El pan amargo de la precariedad (Día del trabajo)

HÉROES HERIDOS Y ANÓNIMOS

El pan nuestro de cada día, la precariedad y las prácticas indignas en los ámbitos laborales actuales…Para que ellos sigan jugando a ser políticos y a darse o no darse la mano…

Sólo hace dos días y sólo me lo cuentas a mí. Llegaba a casa y recibía tu llamada, porque estabas por mi barrio, para saludarme y echar un rato. La verdad que era yo quien había quedado en llamarte a ti para vernos, pero tú no llevas cuenta de quién tiene que llamar. Te apetecía y punto. Bromeé al verte llegar calle abajo, con tu traje de chaqueta y corbata, diciéndote si habías votado a Podemos que ya se ponen pajarita y te reíste a carcajadas. Te pega ir vestido así, porque eres todo un señor, un verdadero héroe.

Estudiaste y te preparaste, tu currículum es bueno en este sentido, en una familia en la que nadie había estudiado, aunque a ti te sabe a poco, porque querrías saber mucho más. Hace poco le has enseñado Madrid a tus hijos, y estabas orgulloso de todas las explicaciones que le habías podido dar, por haber tú sido formado por un tio tuyo que conocía muy bien Madrid. Tenías alegría por haber sido tú el que habías llevado a tus hijos, por primera vez, a la capital y gozar con ellos de esa primicia. Lo cuentas con unas ganas y unas fuerzas envidiables. Te gusta saber y estás dispuesto a aprender. Tienes unas habilidades sociales envidiables, te enfrentas a retos y dificultades con ánimo y venciendo los sufrimientos, que también tienes. Has trabajado siempre con tesón y ánimo, hasta que el hacha de la crisis te cortó cabeza junto a muchos. Nunca has sido ambicioso, sí responsable y trabajador. Ahora llevas años en una lucha tremenda de reformulación de tus trabajos y quehaceres, bicheas a mil por cien para ganarte tu pan y tu sustento, y poder atender a las cosas de tus hijos; se te han saltado las lágrimas porque en los reyes no le han traído lo que ellos han pedido, sino lo que han podido traer, y lo has tenido que revestir de magia y de posible equivocación.

Desde hace unos meses, con una alegría inicial de trabajador ilusionado y capaz, te hicieron un contrato con condiciones que, en principio, parecían dignas, con un fijo y comisiones según trabajo y retos conseguidos. Poco duró la alegría, la empresa sin contar con nadie cambió las normas en un abrir y cerrar de ojos y te dejó en la calle -sin elemento de seguridad que suponía una base fija-, a la intemperie, sin ninguna seguridad, para que comiences de cero cada mañana, cada semana, cada mes, cada año y así te esfuerces más, como el que siente que puede ahogarse. Y ahí te encuentras a la intemperie total, ahora casi a mediados de mes, con mucho trabajo y poco fruto, sin saber que va a pasar, aunque el mes pasado te felicitaron como el mejor trabajador de la zona sur. Les habías dado los mayores beneficios, sin ningún gasto por su parte, sólo entraba en el contrato el desgaste de tu dignidad en la precariedad, y a la vez viendo desaparecer injustamente a otros compañeros que son tratados como puros objetos de usar y tirar, una vez que no dan lo que de ellos se quiere, sin darles las condiciones más mínimas para lograrlo.

Por todo esto, cuando te veo motivado, vestido de traje y con tu corbata, buscando y deseando crear, tragándote tu dolor y tus lágrimas, creyendo en un mañana mejor, haciendo mil cosas complementarias desde cortar y envasar, a volar y soñar por el cielo,me siento orgulloso de ti. De tu amistad y tu gracia, de tu personalidad y paternidad, de tu compañerismo y mundo de relaciones cuidadas, de tu sensatez y trabajo personal de tu carácter y tus emociones, de tu sinceridad y transparencia, de tu prudencia y tu fortaleza, de tu proyecto de vida, los objetivos y los medios con los que te propones alcanzarlos. Y me uno a ti, porque contigo me siento animado, fortalecido, acompañado, caminante, consolado.

Tú me abres la puerta de toda esa gran masa de ciudadanía que cada día en el silencio y en la formalidad de la normalidad son héroes, personas llenas de grandeza en su debilidad, que cada mañana comienzan de cero pero sin dejar de ser ellos mismos nunca, ni de ser para los demás. Ahí veo los tesoros más grandes de esta sociedad, en vasijas de barros, llenas de debilidad pero sobre todo de una dignidad ganada a fuego e intemperie. Os tratan como esclavos, pero sois verdaderos señor. Y no olvides que, cuando en la intimidad callada de tu amistad auténtica regalada para mí, te permites que emerjan tus lágrimas de dolor, agobio, impotencia, rebeldía… en mi presencia, comulgo con el Jesús de Nazaret más auténtico que encuentro en la vida, el que el otro día compartimos cuando te acercaste a la eucaristía, también anónima en una tarde de soledad , porque tú llevas la procesión por dentro. Gracias, Amigo.