con ganas de vivirla en la radicalidad. Sin duda tú has sido  una experta en Job y en Eclesiastés, seguro que ni podemos imaginar lo que ha sido tu dolor, soledad, vacío sin ninguna razón ni explicación. Israel estuvo así siglos, y tú han sido décadas que se han hecho más que siglos.  Es cierto que siempre hubo un resto en el Pueblo de Dios que nunca  desconfió de El, ni se olvidó, ni dejó  de esperarlo, aunque  todo estuviera negro. Así has sido tú también, nunca te has separado del Padre y de su hijo Jesucristo, siempre  lo  has mirado  y te has agarrado a ellos en la ceguera y en el dolor-Santísimo Cristo de la Expiración-. Cuántas veces te has levantado de nuevo y has querido seguir para la meta.  En tu debilidad y caída siempre has sentido que los otros pudieran sufrir por ti, y has estado unida con una fuerza increíble a tus hermanos; por ellos hubieras dado la vida y has  sentido en lo más profundo como ellos estaban dispuestos a darla por ti. No hace mucho te has abrazado a tu hermana con una fuerza que nadie conoce y ella a ti, como si fuera una despedida sin vuelta, queriendo ganarle la batalla a  la angustia y la muerte. Ese abrazo será eterno, ella contigo y tú con ella, y desde ella con tus sobrinos queridos. Cuánto te han querido y cuánto los has querido tú, no se puede calcular. Por eso están rotos. Quisieron abrazarte y sanarte y lo consiguieron siempre, pero ahora no ha podido ser, la debilidad ha sido más fuerte y astuta  que su cariño.

Tu huerto de los olivos  ha sido más fuerte que tú y te ha destruido, te ha llevado al calvario y te ha sacrificado como una víctima inocente, llena de injusticia y dolor. Pero  seguro que en esa cruz, tú  en tu debilidad habrás puesto tu espíritu en manos del Padre  como siempre lo hiciste y él te habrá abrazado de una manera única, habrá gritado en el cielo: “Tú  eres mi hija amada, en ti me complazco… hoy  estarás conmigo (Meta-emou ¿recuerdas?- en el paraíso”. Sí, seguro que estás junto a Cristo Rey  y tienes ya esa vida eterna de la que hablábamos en clase, la que has escuchado este último Domingo en la misa de tu parroquia. El pueblo de Israel logró entender la idea de resurrección en la experiencia del martirio  y del dolor en su radicalidad más alta, ahí mismo ha tenido lugar para ti la revelación del amor resucitado de Jesucristo, cuando no has podido más y te has lanzado al vacío, no me cabe duda que el crucificado, identificado contigo, se habrá unido a ti en esa caída para liberarte de todo miedo y culpa, para llevarte a la casa del Padre y hacerte una de las fiestas más sonadas de las que se hacen en el cielo. Seguro que habrá habido más alegría en el cielo por ti que por noventa y nueve de las que no se pierden nunca, porque te han econtrado herida,  pero  te han resucitado sobre los hombros del Buen pastor, que te ha entrado con una alegría completa en el Reino de los cielos. Por eso estoy seguro de que  aunque en esta vida no veías la justicia, el sentido , pero nunca dejaste de creer en él, de fiarte en Jesucristo,  ahora que te has encontrado definitivamente con él en su gloria, todo encajará y proclamarás que sí hay justicia, la de Dios que no es la de los hombres y que no cabe en esta historia. Ahora  tendrás que ser tú la que nos ayudes a confiar y creer aunque no veamos la justicia, hasta que nos volvamos a encontrar y seas tú la que nos expliques cómo hemos de entrar por la puerta  de la vida que justifica todo dolor como parto y gestación de lo que está por venir, aunque sea de noche¡

2 Responses to ““Olga… hoy estarás conmigo””

  1. Que reflexiòn màs bonita bonita Pepe.Se nota que eres profundamente contemplativo.
    Cuanto bien me hace leer tus escritos.

  2. Lamento profundamente la muerte de Olga. Fue nuestra compañera en teología. Desde aquí mando muchos besos a su familia y mucho animo.besos para ti Pepe,una carta muy bonita,seguro que seria del agrado de ella y estaría orgullosa. Tu alumna Masu