La legión de María, la parroquia y el barrio

Eucaristía de gloria y resurrección
Llegamos hace casi dos décadas a este barrio de la estación de Badajoz. Para mí conocido por los casi veinte años vividos en el seminario como seminarista y como formador, toda mi vida mirando al Seminario aunque ahora sea desde más lejos, no físicamente porque me acuesto y me levanto diariamente con su horizonte. Pero para mi madre era algo nuevo, ella siempre había vivido en nuestro pueblo Granja de Torrehermosa, ahora se venía a vivir conmigo para que no estuviera sólo, una vez que mi padre había fallecido hacía dos años. Era un reto insertarse y hacer su propio camino y sus relaciones. Algunos me dijeron que cómo traía mi madre al polígono el nevero, a las afueras de la ciudad y del barrio. Pero ella se abrió camino y hoy todo el barrio me habla de su persona y me huele a su ausencia.
Esta tarde ha sido una celebración eucarística entrañable en su parroquia de  San Fernando, rodeado de todas sus amigas que han sido vecinas, conocidas, parroquianas, viudas, y la asociación de la legión de María como nexo fundamental, que son las que me han invitado a celebrar con ellas recordando a mi madre como miembro de su asociación. Satu, amiga del alma, nos ha leído la palabra de Dios que nos recordaba como Dios siempre nos atrae con lazos de ternura y de amor entrañable, después el evangelio nos ha recordado como Jesús decía a los discípulos aquello de ir a un pueblo y buscar personas y casas de confianza y permanecer allí hasta el final. Allí estaban todas personas de confianza de mi madre con las que ha estado hasta que se ha ido al cielo.

En la  reflexión me he dejado llevar por la familiaridad que me producían todas las personas que estaban allí participando, con sus cantos,  sus lágrimas, sus risas y respondiéndome con libertad según yo iba hablando y comentando que se cumplía aquella palabra que se acababa de proclamar. Les manifesté como mi madre se había sentido querida, integrada, mimada, valorada en la legión de María, en la parroquia y en el barrio. Se sentía una más de la barriada participando en todo, conociendo toda la realidad, participando activamente en todas las cosas de la parroquia –decía que allí no se podía ir sin monedero porque siempre había que dar para algo-, cofradía, viudas, tómbolas, ferias… Entre todos ella se sentía una más. Por eso, nunca se integró en los espacios parroquiales en los que yo participaba o en mis historias, ella tenía las suyas propias con su personalidad y autonomía humana y creyente, en su barrio y su parroquia. Todo lo compartía conmigo, de tal manera que hoy en la eucaristía les decía según veía sus rostros que de todos sabía montón de cosas, que mi madre las vivía como propias, tanto de alegría, de dolor, de sufrimiento, de enfermedad, pobreza…

En este sentido, les decía que también se cumplía la  palabra del evangelio. Mi madre llegó  y buscó personas de confianza para confiar y para dar la suya.  Recuerdo una anécdota de sus primeros días, salió a comprar y entró en una tienda, al ver cómo compraba una señora le gustó sus modos y su elección,  la siguió a otros comercios –carnicería, pescadería…-, la señora al darse cuenta le dijo que si la perseguía,  ella le dijo que sí que le gustaba su modo de comprar y pensó que donde fuera ella los productos serían buenos. Y también le preguntó que a qué peluquería iba porque le gustaba su peinado. Después se hicieron muy buenas amigas y se reían de esta anécdota. Pero así hizo en todo, también en su ser creyente, se acercó a la parroquia conoció a las personas que participaban y poco a poco fue tomando su terreno para entregarse, vivir y gozar con todos.

Encuentro universitarios 040Los sacerdotes todos, Manuel Amezcua, Diego, Miguel, Ramón, Juan Pablo, Gregorio, Manuel Fernández, Tomás…todos la han querido  y cuidado con un cariño exquisito que le hacía sentirse bien. Desde ahí un grupo cada vez más grande de amigas y hermanas de verdad: Satu, Mari, Ángeles, Paca, Emiliana, Josefa, Estrella, Carmen, MariCarmen, Isabel, Leo, María, Pepe, Juan…  y los espacios: la sala de mayores, cáritas, viudas, asamblea, cofradía… y sobre todo la legión de María de la que hizo miembro -siempre al lado de Mari-, así como su grupo para tomarse las copitas donde cada una llevaba suelto para pagar lo suyo. Las libretas sencillas, con letra pobre pero luminosa de ternura, están llenas de teléfonos. Hoy se me venían a la mente sus viajes, comidas, oraciones, peregrinaciones, vacaciones, Eucaristías, vigilias, rosarios, adoración, Semanas Santas, Cristo…

Yo les comentaba que para ella era fundamental la parroquia, les expliqué porque no le traía yo la comunión y prefería que lo hiciera el párroco  o las personas encargadas de ello, que la visitaran las de la legión, etc. Del mismo modo que la peluquera cuando ya no pudo salir venía a casa a peinarla, le hablaba de todas las  personas del barrio que conoció allí  y después les llevaba sus recuerdos de vuelta, así quería yo que la comunidad cristiana siguiera dándole su vida y su relación. Cosa que agradezco en el alma a todos lo que lo hicieron, bien saben la alegría que le causaba cada vez que algunos de ellos pasaban por la puerta y le traían el sabor y el olor del barrio, la parroquia y el pan eucarístico de la comunidad de la que ella forma parte en vida y corazón. Ella no ha dejado de ser un miembro vivo en la parroquia desde su dolor y su parálisis, siempre interesada por la vida de la parroquia y de los pobres.

Después de la Eucaristía, tras el canto a la Virgen, nos hemos abrazado y hemos reído recordando a mi madre, he llorado con gozo al verme rodeado de todas sus amigas y hermanas de fe con las que ella ha compartido, gozado, orado, cantado, llorado, bailado, comido, participado… una por una nos hemos abrazado, como hubiera hecho ella, les he contado cosas que sabía porque mi madre me comunicaba sus alegrías y sus sufrimientos, así como sus gozos. Ha sido un momento de gloria y resurrección, allí estaba el espíritu, el carácter dicharachero y entrañable de mi madre Dolores. Y la alegría más grande que me han dado, ha sido un comentario cuando con bromas le he pedido que se fotografiaran todas conmigo en el altar como le hubiera gustado a ella para que nos viera desde el cielo abrazados, alguien anónimamente ha dicho: “es como su madre…tiene las mismas cosas y los mismos golpes”.  No había hoy mejor piropo para mí ni mayor consuelo. Gracias.