“Mantenerse en pie en una cultura líquida” -Adviento-

Dios justo, entre lo líquido y lo rápido

La cultura fecundada por la liquidez de lo que pasa y la flexibilidad de lo más oportuno y práctico, nos agarra al momento, se cifra en luces cortas, y no es capaz de mirada profunda ni alargada en el horizonte, no hay quien dé a las luces largas del sentido. Y es en esta sociedad y en esta cultura, en la que es difícil mantenerse en pie, los niños, jóvenes, adultos, mayores en la vorágine de lo que tiene precio y éxito muy pasajero, vivimos en una “rapidación” que nos impide entrar en lo profundo y en lo ancho de la vida, en las medidas que posibilitan mantenerse en pie ante la verdad, la justicia y la libertad. Andamos rápidos y rotos, con prisas y sin dirección, desnortados y agotados.

Pero el Dios de la lealtad y la rectitud cumple su promesa y se hace de nuevo nuestra justicia. Va a bajar a liberarnos. Lo hizo históricamente en la sencillez y la pobreza de Belén, vaciado en el Calvario, para llenarnos de vida y gloria. Lo hace cotidianamente permaneciendo cerca de nosotros y arropándonos con un amor tan absoluto como anónimo, desde la luz del día, el pan de la mesa y los hermanos que nos rodean, hasta en los más pobres y débiles que pordiosean nuestra santidad y nuestra bondad, en las migajas del amor de Dios que nos sobre pasa a diario en lo que tenemos y somos. Lo hará definitivamente, cuando nos levante y alce nuestra cabeza hasta la plenitud para acoger nuestra liberación definitiva.

Dinámica liberadora del adviento

Una dinámica liberadora que genera vuelos del verdadero amor mutuo y universal, pero que requiere un proceso de esperanza germinada que tiene un “ya” en tensión con un “todavía no”, una única venida de Dios que se abre trifásicamente para que nos encontremos radicalmente con su amor definitivo y caminemos a la plenitud en lo hondo de su trinidad junto a toda la humanidad y toda la creación. Un proceso que viene marcado por sus venidas y encuentros:

Venida histórica: Decrecer para crecer. El Jesús del Belén y el calvario nos muestran el camino de la venida radical del amor de Dios hecho carne en Jesús, por la acción del Espíritu. Amor que permanece para siempre y que nunca se ha marchado de entre nosotros. Nuestro Dios no nos ha dejado, a veces, puede parecer que no está entre nosotros. Eso ocurre cuando nos embotamos con el vicio de la ceguera de nosotros mismos, nos llenamos de lo que es vacío, y entramos en el agobio de querer guardar lo que se ha de dar, generando divisiones, desigualdades, sufrimientos, pobrezas, que nos hacen mal a todos y no salvan a nadie. Pero él permanece identificado con el olvido en los pequeños y sufrientes de la historia.

Venida sacramental y resucitada: Cuando yo me vaya os enviaré mi Espíritu y todo lo que pidáis en mi nombre os lo concederé. Ahora estás glorioso entre nosotros, sacramentalmente. Nos invitas a ser Iglesia en medio del mundo y sólo nos da como misión, para alimentar nuestra esperanza, que sepamos señalar todos los signos de presencia y acción de tu Espíritu en medio del mundo. No hay día, lugar, historia en la que tu espíritu resucitado no esté cumpliendo su promesa, y no esté siendo y haciendo su justicia. El mundo está lleno de la gloria de Dios, de las acciones y signos del reino de Dios que no tiene vuelta atrás. Sólo el pecado de la seguridad y el éxito nos puede hacer ciegos para no verlo, encerrándonos en una soledad y vacío existencial con nosotros mismos. Cómo necesitamos ser hoy iglesia “en salida” para encontrarnos con el Espíritu del resucitado que cada mañana nos visita y vive con nosotros.

Venida en plenitud: Estad siempre despiertos, vivid en pie. Hay sentido y horizonte, cumplirá su promesa definitiva y lo que pudo parecer tentación se convertirá en regalo y en don: “Seréis como Dios”, el será nuestro padre y nosotros seremos sus hijos en el HIJO, por la acción del Espíritu. Y lo seremos con toda la creación que está gimiendo con dolores de parto ante la nueva creación que se avecina. Y ahí en esa plenitud, nuestro amor colmado, se hará grito de toda la humanidad y de toda la naturaleza, en una armonía viva y definitiva, que cantará para siempre sin fisura alguna: LAUDATO SI.
o Un nuevo adviento para reconocer y amar su Venida a nosotros y acoger su liberación.

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