Desde lo alto, en lo profundo, ante el absoluto de lo real

Transfiguración

II DOMINGO DE CUARESMA
8 de marzo

Desde lo alto

Apartarse, subir a lo alto… es una invitación cuaresmal que no es de ruptura con la realidad, sino un modo nuevo de adentrarse en ella, para que nada quede sin ser vivido en profundidad, incluso el posible fracaso vital de la cruz. Vivir desde lo alto, no supone quedarse en espacios propios protegidos, al margen de la realidad ancha y vasta de este mundo, sino saber vivir con los pies en la tierra y la cabeza en el cielo, para que el corazón en su justo equilibrio sea humano siendo divino y sea divino siendo humano.

El silencio y la oración son laboratorio de salvación, de lectura creyente que es capaz de ver con los ojos de Dios, de juzgar con el corazón de Cristo, y de actuar con la fuerza del Espíritu Santo.

Abrirnos a la mirada del Padre, dialogar con Jesucristo y dejarnos fecundar por las mociones y los deseos del Espíritu dentro de nosotros, es el camino de la vida interior, de la verdadera espiritualidad.

Así seremos humanos, encarnados en un compromiso evangélico fecundo, a la vez que gozaremos y sentiremos la presencia del Dios de lo alto que se hizo pobre y cercano para que nosotros voláramos muy alto. (José Moreno)

Para lo profundo de mí mismo

El papa Pablo VI dijo en una ocasión: “El hombre contemporáneo, fascinado por el mundo, ha salido de su casa buscando fuera de sí mismo la felicidad, y en su viaje hacia fuera de sí, ha perdido la llave para regresar a su propio hogar”.

El camino espiritual es el camino que nos conduce de nuevo a “nuestro propio hogar”. En la segunda parte de la vida, muchas personas, después de haber explorado el mundo exterior, emprenden el camino que les conduce hacia su mundo interior.

Es el camino más largo de todo ser humano, sin salir de casa. Se trata de atravesar el estado egocéntrico, para aproximarse al “mi mismo esencial”. Pues como dice H. von Baltasar: “la persona es un ser con un Misterio en su interior que es mayor que él”, “en el que vivimos, nos movemos y existimos” Gal. 2.20. A las personas que estamos inmersos en un mundo técnico, racionalizado y consumista nos resulta difícil descubrir las dimensiones invisibles de la Realidad.

La mirada técnica es unilateral. No habla al corazón, al centro de nuestro ser. De esta manera, la mirada interior corre el peligro de quedar atrofiada. Nuestra visión de la Realidad se queda en sus aspectos periféricos. Las dimensiones interiores quedan ocultas y, para muchos, parecen irreales. Pero es en ese nivel de profundidad de nuestro ser, donde podemos experimentar, de un modo natural, la unidad de cuanto existe y de la que forma parte la vida humana. El olvido de esta dimensión profunda conduce a “una anemia espiritual” que ha conducido a que la “epidemia más grave del mundo moderno sea la superficialidad”, como atinadamente dice Raimon PanikKar.

El camino de la meditación, bien orientado, puede ser la llave que nos ayude a descubrir el interior que somos, donde “habita” nuestro propio misterio, que toca otro Misterio. (Abdón Rodríguez)

Ayunando en la realidad del absoluto

#Como latas de cerveza*

Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como automóviles que pasaban rápidos por las carreteras
con risas de muchachas y músicas de radios…
Y la belleza pasó rápida, como el modelo de los autos
y las canciones de los radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.

*Ernesto Cardenal*

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