¿Nos mojamos? El Bautismo de Jesús

¿Mojarse en, por y con Cristo?

Bautismo y tentación

En la fiesta del Bautismo del Señor mi reflexión se hace dialéctica en la tensión del bautismo y la tentación. A lo largo de este curso, un grupo de sacerdotes trabajamos en el Estudio del Evangelio quincenal una cuestión central para nuestro ministerio: “¿Cómo es la relación de Cristo con el Padre y con las personas? En las últimas sesiones hemos tenido entre nuestras manos los capítulos tercero y cuarto de Mateo. En ellos hemos descubierto cómo en el bautismo Jesús (Mt 3) rompe esquemas  y se sitúa como uno más del pueblo en un proceso de conversión y de novedad que se anuncia; pero inmediatamente esa opción graciosa y novedosa – de ruptura y creación-  se hace tensión y tentación (Mt 4). Por eso ante esta celebración de final de Navidad que nos abre el marco del tiempo ordinario me parece de recibo compartir estos sentimientos y llamadas descubiertos en  grupo de revisión de vida ministerial.

En  la reflexión nos hemos percatado de que en nuestro bautismo y,  por ello, en el ministerio somos tentados en lo más profundo de nuestra fe, como Jesús: “Si eres hijo de Dios…” La seguridad no es el horizonte de la relación con el Padre, sino la confianza que se ejerce incluso en la inseguridad y la incertidumbre. No podemos dejarnos vencer por la tentación de la seguridad y el poder, la que nos hace dudar por miedo a perder y arriesgar en la vida; no es por ahí -seguridad, éxito, poder- por donde experimentamos y detectamos la paternidad de Dios, sino en la intemperie de la cruz. Sólo desde la entrega radical se puede vivir “el enseñar, anunciar y curar” propio de Jesús. En el despojamiento experimentaremos la verdadera paternidad del Padre, la que genera libertad auténtica y confianza sin límites. La mirada al horizonte, en el sentir comunitario, nos invita a no dejarnos acaparar ni por la seguridad, ni el reconocimiento del éxito, ni por el poder; a la Iglesia de hoy el Espíritu le pide caminar por la pobreza, la humildad y la debilidad para hacerse creíble. El ministerio eclesial al que servimos reclama de nosotros andar por estos caminos evangelizadores, que nos demandan dejar el acomodo institucional y “salir” desde el corazón del Padre para todo el mundo, especialmente a las periferias; hoy necesitamos conversión pastoral y misionera. El gozo del Evangelio solo nos llegará por el camino del riesgo en la misericordia y la compasión. El papa nos está señalando en esta dirección. Nos interpela la vida de muchos laicos y sacerdotes que viven con pasión y radicalidad su entrega y compromiso, los que rompen sendas trilladas y abren caminos nuevos, los que no se dejan vencer por las estructuras caducas y son creativos, los que nos aguantan la injusticia y se enfrentan a ella, los que traspasan fronteras y establecen puentes con las periferias y ponen a los últimos en el centro de la vida y de la comunidad. Nos anima su testimonio y pedimos al Padre que nos de su Espíritu, el que conduce al desierto y da fuerzas suficientes para vencer al tentador de este mundo y de este siglo. Estructuras, comodidades e inercias que se resisten al evangelio de la verdad, la justicia y la fraternidad;  estructuras caducas que se resisten al evangelio que genera vida y alegría auténticas, que se esconden ante la novedad de un nuevo mundo y una Iglesia nueva, la que renace en el crucificado que ha resucitado y vive para siempre.

 No podemos menos que preguntarnos ante esta invitación de Jesús  a enfrentarnos a la tentación de la seguridad: ¿Por qué cuesta tanto lo que hacen con tanta facilidad los jardineros: podar las estructuras caducas…?  El caso es que el mismo Papa Francisco nos está animando a ello de una forma clara y concisa. Hoy que  estamos celebrando el Bautismo de Jesús, me da por pensar que “Bautizarse en Cristo”, es “mojarse como él” en este mundo, esta historia y también en esta Iglesia para que pueda surgir lo nuevo. A él le costó la vida, pero por eso nosotros podemos bautizarnos y tener su Espíritu. Contemplemos con paz esta invitación a “mojarnos en la vida” que nos viene dado en el mensaje del Papa – bien subrayado en la Evangelii gaudium-:

«En la vida cristiana, y también en la vida de la Iglesia, hay estructuras antiguas, estructuras caducas: ¡es necesario renovarlas! Y la Iglesia siempre ha estado atenta a esto, a través del diálogo, con las culturas …Siempre se deja renovar de acuerdo con los lugares, los tiempos y las personas. ¡Esto siempre lo ha hecho la Iglesia! Desde el primer momento: recordemos la primera batalla teológica: ¿para convertirse en cristiano se debe hacer todo el proceso judío, o no? ¡No! ¡Dijeron que no! Los gentiles pueden entrar como son: gentiles… Entrar en la Iglesia y recibir el Bautismo. Esta fue una primera renovación… y así, la Iglesia siempre fue adelante, dejando que el Espíritu Santo renovara estas estructuras, estructuras de iglesias. ¡No tengan miedo de eso! ¡No tengan miedo a la novedad del Evangelio! ¡No tengan miedo de la novedad que el Espíritu Santo hace en nosotros! ¡No tengan miedo de la renovación de las estructuras!».
«La Iglesia -continuó diciendo el Papa- es libre: la lleva adelante el Espíritu Santo.» El Evangelio nos enseña esto: «la libertad para encontrar siempre la novedad del Evangelio en nosotros, en nuestras vidas y también en las estructuras». El Papa reiteró pues la importancia de la «libertad de elegir odres nuevos para esta novedad.» Y agregó que el cristiano es un hombre libre «con esa libertad» que nos da Jesús, «no es esclavo de hábitos, de estructuras… lo lleva adelante el Espíritu Santo».