Orar para perdonar las ofensas

ENSÉÑANOS A PERDONAR

Hemos sido bautizados en el Espíritu del perdón, el que da fuerzas para la reconciliación. Pidamos, hoy, esa fuerza como bautizados en Cristo:

Desde la Vida
Padre divino, un nuevo año nos ha abierto las puertas, la humanidad ha sido invitada por la Iglesia a vivirlo con el corazón encendido y alumbrado por la misericordia entrañable de nuestro Dios. Desde el Espíritu de la Navidad el corazón se nos abre, guiados por el Papa Francisco, para mirar nuestra mundo y contemplamos junto a él “un río de miseria y de violencia” que asola y hace sufrir a los humanos. Nuestro corazón necesita salir de la indiferencia y de la realidad envolvente de la dinámica de la ofensa, que hiere y nos deja siempre heridos. No queremos vivir desde la ofensa, deseamos acoger tu invitación paterna para entrar en tu corazón de misericordia y de perdón. Queremos descubrirte en tu misericordia y desde nuestro corazón herido hoy te levantamos nuestras súplicas de hijos pródigos, que deseamos volver a tu casa y ser de tu familia, entrando por la puerta de tu perdón gratuito y amable. Queremos vivir a fondo tu obra de misericordia que nos invita a perdonar las ofensas y todas las injurias:

Perdonarnos a nosotros mismos

Enséñanos a saber acogernos a nosotros mismos en aquellos que nos duele y nos ofende de nuestras propias personas, aquello que no aceptamos con paz y nos lleva a ser ofensivos y violentos con los que nos rodean. Sánanos en nuestra propia soberbia y ayúdanos a reconciliarnos con nosotros mismos, a querernos como somos, a perdonarnos a nosotros mismos para saber perdonar a los demás. Que nunca olvidemos cómo supiste ponerte en la fila de los pecadores, con ternura, para adentrarte con todos en el Jordán y sentir caer sobre ti el agua del perdón y del deseo de la reconciliación personal y universal.

Desde la debilidad y la humildad

Descúbrenos como de la ofensa se sale por la vía de la humildad, que toma la iniciativa y hace del perdón el lugar del encuentro más allá del sentimiento ofendido. Que sepamos ver cómo siendo Dios, el santo, es el que se abaja, por amor humilde, y se acerca a la humanidad a traer un perdón, que no había sido pedido y que no fue reconocido por muchos. Ha sido la divinidad la que se ha acercado para hacerse misericordia, y ha aparecido en el mundo despojado y pobre, manifestando que necesita El de la misericordia de los pecadores. Tú, en la señal de un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre, nos invita a dar los primeros pasos para pedir perdón en la ofensa, haya venido de donde haya venido.

A todos, sin límites

Haznos sentir tu perdón sin límites y la alegría de este poder de perdonar. Que sepamos mirarte en lo alto de la cruz, sanando a toda la humanidad y pidiendo al Padre nuestro perdón sin ningún límite: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Danos la alegría de tu Reino, la que muestra que hay más contento en el cielo por un solo pecador amado que se arrepienta que por miles, que siendo perfectos, no se han abierto a la vía de la compasión y del perdón fraterno. Ayúdanos a entender que el mayor poder que tú nos has dado, a través de tu Espíritu de resurrección, es el de poder perdonar todo, y que sabremos hacerlo cuando hayamos aceptado tu amor y tu perdón gratuito. Amén