Bautizar a un niño

EL BAUTISMO DE PÁRVULOS

(Claves teológico-sacramentales del bautismo de niños)

En la Iglesia Católica hemos generalizado lo que al principio no era lo normal, me refiero al bautismo de párvulos. Del bautismo de adultos pasamos con la cristiandad al de párvulos y así nos hemos mantenido hasta hoy, donde parece que la realidad va tocando esa costumbre y  aparecen realidades y situaciones nuevas que tenemos que ir planteando de un modo distinto: adultos que piden iniciar su procesos de fe, niños no bautizados que desean celebrar la primera comunión, etc. Pero lo más común suele ser el bautismo de niños pequeños en todas nuestras comunidades parroquiales. También es verdad que con la vorágine y prisas de la vida, tanto de los sacerdotes como de las familias, la celebración del ritual bautismal suele hacerse con cierta celeridad y con una preparación ligera y repetitiva. Pero, a veces, no es así, dada las circunstancias de los que celebran, esto es lo que nos pasó hace unos días en nuestra parroquia.

Carlos y Eva querían celebrar el bautismo de su hijo Carlos Javier, y me pedían acompañamiento para elaborar la liturgia celebrativa de este paso sacramental con su hijo. Comenzó todo con la reflexión sobre los posibles padrinos para la celebración,  ahí se usaron criterios propios de lo que debe ser un padrinazgo en el oficio ministerial de ayudar a sus padres en la tarea educativa en la iniciación de la fe y de referentes del encuentro con Cristo y su Iglesia, así como de su entrega a los demás. Junto a ellos comenzamos a pensar en los distintos momentos de la celebración: acogida, ritos prebautismales, liturgia de la palabra, las renuncias, promesas y baño, así como los ritos postbautismales. Nos detuvimos en sus significados, en el modo de realizarlos y simbolizarlos en medio de la comunidad, que iba a estar formada tanto por la familia, como por los amigos y los miembros del grupo de revisión de vida cristiana al que pertenecen ellos mismos. Éramos conscientes de que la celebración la hacíamos sobre el niño, pero que los celebrantes éramos nosotros los adultos, allí íbamos a estar celebrando la acción de Dios sobre él, en medio de la comunidad con signos y símbolos que nos hablaban a nosotros, y nos indicaban fundamentalmente cómo actúa Dios en él y se nos revela en esta criatura que es bautizada en Cristo para ser hijo amado del Padre.

Las claves teológicas fundamentales descubiertas – a modo de decálogo- , por y para nosotros, en la celebración bautismal de este párvulo fueron las siguientes:

1.- Se cumple el evangelio de Jesús cuando nos dice que entre nosotros “el último debe ser el primero”. Acaba de llegar y es el centro de todos nosotros, no es un ser anónimo y arrojado en la existencia, sino un ser querido del Padre Dios que tiene nombre propio y singular, lo cual lo expresamos nosotros con el nombre elegido: “Carlos Javier”.

2.- En el bautismo de niños está claro el principio de la misericordia divina, que da sin esperar nada a cambio, mostrándonos que es más importante, ante El, dejarse querer que querer. Por eso le entregábamos  el símbolo de la cruz, de lo que Dios había hecho por él y por todos nosotros. Dios lo quiere sin ninguna razón más que la de su amor que nos sobrepasa, y nos quiere mucho antes de que nosotros podamos comenzar a querer, como hacen los padres con este niño tan pequeño.

3.- La fuerza de Dios se realiza en la debilidad, algo que ha quedado claro en Carlos y Eva cuando ha nacido Carlos Javier. Ellos cuando han recibido a su hijo, en la debilidad total, se han sentido –ungidos- llamados a ser fuertes para él, la debilidad del recién nacido ha descubierto la fuerza de los que quieren y están dispuestos a dar su vida por él. Por eso lo ungíamos con el Óleo de la salvación. Para que cuando llegue la debilidad a su vida, el no dude en buscar la fuerza que Dios da para hacerse fuerte en ella y así pueda vivir el combate del evangelio y la verdad divina de que la fuerza de Dios se realiza en la debilidad entregada y generosa.

4.- La ternura del corazón libera la razón y vence el miedo de la seguridad. Así lo proclamó la Palabra de Dios: desde el profeta Isaías que nos hablaba de un niño pequeño que pastorea las dificultades y hace pacer juntos a los más contrarios como el león y el cordero; desde el apóstol Pablo que señalaba que somos distintos pero tenemos un mismo espíritu, un mismo corazón y somos un solo cuerpo; desde Jesús de Nazaret que se dejaba vencer por los niños y sus miradas, frente a la razón de sus discípulos, avisándonos que había que ser como ellos para poder entrar en el Reino de Dios, y se abrazaba a ellos para bendecirlos.

5.- Y así llegamos al baño, tras las renuncias, promesas y confesión de fe, donde se expresaba la verdad más profunda del misterio celebrado en el gesto del baño: “La muerte ha sido vencida con la vida”. El niño va llevar siempre el nombre de su abuelo Javier, él se enteró de que su vida estaba comenzando y lo esperaba con alegría, se lo imaginaba ya entre sus manos y jugando en su cuello y con sus abrazos. Pero la muerte le llegó rápido, se vivió al mismo tiempo la noticia de quien se gestaba en el seno de Eva y la noticia de que él ya desaparecía de nuestra vista exterior para siempre. Hoy que ya está entre nosotros el niño, con este gesto bautismal, deseamos proclamar que la muerte ha sido vencida con la Vida, que en este niño , Carlos Javier, está el grito divino de la esperanza que va más allá de nuestros límites y nos habla de resurrección y vida Eterna -en especial para su abuelo querido-.

6.- Ahora ya forma parte de Cristo, es sacerdote, profeta y rey. Hemos olido el crisma y percibido su perfume, olor que ya está incrustado en este niño querido, que es y pertenece a Cristo. Nosotros al crismarlo, deseamos de corazón que ese olor de buenas obras y de misericordia sea el que siempre acompañe a Carlos Javier, que todos los que se acercan noten el buen olor de Cristo. En su pequeña vida vemos como Dios nos ha bendecido y perfumado con este milagro humano para que podamos seguir creyendo en él.
7.- Siendo ya Hijo de Dios, ahora le toca vivir la filiación divina, descubrirla y gozarla ejerciéndola. El Padre nuestro –que hacíamos en su nombre- nos abría a esa verdad de amor al prójimo como clave de la vida auténtica del bautizado: “Somos felices, cuando somos felicitantes”. La felicidad la encontramos cuando nos preocupamos de buscarla para los demás, especialmente para los que más sufren. Hoy vemos como los que rodean a este niño son felices viendo que él es feliz.

8.- La fuerza de la resurrección es el amor. Carlos Javier ya está iluminado, en su interior vive la Luz del resucitado, el podrá amar con los mismos sentimientos de Cristo. Esa es la tarea que tienen sus padres, padrinos y la comunidad cristiana cuidar que la luz del resucitado – la del amor- que se ha encendido en su corazón nunca se apague, para que ese corazón nunca sea de piedra en la indiferencia ante el sufrimiento. Ya, desde su pequeña carita y sus gestos, está siendo luz y ánimo para muchos. Ya es capaz de encender ternura en muchos corazones.

9.- Si algo estaba también claro en esta celebración, es lo que proclamó la capa blanca con la que revistieron los padrinos su pequeño cuerpo arropado de fiesta. Una vestidura blanca que hablaba de transparencia y verdad, de limpieza de corazón, como ha de ser el de los que verán a Dios. No hay más transparencia de verdad que su llanto y su risa, su necesidad y su gozo. Su rostro es vestidura de santidad, él es santo porque Dios lo es en él para nosotros.

10.- Y la celebración no podía terminar sin bendición y sin canto a la Virgen de Guadalupe, con ofrenda de una flor blanca y alegre. Bendición de misión y universalidad. No podíamos menos que acoger el deseo de Dios para todos nosotros: “El quiere que cada niño que venga a este mundo, sea entendido, querido, bendecido y bautizado en el amor, como hoy lo ha sido Carlos Javier”, porque la salvación es universal y cuando un niño sufre o muere, Dios sigue siendo crucificado en ellos. Misión tenemos para que ningún niño sufra en el mundo, a trabajar por ellos, que eso es el oficio propio de los bautizados.

José Moreno Losada.