Etiopía y la universidad -en el corazón de Adela-

De tal palo, tal astilla…

Si ayer hablaba de Trini, hoy toca escuchar a su hija Adela. En la mañana recibo un watsap extenso y profundo que me escribe desde Etiopía donde ha estado con un grupo de la universidad complutense, para hacer trabajos en un campo de refugiado. Ella es arquitecta y está orientando su saber en el servicio a las realidades pobres del mundo, pasó por los grupos de la Juventud estudiante católica, donde trabajó desde el sentir evangélico las claves del sentido del estudio: ¿por qué, para qué y para quién estudiamos? Escuchemos su reflexión desde aquel lugar:

Buenos días! Escribo desde Shire, al norte de Etiopía. Hemos estado está semana trabajando en un campo de refugiados en aún más al norte, cerca de Eritrea, en Shimelba. Hoy volvemos a España aunque parte de mí se queda en Etiopía y concretamente en Shimelba. Me siento llena de sentimientos que rebosan por todas partes y que tengo que digerir en los próximos días. Tremenda la realidad, dura, con, desgarradora. La brecha…en pleno siglo XXI es brutal e incomprensible. Y aún por encima, surge la paradoja de que la comunidad de acogida está peor que la comunidad refugiada. La pregunta del PORQUÉ no cesa en mi cabeza.

¿Por qué en pleno siglo XXI no hemos superado la pobreza más extrema? Hablando con la población del campo de refugiados y de la comunidad que la acoge, sobre sus necesidades… me he preguntado cómo sería mi vida en este siglo XXI, si no tuviese acceso a energía… no podría cocinar (o lo haría con leña que tengo que comprar o recoger ilegalmente deforestando el entorno, además de provocarme enfermedades respiratorias agudas); no tendría frigorífico donde conservar los alimentos, ni luz en casa, ni lavadora, ni tele, ni ordenador, ni móvil (aunque necesito comunicarme y saber de mi familia en Eritrea)… Pero es que tampoco hay en la calle… no podría (a no querría) salir de noche por miedo, ir a la letrina (casi ni de día, porque tampoco me siento segura)…

Y del agua… comparado con otros campos, no están muy mal, tienen acceso a 30 litros por persona y día. No tienen que hacer mucha cola (en comparación con otros campos, para recogerla)…. pero para qué me daría? De la cisterna del water ni hablamos… No estamos para tirar 6-8 litros (4 las más modernas y sostenibles) cada vez que haga un pis. Adiós al baño, seguramente a la ducha, y dosificar el resto para beber, cocinar, lavar ropa (eso si no tengo que dar de beber a mis animales o regar el huerto que me da los únicos vegetales de la dieta).

En fin… pero si además, como refugiado no puedo trabajar… qué expectativas de futuro tengo? que hago durante todo el día? Y a los niños, qué futuro les espera? Llevan muchos ahí 14 años…

Y ante todo este panorama… Surgen momentos de la esperanza. Te encuentras en el camino chicos jóvenes con un potencial tremendo, listos ágiles, con ganas de hacer cosas. Mujeres fuertes decididas que gritan bien alto que quieren “Vocational Training” para poder trabajar. Hombres activos que también demandan trabajo. Y ¿qué mejor papel puede tener la universidad que la de ofrecer la educación y la formación al servicio de la sociedad? Me siento tremendamente afortunada de haber participado en esta misión. Estoy desgarrada por dentro, pero también llena de esperanza y de alegría porque ESTA es en la universidad en la que creo. Y este es tipo de profesional que quiero ser y … Llegar a encontrar eso en la vida… Es tan alucinante… Qué no puedo dar más veces gracias a Dios por todo lo que me ha dado.

Adela Salas Ruíz