Aquellas lecciones de Vida Eterna

Otilia, aquella conversación de la Vida Eterna

La imagen puede contener: 1 personaAlgún compañero me reclama que no he escrito nada de carácter escatológico en estas fechas en que celebramos la comunión de los Santos y rezamos por nuestros difuntos. Le digo que lo haré y ahora me dispongo a cumplir con ese deber. Al hacerlo recuerdo que tengo algo pendiente, pues no hace mucho tiempo que Otilia de la Cruz pasó de esta orilla de la vida a la del Padre Dios, deseosa de encontrarse con la vida eterna. A ella me une el haber compartido algunas cosas importantes, pero hoy recuerdo el comienzo de mi relación con ella y quiero traerla a colación para situarme ante las celebraciones de estos días, para entrar en comunión con los amados que se fueron y orar juntos por ellos ante el Padre de la Vida eterna.

El último encuentro

La última ocasión de encuentro directo fue en un paseo por la margen derecha del río Guadiana, en ese espacio tan agraciado que tenemos ahora en la ciudad, ibas paseando este estío con tu esposo y nos dio alegría encontrarnos, para hablar como siempre de la vida, y compartir lo que estaba siendo tu lucha por la vida, tu planteamiento ante la enfermedad y ese espíritu tan característico tuyo de beber la existencia a sorbos, gustando el momento y agraciándolo con posturas de creatividad y de belleza, en la naturalidad del encuentro y del gozo en la relación viva y familiar. Me alegró encontrarme con vosotros, cuando el verano ya estaba venciéndose, pero tú no te dabas por vencida.

Aquella celebración de la vida en la enfermedad

Antes del verano, también había gozado de una velada en tu casa de campo, la que está cerca las de tus hermanos, la que estaba llena de lenguaje tuyo, de formas y de vidas que te caracterizaban y que tú explicabas como obra de lo antiguo, acción de lo nuevo y transformación de tu gusto y de tu mano, el orgullo del que sabe sacar del arca lo viejo y lo nuevo. Me encantó esa fiesta sencilla de vida y luz en la noche, rodeada de familia, tus hijos, tus nietos y algunos hermanos, me agradó formar parte de tu familia en esos momentos en los que tú sabiendo la gravedad de tu enfermedad, hacías de la vida un canto y me invitabas a formar parte de esa mesa y esa casa, como otro hermano con el compartías la fe y la esperanza.

Aquella inquietud  y deseo de Vida Eterna

La imagen puede contener: 1 personaPero hoy quiero enlazar con el comienzo de nuestra relación. Fue en la escuela de Teología, antes de ser Instituto de Ciencias Religiosas, allí estabas tú ávida de saber y gozando con los descubrimientos de la reflexión de la fe, tanto desde el ámbito de lo bíblico como de lo teológico. Nos conocimos en la asignatura de Escatología, en esa materia en la que, abriéndonos a la historia como lugar abierto que propicia la esperanza, escuchábamos la promesa de salvación y el contenido de la misma, en la que el absoluto que prometía, él mismo se hacía objeto de lo prometido, veníamos de Dios y a él volveríamos para que nuestro corazón descansara de su inquietud. Allí nos abrimos al sentido de la vida, a la valoración de lo auténtico, al discernimiento de lo eterno, aquello que puede permanecer porque se fundamenta en el amor. Y se nos abrían los ojos esperando la transformación radical de nuestro ser, aquello de que todo el hombre, todos los hombres, con toda la creación estábamos llamados a la glorificación de la resurrección a ser criaturas nuevas en el amor del crucificado que ha resucitado. Cada clase la vivías con una inquietud inmensa, llena de interrogantes, abierta a profundizar en la esperanza, dispuesta a crear creyendo, a vivir muriendo y morir viviendo cada día, cada instante. Gozabas con los pasos que íbamos dando en la reflexión. Por eso quisiste, cosas de Oti, que un día yo fuera a tu casa para compartir con Ramón, una charla escatológica. Tú compartías con él lo que íbamos exponiendo en clase, lo que ibas descubriendo con la lectura de la obra de Ruíz de la Peña, pero deseabas que yo confirmara con mi presencia un café otoñal de carácter escatológico, y yo rendido allí estuve compartiendo reflexión y gozando de ese encuentro de altura. A partir de ahí nos tratamos con familiaridad y nos ayudaron los medios informáticos para estar en contacto. Ha sido más de una conversación vital y agradable la que he mantenido contigo y con tu familia y me alegro enormemente de ello.

Tu estilo

Notaba en ti un estilo de vida fecundo y creativo, novedoso y lanzado, creído y apostado, esperanzado y vitalista. Desde ahí, no podía ser menos, tu vivencia de la enfermedad ha sido muy sana, has ganado y has ofrecido mucha salud a los que te rodeaban, muchas ganas de vivir y muchísimos momentos inolvidables. No has dejado de estar presente y viva allí donde tú sabías que tenías un lugar y un hueco en el que aportar, aunque fuera con la mayor debilidad, siempre revestida de estilo y grandeza, buscando la belleza de lo natural y agradable. Los que te han tenido sabían que tenían un tesoro, no querían y temían perderte.

Alimenta nuestra esperanza, necesitamos tu respuesta

No hay texto alternativo automático disponible.Ahora, ya has vivido el encuentro de lo definitivo, ya más que preguntas tienes respuestas vivas y directas de lo eterno y lo más bello. Te he dejado este tiempo porque esperaba a que te situaras y que le ayudaras al Padre Dios a reordenar el cielo y a renovarlo, seguro que ya le has dado la vuelta y habrás colaborado con ese acento de mansión familiar de casa de espíritus buenos que son los que habitan esa gloria. Yo sé que no te vas a olvidar de nosotros, ahora eres tú la que tienes que venir a nuestro café de invierno, en el que a veces se siente soledad y frío – lo siento especialmente por Ramón- para hablarnos del calor y del amor de la Vida Eterna, para que en ti gocemos de la comunión de los Santos y nuestros credo sea más vivo y más esperanzado. Viviste la vida a sorbos, no te dejaste ninguno atrás y nos enseñaste a brindar desde el momento por la esperanza de lo eterno, ahora serás luz y referente de lo eterno y nos ayudarás a seguir caminando en nuestra historia que quiere terminar en Vida Eterna, allí donde seguro nos esperas y nos abrazaremos en la estancia que ya nos estás preparando, con tu sabiduría y tu estilo, ahora ya mucho más divino.

José Moreno Losada