Lo que Dios ha unido…

La realidad sacramental del amor

Hoy somos asamblea y comunidad

Ayer no había relación entre muchos de nosotros, nunca nos habíamos visto, ni hablado, y sin embargo hoy formamos una comunidad, una asamblea celebrativa, estamos reunidos por un mismo motivo y la misma razón: la celebración del misterio del amor entre los nuevos esposos. No deja de ser mistérico una comunidad que celebra y se une en torno a la invitación de dos personas que dicen amarse y que están dispuestos a comprometerse en una alianza de vida y de comunión para siempre, abiertos a la vida y a la fecundidad con ilusión y con esperanza. Reconocemos la fuerza que tiene el amor y la amistad que congrega a personas tan distintas y tan distantes, para celebrar juntos la vida, lo que tiene un matrimonio de humano y de divino.

Y lo hacemos en el ámbito de lo divino y de lo sagrado, con Dios por testigo, porque los contrayentes creen en el creador y en el Dios de la vida que fundamenta y realiza lo que él mismo es, porque Dios para nosotros los cristianos no es otra cosa sino amor. O sea, que estamos celebrando un sacramento, una señal de Dios en medio de los hombres que se nos ha dado y revelado en la estas personas concretas que son estos hermanos nuestros. Hasta ahora nuestra vinculación era con uno de ellos, ya fuera como familia, como amigos, compañeros de trabajo, vecinos, pero a partir de ahora por su invitación nuestra relación en cada uno de ellos se amplía y pasaremos a considerarlos nuestros en su relación de pareja, de matrimonio y de familia. Para eso nos han invitado y nos han congregado a todos. Y reconocemos que el buen Dios ha estado de fondo de sus vidas y presente en su encuentro para la relación de pareja y de matrimonio. Somos, por tanto, una asamblea formada tanto por los lazos de lo humano como de lo divino. Nuestro encuentro es celebración de lo auténtico y de lo original que se produce en esta relación de pareja.

El sacramento es proceso de vidas que se encuentran: un misterio desvelado en la historia.

Cada persona es un misterio que arriba a la existencia en la dependencia más absoluta, pero que viene con la fuerza de la vida dispuesto a luchar para hacerse, viviendo en la relación con los otros. Somos tú antes de ser yo, así nacemos y venimos a la vida.

Él fue recibido en primogenitura por sus padres…

Por otra parte, ella, arribada al mundo en lo entrañable de lo rural…

Dos mundos personales que lo han sido rodeados de una multitud de testigos y de colaboradores, sin los cuales no podría ser posible lo que hoy está ocurriendo, porque no hubieran sido posibles sus personas y su capacidad de amar en cada uno de ellos. Por eso esta celebración no podía ser callada ni oculta, porque de algún modo nos pertenecen y les pertenecemos, porque somos parte de sus historias vividas y de alguna manera todos estamos vivos en esta relación y en este enlace. Somos parte del sacramento de sus historias, cada uno desde un lugar, una relación, una perspectiva y unos afectos distintos pero complementarios.

El encuentro y el amor esponsal

Y cuando sus personas estaban maduras, sus caminos conquistados en lo que al mundo y a lo humano se refiere en la configuración de su personalidad y de su profesionalidad, es cuando se conocen y desarrollan esa dimensión de la persona que es única en cada relación, en el enamoramiento de lo común para el deseo de compartir la vida y de mirar en la misma dirección, entregando los sentimientos de modo radical para optar por la otra persona y su historia, en el deseo de formar una nueva familia, de ser tronco con savia de vida auténtica, y poder fecundar aquello que no tiene precio y es lo que más vale en el amor auténtico, como es la transmisión de la vida. Hoy son para nosotros personas capacitadas para amar al otro con una dedicación enamorada, para entregarse sin precio y dedicarse a un vivir compartido que de un sentido trascendente a la persona, llevándola más allá de sí misma, en la creación de un nosotros lleno de alteridad y de misterio en vidas que vendrán para ser amadas y cuidadas como ellos lo están siendo. Ahí se desvela el Dios del encuentro, del enamoramiento, de deseo de la otra persona y de su vida, del compromiso y la entrega, del querer compartir la vida y los sentimientos, de ser fecundos, de caminar y envejecer juntos, queriendo ser mucho más que dos. Y aquí hemos escuchado la Palabra de Dios, la que nos da:

Las claves para amar y vivir en lo que creéis

  • El amor es más fuerte que la muerte y no se puede pagar ni con todas las riquezas del mundo.
  • Lo que más vale en la vida y lo que más felices nos ha hecho no ha sido lo ganado, ni lo conquistado, sino lo recibido en el encuentro con los otros, en las relaciones de familiaridad y compromiso mutuo en la amistad auténtica: la verdadera bondad.
  • A los que aman todo les sirve para el bien: hasta la debilidad y los fracasos cuando se viven en el amor son lugares de salvación y de felicidad, de luz y de esperanza, aunque se den mezclados con el dolor.
  • El amor está llamado a ser cuidadoso, capaz de perdón, lleno de ternura y creativo en fidelidad verdadera, en la que apuesta por el otro siempre.
  • La construcción de un amor verdadero, de una familia llena de profundidad, va más allá del éxito, pasa por la riqueza de lo profundo, de lo diario, de lo sacrificado y entregado, del proyecto querido y consensuado, del diálogo abierto y los caminos nuevos descubiertos, en la generosidad sin límite y en el encuentro permanente que es capaz de romper con sencillez y gracia la superficialidad para ser realmente profundos en la vida.

Vuestro compromiso y nuestro deseo-oración

Hoy aquí no estamos realizando un negocio, ni un trato, sino que somos testigos de un proceso, de un proyecto compartido, de un misterio realizado en la señal de dos personas que se aman y confían en el amor, sin olvidar sus debilidades y necesidades, pero arriesgando en un camino que desean de esperanza y de fecundidad. Hemos venido a la existencia a vivir, pero la vida si no tiene amor se muere sin esperanza, se agota y se acaba, hoy dais un “sí, quiero”, es el verdadero arma que tenemos frente al egoísmo y la muerte. Solo lo que se ama se hace eterno. Nosotros hoy deseamos que seáis eternos, que vuestro amor bendecido por el buen Dios sea para siempre y que nosotros formemos parte de ese amor como testigos y como hermanos.