Orar ante la muerte de Jaime: ¿fracaso de la vida?

Hoy hemos celebrado la eucaristía desde la vida y muerte de un joven pacense, desapareció de casa el 14 de enero y lo encontraron los servicios de la UME cuando extraían el camalote -planta invasora- del río Guadiana el 14 de Febrero. Orar y abrirse al misterio de Dios y del dolor era nuestra tarea, para la celebración:

Hemos escuchado la Palabra de Dios desde el profeta Isaías presentando al siervo de Yahvé:
“¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahveh ¿a quién se le reveló? Creció como un retoño delante de él, como raíz de tierra árida. No tenía apariencia ni presencia; le vimos y no tenía aspecto que pudiésemos estimar. Despreciable y desecho de hombres, varón de dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el rostro, despreciable, y no le tuvimos en cuenta…

Una contexto de contradicción entre la vida y la muerte

Venimos a una celebración llena de contrastes, en un contexto de vísperas de fiestas extraordinarias con motivo del carnaval, venimos llenos de dolor, de tristeza, a celebrar una oración de intercesión por nuestro hermano Jaime. Una muerte que nos entristece y nos llena de interrogantes, misterio, ojalá que también de esperanza, movidos por la fe y el amor.

muerte

Es el contraste de la vida, de la historia, de todos los tiempos… la tensión entre vida y muerte, entre felicidad y desgracia, entre éxito y fracaso, entre alegría y sufrimiento. Nacemos para la vida, para la realización personal con el deseo profundo de ser felices, pero hemos de hacerlo en un valle que también está lleno de lágrimas, de sufrimiento, de muerte. Es la contradicción del hombre, su problema y su pregunta. Contradicción y pregunta que se ha hecho radical en esta persona, en su vida, en su familia… pero es una radicalidad diaria en la historia y en el mundo. ¿Cómo integrar y vivir el dolor y el sufrimiento en la humanidad? ¿Es solución ocultarlo o silenciarlo como pretende nuestra cultura actual y hacemos muchas veces en la educación de nuestros hijos?

El dolor y el sufrimiento, tan propio de lo humano, Siempre será una cuestión pendiente, en la que atisbamos pequeñas luces, a veces pasajeras, a las que nos tenemos que agarrar porque el misterio permanece. Pero es una cuestión que nos sitúa ante la fe, ante el sentido, y ante nuestro propio Dios.

¿DOLOR Y FRACASO?

Más de una vez, nuestro hermano se ha preguntado, desde su dolor, el por qué de su situación. Cómo Dios, sin ser él malo, permitía tanto sufrimiento, que él no podía soportar ni conducir. Es una pregunta que viene acompañando a toda la humanidad, sobre todo cuando se trata de un justo sufriente, de un dolor en el inocente. La propia literatura bíblica hace de la pregunta un libro duro de contraste entre el hombre justo sufriente y Dios, el libro de Job. Ahí no se resuelve el problema del dolor, aunque se avanza en una crisis que pone de manifiesto que la historia no es marco propio para la justicia, que en ella no se realiza una verdadera justicia, porque hay justos que sufren como si fueran injustos e injustos que gozan como si fueran buenos. Si hay justicia debe haberla más allá de la muerte.

descendimiento

A partir de ahí, se plantea una pregunta que siempre será permanente sobre el dolor y el sufrimiento, pregunta que se renueva cada día, y que vosotros estáis viviendo en carne viva y dolorida en estos momentos. Y una pregunta en la que se adentra el propio Dios en la humanidad encarnada de Jesús: cómo no recordar aquí y hoy la pasión de nuestro señor Jesucristo cuando en el huerto de los olivos pedía a gritos y con lágrimas que si era posible pasara de él este cáliz de sufrimiento, aunque resolvió la pregunta adentrándose en el misterio oscuro del dolor confiando en la voluntad amorosa del Padre. O cómo en la radicalidad del sufrimiento de su muerte, cuando no podía más con su vida, gritó “Dios mío, Dios mío por qué me has abandonado”, dándose por vencido. Vosotros, familia de Jaime, habéis pasado por este huerto de los olivos, junto a él, durante años, habéis gritado en vuestro interior, habéis sudado con él la sangre de la impotencia. Sabéis de Cristo de un modo único en este dolor. Habéis sido testigos de su grito de experiencia de abandono y de rendido ya sin fuerzas. Hasta habéis deseado estar en su lugar para que él se liberara, pero somos criaturas, somos limitados, nuestro amor es grande pero no tiene el poder de la resurrección.

LECTURA CREYENTE

Ahora cuando ya todo está acabado en esta orilla,¿qué nos puede quedar?:
cruces

Desde la fe: Nosotros no creemos en un Dios Zeus que mira al hombre como un Prometeo al que quiere dominar con el sufrimiento y el poder, que distribuye penas y enfermedades como castigo por desobediencia. Nuestro Dios, es el Dios sufrido y sufriente, que en Cristo se ha despojado de su rango, se ha hecho siervo como nos ha dicho la primera lectura, se ha desfigurado, para poder entrar en nuestro dolor más grande y profundo, llegando hasta la muerte y una muerte de cruz. Nuestro Dios es el Dios de Jaime, el Cristo, que abrazado a él, con él ha pasado su dolor, su enfermedad, sus límites, su sufrimiento. Y confiamos en que él le ha acompañado cuando ha dado su último grito de abandono y ha expirado. Por eso hoy queremos acoger delante de Dios su vida, su lucha, su tensión, como señal de la cruz y de la presencia de Cristo en debilidad para nosotros. Es más, nos sentimos llamados a dejarnos interpelar con cuestiones muy sencillas para aprender de esta vida y de este proceso en orden a ser más humanos y más compasivos.

Qué lecciones recibimos:
– Todos somos limitados y dependientes, todos necesitamos de todos.
– El dolor y el fracaso forman parte de la vida y hemos de estar preparados para saber vivirlo y compartirlo.
– Todos estamos llamados a no esconder el dolor, el sufrimiento, y sobre todo a no ser indiferentes ante ningún sufrimiento.
– Vivimos apresurados y rápidos sin saber vivir ni valorar cada momento, se nos va el ser agradecidos por lo más sencillo y natural como levantarnos en la mañana, tener ánimo para comenzar el día, poder saludarnos con humor y salud, poder trabajar, amar, andar, mirar, sonreír…porque de qué nos sirve ganar el mundo entero si se nos escapa la vida sencilla de cada día.

Las lecciones, desde esta vida y desenlace, son sencillas, pero nos cuesta entenderlas, las recibimos a diario, pero somos duros de cerviz. Ahora llega la cuaresma, un tiempo que ojalá supiéramos detenernos para entrar en el interior de nuestras personas y leer la vida con los ojos de Cristo, del Evangelio, para saber mirar todo lo que estamos viviendo y lo que está ocurriendo en nosotros y en el mundo que nos rodea. Y para profundizar ante el dolor y el sufrimiento, para preguntarnos en serio si tiene sentido o es inútil, si lo queremos ocultar o vivirlo y fecundarlo, decidir cómo queremos vivirlo

LA PALABRA: El siervo de Yahvé

El profeta Isaías nos ha presentado al pueblo de Israel como un pueblo que será señal para toda la humanidad desde el sufrimiento y el dolor, así le llama siervo de Yavhé desfigurado, sin rostro, ante quien se vuelve la cara porque no gusta verlo. Pero dice que ahí está la salvación y la señal. Nos recuerda a Jesús que se presenta como un niño indefenso y pobre, acostado en un pesebre, como un fracasado crucificado en la cruz y por ahí nos viene la salvación.
Sentimos hoy la invitación de Dios a mirar este dolor y esta muerte desde el amor de Cristo. Cristo lo ha incorporado a él, a su vida, a su cuerpo, esta vida de Jaime y la lleva consigo para injertarla a su esperanza de vida y luz para siempre, allí donde no habrá llanto, ni dolor, ni miedo, ni agobio, ni desesperación, ni confusión…sólo luz y deseo de vivir y gozar para siempre en la casa del Padre, donde un día nos encontraremos todos. El, junto a Cristo glorioso, nos recibirá lleno de alegría con su rostro transfigurado, como hoy lo sueña y quiere sentir su madre.

Ver a Cristo en el doliente y abrazarlo

Quizá nuestro consuelo y sanación pueda estar en ir viendo el rostro de Cristo en este hermano, en este hijo, en este vecino… Vosotros, la familia, queríais que en esta celebración pusiéramos en el altar todo lo bueno que Jaime y vosotros habéis recibido de los demás, todo lo que os ayudado a hacer más fácil la vida y más llevadero lo que había de dolor, sufrimiento y fracaso en vuestra familia. No querías que se olvidara a nadie, ningún detalle, desde su infancia, sus estudios, su juventud, sus trabajos, sus dolores y sufrimientos… ahí entraban todos, amigos, compañeros, profesionales de la salud, residencias, incluso la peña del Real Madrid que le llamaban “el niño” y a él le hacía gracia el apelativo cariñoso de los mayores, hasta los que os han acompañado en los últimos días y momentos de calvario prolongado, profesional o amicablemente. Lo estáis haciendo personalmente, porque no queréis que quede ningún gesto de amor sin agradecer, sin corresponder.
Nosotros hoy estamos aquí para unirnos en el espíritu con vosotros, para acoger la vida de vuestro ser querido y elevarla en Cristo, por él y con él ante el Padre para que le dé la gloria en su misericordia. Queremos que Dios os ayude, en vuestra fe, esperanza y amor a verlo transfigurado y glorificado, como un ángel y una ayuda, como el protector de vuestra familia, que intercede ante Dios como uno de sus hijos más queridos.

Estética, espiritualidad y consuelo

Hoy, el coro Vocalis está interviniendo en esta celebración con el deseo del consuelo, de sentir la emoción de la paz y la serenidad que, desde la estética, la música y el canto hecho arte, nos puedan animar y ayudar a trascender el dolor en esperanza, la oscuridad en la chispa de la luz que nos envuelve en ternura para poder seguir caminando. Nos queda un camino por andar, comienza una etapa nueva, ojalá de vida verdadera y auténtica conversión.Santo, fuerte e inmortal

Nos queda un camino por andar, sobre todo para vosotros los padres y el hermano, comienza una etapa nueva, ojalá de vida verdadera y auténtica conversión. ¿Ahora qué?

RESUCITAMOS POR COMPASIÓN

al atardecer de la vida

Al atardecer de la vida…

Ahora nos queda el amor poderoso de Dios que va más allá de nuestras orillas y nos conduce a la vida eterna, la que no tiene fin como nos dice el apocalipsis, ahora nos toca abrirnos al evangelio proclamado: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados…”. Ahí ha llegado ya vuestro querido Jaime y ojalá sepamos llegar cada día nosotros. Llegar al corazón de Dios, a ser como Jesús nos decía: “Sed misericordiosos como vuestro padre celestial es misericordioso”. Una vez más hemos visto que el sentido, el amor, la serenidad… no se compra, se recibe y se da.Comunión de los santos: Eucaristía y compasión

No hay otro camino para enfrentarnos a nuestra muerte y la de nuestros seres queridos, independientemente de como lleguemos a ella: sólo la compasión y la misericordia nos llevan a la resurrección. Ahora si queremos estar unidos a Dios y a todos nuestros seres queridos, el camino es la comunión de los santos. Nuestra fe, la celebración de la eucaristía en la que recibimos ya en prenda la vida futura y la comunión con toda la humanidad, con todos nuestros seres queridos ya transfigurados por la muerte. Pero lo que más nos vale es la compasión y la misericordia, ponernos delante de cualquier dolor y sufrimiento, frente a toda injusticia, para facilitar la vida a otros, para aliviarla de verdad, para consolar, para animar.

Herida aliviada en la misericordia

La misericordia compasiva será nuestro bálsamo y nos ayudará a aliviar la herida de la ausencia, siempre estará el dolor, el vacío, pero será muy distinto si lo envolvemos con amor, generosidad y compasión. Así seremos dignos hijos de Dios y verdaderos hermanos de Jaime, que ya estará en el cielo, en un abrazo divino que le ha devuelto la mejor de sus sonrisas y el mejor de sus sentimientos, como cuando se abrazaba de corazón en su tierna infancia a todos vosotros.

“Por ellos…”

Por ellos

Por ellos

He tenido la suerte de caminar y compartir sentimientos con la asociación “Por ellos”, padres que comparten con vosotros la experiencia de haber perdido un hijo. Me encanta cómo lo que viven juntos les ayuda a no olvidar, pero sobre todo a compartir la pasión y la esperanza, a ser compasivos y misericordiosos, mucho más de lo que lo eran antes de vivir esta pérdida. Os deseo que también la compasión y la misericordia viva y entrañable de Dios os sirva de consuelo y os ayude poco a poco a ir elaborando vuestro duelo personal y familiar. Que todos hermanos nos vayamos hoy con la esperanza de que Cristo acompaña a Jaime a la Gloria, y con el deseo de ser todos más compasivos y misericordiosos con el dolor de la humanidad que nos rodea.
Que nos consuele la proclamación de nuestra credo en Cristo Resucitado y podamos creer que Jaime junto Que el manto de la Virgen sea ternura para él y para todos:
El manto de la virgen