“Manolo Cabalo y su descendimiento”

Viático para la vida eterna

En la mañana, al levantarme me he fijado en una fotografía enmarcada del Cristo de la Paz de Cheles, que me regalaron Manuel Rodriguez –“cabalo”- y Ana  Aragüete, matrimonio amigo que me acogieron y acompañaron cuando estuve en aquella primera parroquia. He tomado la imagen con el móvil y la he subido al facebook enlazándola con la segunda lectura de este domingo que nos habla de la sabiduría de la cruz, escondida, misteriosa. A pocos minutos de estar en esta reflexión, veo que en WhatsApp  me llega un mensaje rápido de Charito, hija mayor, anunciándome que Manolo está muriendo en el hospital. Me sobrecoge la noticia, la coincidencia con lo que acababa de hacer con este detalle que siempre me recuerda a ellos, y organizo la mañana para hacerme presente y compartir con ellos estos momentos tan definitivos.

He estado en el hospital a su lado, junto a él, su esposa, sus hijas y yernos, lo he abrazado en su agonía. Al hablarle y recordarle al Cristo de la Paz se ha querido santiguar, también hemos nombrado la virgen del Rosario –enseñando su esposa la medalla familiar de la misma que siempre les ha acompañado- después ha besado  a su hija Charito con ganas, ella le ha acercado un hisopo suave para apaciguar su sed, mojar sus labios y hacerle leve la sequedad de la agonía,  para facilitar la respiración que jadea y  desea el agua de la vida. En esos momentos, Ramón ha musitado con dolor “lo que hay que sufrir para morir”… y yo he participado con sentimiento expresando un deseo fuerte, que sonaba a convicción, “o para nacer a la vida”.

Hace treinta y dos años llegué a Cheles para estrenarme en el sacerdocio, pueblecito de mil y pico de habitantes. Lo recuerdo entrañablemente y siento cariño actual por su historia y sus gentes. Entre ellos me sentí acogido, querido, familia. Un espacio especial, junto a otros,  fue el hogar de Manolo y Ana; acabé sintiéndome uno más de la familia para participar,  compartirlo todo y en todo.  Me hicieron la vida fácil y agradable, encontré una afectividad sincera, permanente y desinteresada como persona y sacerdote. Soy testigo de que esa actitud ha sido permanente para todos los que hemos pasado por esa parroquia.

En Semana Santa tienen tradiciones curiosas que yo fui descubriendo junto a ellos. Recuerdo una en la que Manolo tenía su protagonismo. El descendimiento del Señor de la cruz, en el Viernes Santo,  para depositarlo en la urna y celebrar el santo entierro. Allí estaba Manolo el Viernes santo, con su traje  de chaqueta, digno  y solemne para  la ocasión, que al hilo de las palabras sagradas de Cristo en la pasión, comentadas por  personas del pueblo, iba desclavando ritualmente el cuerpo del crucificado articulado  para depositarlo con abrazo y mimo en la urna. Fue para mí una liturgia gozosa, preparada con ilusión por un grupo amplio y significativo de la gente del pueblo. Recuerdo que la  expresión cristológica “Tengo sed”  fue comentada por el médico, Manolo Leal, que la preparó con mucho esmero. Hoy cuando Charito acercaba el hisopo, preparado para apaciguar la sequedad de la agonía de su papá querido, con llanto sereno y pacífico, lo veía a él viviendo el ritual del descendimiento en su propia persona, ayudado por Ana, su esposa, e hijas. He sentido cómo lo que ha escenificado tantas veces en los rituales de la Semana Santa, acompañar a Cristo en el tránsito de la muerte a la Vida, a la resurrección, hoy lo estaba viviendo en ultimidad en su propio cuerpo clavado por la enfermedad y acabando su caminar terreno. Hoy está siendo desclavado él, con dolor, por el mismísimo Cristo de la Paz  para entrar en la Vida, en la Resurrección con la alegría y la esperanza que siempre le ha caracterizado.

En su rostro agonizante, no perdía la identidad del hombre creyente y lleno de ternura que es. Hoy en este paso quiero confesar que siempre lo reconocí como hombre fiel a Dios –con una oración y fe sincera- y  humano con todos. Nunca vi salir de sus labios condena para nada ni para nadie, sí deseo de justicia social y de verdad. Nunca le oí quejarse de las dificultades de la vida, siempre le vi ganas de saber vivirla a fondo, distinguiendo lo fundamental de lo accesorio y consciente de que cada día tiene su afán y basta con el pan de cada día, como le enseñó su madre. Siempre admiré su sentido del amor a la esposa y el cuidado de ella, adorándola y teniéndola como centro de su vida, compartiendo absolutamente todo y no queriendo vivir nada sin ella que le hacía tan feliz, hace poco gocé celebrando sus bodas de oro. Reconozco que como padre le vi continuamente detalles de transmisión de valores evangélicos a sus hijas, sabiendo buscar siempre los medios para hacerlas felices al máximo, y desde ahí provocar sus mejores deseos y sueños, también en la capacidad de ser bondadosas y auténticas. Transmisión de valores y fe  con los que ha seguido abrazando a todos sus nietos y nietas. En ese ámbito de familia han entrado sus yernos, y a todos han querido, como buenos padres junto a sus hijas. en lo bueno y en lo malo, unidos de verdad en las alegrías, en los éxitos, así como en las tristezas y en los fracasos. Estos sentimientos los tuvo para con la familia, con los amigos, los paisanos y los que necesitaron de él, que siempre le hallaron fiel, teniendo amigos  hispanos y lusos.

Ahora cuando vives tu descendimiento de la muerte a la Vida Eterna,  yo leo creyentemente tu persona y agradezco a Dios mi relación contigo que me enriqueció como  persona, creyente y ministerialmente como sacerdote. Por eso en este momento quiero permanecer en oración contigo, para que en este huerto de los olivos, vengan cuanto antes los ángeles a consolarte y acompañado por el Cristo del descendimiento –a quien siempre abrazaste ritual e históricametne-, puedas salir con tus buenas obras y gran corazón –rico en ternura- al encuentro del Señor de la Gloria, hasta que nos encontremos todos felices en el cielo sintiendo el gozo de la Familia. Y no tengo dudas de que hoy estas sufriendo, pero no para morir sino para nacer en el Padre de un modo nuevo y definitivo, superando todo dolor para siempre en una alegría eterna. Ayúdanos cuando nosotros tengamos que pasar de nuestra muerte a la Vida.