La iglesia y la ecología, un adviento para soñar despiertos

El adviento nos llama a la conversión para la esperanza, a redescubrir las fuentes y volver a beber aguas de vida y de ilusión esperanzada. No habrá esperanza sin dolor, necesitamos mirar la realidad con el corazón, con compasión y dejarnos afectar por ella. La indiferencia condena a los otros, pero también al que la ejerce, quitándole lo mejor de sus entrañas. Por eso la búsqueda de la esperanza  ha de comenzar por abrir los ojos. La encíclica Laudato si nos indica caminos de reflexión para abrir nuestra mirada a la situación actual, para después invitarnos a la propuesta y el sueño de una ecología integral y de una iglesia que la ejerce

ADVIENTO

Hacia Paraíso
Hacia Paraíso Maria das Dores Rodrigues

La realidad del mundo muestra dolor entre sus esperanzas, y en muchas ocasiones no encuentra razones para la esperanza. La fatiga viene por todo aquello que desespera en las esperas históricas que han de mostrar los caminos de la liberación del hombre en la armonía con la naturaleza, consigo mismo y con los demás. El papa francisco, se ha hecho eco en la encíclica Laudato si, de este clamor que desespera y nos ha llamado a la conciencia y a la consciencia del momento actual, para situarnos en un presente comprometido, de conversión, que sea esperanzador. El dolor afecta y desespera, desfigura la esperanza y, muchas veces, no la hace creíble. El adviento nos llama a la conversión para la esperanza, a redescubrir las fuentes y volver a beber en fuentes de aguas de vida y de ilusión esperanzada. No habrá esperanza sin dolor, necesitamos mirar la realidad con el corazón, con compasión y dejarnos afectar por ella. Darnos cuenta que formamos parte de estas situaciones y que no podemos ser indiferentes a ella. La indiferencia condena a los otros, pero también al que la ejerce, quitándole lo mejor de sus entrañas. Por eso la búsqueda de la esperanza  ha de comenzar por abrir los ojos. La encíclica Laudato si nos indica caminos de reflexión para abrir nuestra mirada a la situación actual, para después invitarnos a la propuesta y el sueño de una ecología integral. Dejemos que  nos ayude en este adviento a despertar y sentir la realidad:

  • – Venimos de vuelta: nos creíamos que el progreso y la capacidad humana, sin más, nos llevarían a la plenitud pero hoy nos damos cuentas que hay cuestiones fundamentales que nos provocan inquietud y que necesitan respuestas rápidas porque están provocando sufrimiento, inseguridad y desconfianza en gran parte de la humanidad.
  •  Nos damos cuenta de que la tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería, crece la contaminación producida por los residuos, incluyendo los desechos peligrosos presentes en distintos ambientes.
  • – Se desarrolla la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos, millones y millones en el día a día, como a las cosas que rápidamente se convierten en basura. Así como el fenómeno de la rapidación, que nos agota como personas y nos expropia de la construcción serena de nuestro interior y de nuestro yo personal y profundo. Vivimos sin calidad de vida, sin calidad humana.
  • – El clima es un bien común, de todos y para todos. Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. Pero aquellos que tienen más recursos y poder económico o político parecen concentrarse sobre todo en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas.
  •  Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre
  • – Las dinámicas de los medios del mundo digital que, cuando se convierten en omnipresentes, no favorecen el desarrollo de una capacidad de vivir sabiamente, de pensar en profundidad, de amar con generosidad. Esto hace que desarrolle una profunda y melancólica insatisfacción en las relaciones interpersonales, o un dañino aislamiento.
  • – Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional. El sometimiento de la política ante la tecnología y las finanzas se muestra en el fracaso de las Cumbres mundiales sobre medio ambiente. Es curioso, como nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo.
  •  La economía asume todo desarrollo tecnológico en función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas para el ser humano. La gente ya no parece creer en un futuro feliz, no confía ciegamente en un mañana mejor a partir de las condiciones actuales del mundo y de las capacidades técnicas.
  • – Hoy, se toma conciencia de que el avance de la ciencia y de la técnica no equivale al avance de la humanidad y de la historia, y vislumbra que son otros los caminos fundamentales para un futuro feliz. Se va tomando conciencia de que las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y simultáneamente para cuidar la naturaleza.

El adviento nos convoca proféticamente a saber mirar la realidad con profundidad y dejarnos afectar por ella. Primero desde la toma de conciencia y el análisis de lo que está ocurriendo en nuestro mundo y después escuchando y buscando los caminos que como creyentes y como comunidad hemos de sembrar y aportar en la ciudadanía universal, en el cuidado de la casa común. Necesitamos una Iglesia profética que sepa sembrar esperanza en este mundo, para eso ella misma tendrá que convertirse y liberarse para poder volar y soñar, ofreciendo caminos de verdadera ilusión esperanzadora, para todos y especialmente para los más desesperados de la historia. ¿Qué Iglesia para este mundo, para este momento? Los vientos y la reflexiones que vamos teniendo en la realidad eclesial apuntan un nuevo modo de ser iglesia y de situarse en el mundo, de construirse por dentro y de relacionarse con la humanidad y sus problemas. El adviento es tiempo para abrirnos a las indicaciones de ese deseo de Iglesia que está intentando extenderse y encarnarse en todas las comunidades cristianas que la conforman.  Por eso debemos aprovechar este tiempo de adviento para repensar y renovar nuestro ser y sentir eclesial, para recuperar su dimensión profética y esperanzadora para el mundo de hoy.

Soñar la Iglesia…para un mundo nuevo, para sembrar esperanza.

I.-   Iglesia afectada:  Porque tuve hambre y sed…

Tu promesa nos habla de compromiso, de encarnación, de hacerte uno de tantos, por eso ante los problemas de la humanidad no podemos ser indiferentes. Tú no estás mostrando que hoy, como nunca, el mundo, la sociedad y los alejados necesitan una iglesia afectada, con sensibilidad profunda y auténtica, y éste es el verdadero tesoro que los cristianos llevamos en vasos de barro para que los demás pueden beber consuelo y esperanza.

 II.- Una Iglesia arriesgada: “Que no nos venza el miedo y el pesimismo, tentaciones del maligno”

La esperanza se fecunda y crece en el compromiso arriesgado. Lo mejor de la Iglesia no se desarrolla cuando el criterio es la seguridad o la conservación –provocados por el miedo- sin más frente al mundo. Tú nos haces ver que la persona y la comunidad cristiana se realiza y se enriquece cuando se abre y arriesga sin miedo para realizar los deseos y sueños más profundos y comprometidos especialmente de los sufrientes. Ante los problemas de hoy tú nos lanzas al riesgo

     III.- Una Iglesia generosa y gratuita: “Deseamos una Iglesia pobre y para los pobres”

Vencer la tentación de la posesión como elemento de seguridad es condición básica para poder vivir lo comunitario y ser comprometidos. El adviento nos invita a la generosidad,  sólo la iglesia que se da y se entrega enriquece y lleva a la plenitud  su realidad sacramental.  El reto es claro, no debemos guardarnos nada ante los sufrimientos y los dolores de la humanidad: “Ha echado  lo que tenía para vivir” (Mc 12,44).

     IV.- La iglesia que busca el verdadero reconocimiento: “ Se despojó de su categoría… Por lo cual Dios lo exaltó..”

El éxito puede ser el mayor obstáculo para llegar a la verdadera y profunda alegría eclesial, que se gesta en la coherencia de lo auténtico y lo original.  Jesús sabía que esa clave ponía en juego lo más importante de la vida de la comunidad: “No tentarás al Señor tu Dios”. El reconocimiento, hoy no puede venir por una defensa de la institución y sus tradiciones, sino por una vuelta a la fuente original del Evangelio, dejándonos purificar y transformar por él.

V.- Una iglesia que sirve: “Os he lavado los pies, haced vosotros lo mismo”

“Sacerdotes, obispos, cardenales o Papa, sin Cristo, y este crucificado, no somos nada”… (Francisco). El poder, tan necesario junto a la verdadera autoridad para el bien común, fuera del contexto del compromiso y la comunidad, se hace cruel e injusto. Hoy necesitamos una iglesia que tenga y use de verdadera autoridad, al estilo de Jesús.

VI.- Una iglesia sencilla y corresponsable: “

En medio del consumo y de la rapidez competititva, nos sentimos llamados, a seguir el estilo de Jesús: los sentó en grupo… y cogió los cinco panes y los dos peces… (Mc 6,30-42) Todo contando con ellos, con los discípulos y con todos los demás, con su realidad y su autonomía personal, para que todos fueran protagonistas del acontecimiento; “Tus cinco panes  y dos peces”, cosa de pocos para muchos, ahí está el misterio de la Iglesia.

VII.- Iglesia de la comunidad y la fraternidad:“acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños”

La claridad del evangelio debe ser fuente de la alternativa a un mundo de relaciones sin calidad humana: “Lo tenían todo en común…” (Act 4,32). La fe es comunitaria y construye comunidad. Una comunidad abierta al mundo: “Id por todo el mundo” (Mc 16,15). Vivir y generar fraternidad… ahí está escondido el misterio de la vida y del reino.

VIII.- Una Iglesia encarnada:“el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura”

Nada más lejos del Evangelio que huir de la vida, la historia, la humanidad. El reino está dentro de vosotros y en medio de la realidad, como los lirios, los pájaros, la pesca, la oveja perdida, la siembra, el padre y el hijo, la mujer que barre en la casa, el administrador, el empresario, el obrero, el viñador, el pastor, la plaza, la sinagoga, el camino, el lago, la orilla, mar adentro… Encarnarse, meterse en el mundo, como la levadura en la masa, como la sal en el guiso, como el grano de trigo en la tierra, todo para darse y entregarse, para hacer el mundo según Dios. Así lo haces y así lo pides a todos los bautizados. El adviento mira a la encarnación y a la resurrección.

 IX.- Una Iglesia universal desde los últimos: “Sed compasivos como vuestro padre celestial es compasivo”

Con verdadera humildad: a nadie debáis nada más que amor. Para los cristianos el texto de Mateo (cap.25) sobre el juicio escatológico no es complementario ni específico, es transversal y general en lo que se refiere a las verdaderas competencias cristianas para las que nos habilita la gracia y no debemos saltarlo por alto u olvidarlo. Y menos debe hacerlo la Iglesia si tiene o quiere  tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús.

X.- Una iglesia de Cristo: “Sin Él, no podemos hacer nada”(Jn 15,5)”

No hay duda, la Iglesia no puede ser sin Cristo: y, si lo hacemos, pierde su valor más auténtico. Vivir desde el Padre es la clave fundamental desde la que vivió Jesús y es lo quiso transmitirnos como elemento central de la fe. Para poder enriquecer al mundo con el tesoro de Cristo y su evangelio, hemos de en el Padre :“Si esto hace con los lirios y con los pájaros que no hará por vosotros, hombres de poca fe” (Mt 6,28).