“Tú, antes que yo” -Stma. Trinidad-

(Fiesta de la Santísima Trinidad, a pie de vida)

“Tú, antes que yo”, no la traigo aquí como norma de educación, sino a colación de la fiesta de la Trinidad y de los últimos acontecimientos que estoy viviendo y me mueven interiormente. Me doy cuenta que somos mucho más tú que yo, es más, que somos yo en la medida en que somos tu para otros. Y esto que es proclamado por la antropología en la visión existencial de lo humano, está refrendado por la teología en la contemplación del Dios trinitario, y se me hace evidente en signos que me abren a la inteligencia de la comunión como la clave de la salvación y el sentido, según se nos ha manifestado en el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. En él descubrimos a un solo Dios, pero no solitario, alguien que se preocupa más de hacernos a nosotros que de ser él.

DIOS PADRE: “POR ELLOS”

No hace mucho volví a pasar una tarde con la asociación “por ellos”, padres que ha vivido la experiencia de la muerte de sus hijos. Quedan marcados de un modo único en la ruptura de su maternidad y paternidad cuando pierden la referencia del hijo que les constituía padres. El ser maternidad y paternidad lo confiere alguien que nos hace tú para él en un sentimiento que es único y que cuando desaparece nos llena de vacío y de ruptura como si muriera nuestro propio yo y ya nada puede volver a ser como antes. El hijo, amando el tú de los padres, los constituye y les da su esencia, por eso no quieren ni pueden olvidarlos, más bien se unen para que seguir viviendo por ellos, para mantener la vela encendida de la esperanza de aquellos que, donde estén, estarán musitando un “abba” (papá y mamá) más fuerte que la muerte. Y yo acojo esta vivencia para entender la clave del Padre en la Trinidad que se constituye, como tal, en el amor que le tiene el Hijo.

DIOS HIJO: “TE ESPERAMOS”

tartaEstás en ciernes, tu yo está dormido y quizás ni iniciado, pero eres un tú grandioso que nos traes a todos de cabeza, y parece ser que hay atisbos de que vas a ser una mujer. Ocho años de casados, con vicisitudes y luchas de lo humano en la salud, lo laboral, etc. Un primer intento fallido y ahora eres tú una ecografía rutinaria, un foto de inicio, y todos nos ponemos a saltar de gozo y de alegría: Mamá, Papá, abuelos, titos, primos, amigos… No eres nada y ya eres todo para muchos. Eres un gran tú cuando no hay todavía nada de yo, o cuando tu yo está siendo totalmente gratuito y donado. Muchos se están organizando la vida ya desde ti, sin estar en este mundo: tu madre estará meses acostada sin moverse para que tú puedas llega bien a la vida, tu papá vive totalmente pendiente de cómo va el curso y sigue trabajando para que todo esté preparado para cuando llegues, tus abuelos se organizan y se turnan para poder acompañar a tu mama y hacer viable este momento. Todo por ti, que no has pedido nada, que aún no eres, pero ya tienes nuestro centro. Y yo acojo este amor hacia ti y comprendo desde él el amor de Dios Padre hacia el Hijo, constituyéndolo desde sus entrañas más profundas: “Tú eres mi hijo amado”; “tú nuestra niña querida”.

DIOS ESPIRITU SANTO: “SÍ, QUIERO”

Acabo de participar en la celebración de su boda y ser testigo de un sí quiero, rodeado de un evangelio que me parece apasionante como es el texto lucano de la providencia. Lo tienen claro su horizonte no es el éxito, ni el poder o la riqueza, han encontrado el amor y eso les basta. Se conocieron casualmente en un pueblo de Zamora, ella es de Salamanca y él de Bilbao, se enamoraron y apostaron uno por el otro radicalmente. De su proceso ha salido un amor esperanzado y entregado, un deseo de construir una familia que se fundamente en el amor y ofrezca al mundo sal y levadura de la justicia y de la fraternidad auténtica. Con ellos oramos, comulgamos, festejamos, comimos, bailamos…disfrutamos, en comunidad frente a cualquier visión egoísta o individualista del querer. El sí quiero juvenil y comprometido de estos dos jóvenes en la bella ciudad de Salamanca uniendo culturas, pueblos, cantos, vidas se convierte hoy para mí en la clave para comprender al Espíritu Santo como relación de amor profunda y absoluta del Padre y del Hijo en el que somos insertados por la gracia.

EL VERDADERO NOSOTROS

Desde el misterio trinitario proclamamos que no podemos ser sin los otros. Y esto no es una debilidad sino un signo de la riqueza de nuestro ser social y comunitario. Por eso nos entendemos divinamente cuando miramos a Dios en su trinidad. Es cierto que creemos en un solo Dios, pero no en un Dios solitario, él se nos ha manifestado en la historia de la salvación como Padre, Hijo y Espíritu Santo, su quehacer nos ha mostrado su esencia amorosa y relacional, que ha sido expresada y derramada en la comunión con todos nosotros. Por eso nos sentimos Hijos del Padre en el Hijo, hermanos en Cristo, y parte de ese amor trinitario en el que nos adentra la acción del Espíritu. Ahí enraíza nuestra Iglesia llamada a la comunión y a ser sacramento de unidad de los hombres entre sí y de éstos con Dios. Creemos nuestro credo, cuando a imagen de nuestro Dios trinitario, creamos la comunidad universal fundada en la fraternidad de una sangre que nos habla de la alianza nueva y eterna. Toda la creación y, con ella, toda la humanidad estamos llamados a explotar en el corazón trinitario y amoroso de lo Divino. Celebrar la trinidad es celebrar nuestra comunión y nuestro horizonte amoroso y divino. Celebración que se encarna en la entraña de lo diario y en hechos de la vida tan cotidianos como el padre huérfano, la niña que esperamos o el amor esponsal que une para siempre.