Por la degradación del suelo, Señor ten piedad

Esquilmar los suelos y el destierro de lo humano

 Cuántos desterrados hijos de Eva… No podemos seguir consintiendo una mirada economicista y mercantil de nuestra tierra y sus suelos. Hemos de echar a los mercaderes de este templo sagrado de la tierra que nos da vida y nos acoge como madre, de la que formamos parte y que necesitamos para vivir. Formamos parte de un proyecto integral de vida y de salud, todos estamos llamados a poseer la tierra, pero como peregrinos y como huéspedes, no como  dueños  ni amos faraónicos. Se alzarán contra nosotros en el día del juicio todos los que tuvieron que dejar su tierra, condenados por nuestra ansia ciega de riqueza sin sentido.

Por la Degradación de suelos.  Señor, ten piedad

Ante la degradación de la tierra

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Jose Moreno

Esquilmar la tierra, agotarla, es quedarnos sin fundamento, sin lugar, es desterrarnos. La humanidad desterrada está abocada a la muerte. El pueblo de Israel lo aprendió en el camino de la historia y entendió que la vida y la tierra no pueden separarse, que la tierra es para labrarla y para cuidarla en el amor y la generosidad, el levítico nos lo recuerda: “Cuando coseches la tierra, no llegues hasta la última orilla de tu campo, ni trates de aprovechar los restos de tu mies. No rebusques en la viña ni recojas los frutos caídos del huerto. Los dejarás para el pobre y el forastero» (Lv 19,9-10). No hace falta mucha exégesis. Se entiende perfectamente el mensaje, aunque no seamos agricultores. La biblia nos habla del descanso, para el hombre, para los animales, para la tierra, es algo propio de Dios y lo quiere también para sus criaturas sin distinción. Los dioses contemporáneos, los del mercado y el éxito, son contrarios, no quieren ni permiten el sueño y el descanso. Somos esclavos de dioses que nos hacen esclavizar la tierra y agotarla hasta la muerte.

El papa Francisco (LS71) nos recuerda, en el grito por un desarrollo sostenible, una reflexión tan bíblica y teológica como humana y natural:

“La ciencia y tecnología agrícola más avanzada socialmente, trabaja en la dirección de poner a punto una agricultura sostenible, un desarrollo rural sustentable, y la literatura científica y los medios de comunicación bien formados, nos ofrecen cantidad de razones lógicas para la conservación de los suelos, evitar la degradación de los mismos, y construir un futuro donde sea posible la vida en el planeta. El ser humano, biológicamente necesita de productos de la tierra para su supervivencia, y la tierra, en términos coloquiales, el suelo, en términos más técnicos, es un ente que se forma gradualmente poco a poco, necesita para su formación millones de años, pudiendo ser degradado en tan sólo unos pocos, si se acometen acciones como muchas de las que se han efectuado y efectúan en las últimas décadas o siglos de la historia. “

Nosotros Cristianos, tenemos razones que podemos recordar desde la Palabra del Señor, ella afirma [LS67]: «la tierra es del Señor » (Sal 24,1), a él pertenece « la tierra y cuanto hay en ella » (Dt 10,14).  Será bueno dejar resonar en nosotros esas palabras de Yaveh en el Levítico “La tierra no puede venderse a perpetuidad, porque la tierra es mía, y vosotros sois forasteros y huéspedes en mi tierra» (Lv 25,23). Mirar la tierra como lo hacía Jesús de Nazaret es todo un reto,  el pájaro, los lirios, la semilla, la tierra…, que sólo con la parada, el silencio, la contemplación y la oración, como Él nos enseñó, podemos comprender y sentir. “

Oración

Señor, ayúdanos a ayunar de una cultura productivista y materialista. Que nuestra limosna sea en estos días, dar tiempo, darte tiempo, para que, desde la contemplación en la oración, nos interpeles y nos ilumines. Empújanos con tu espíritu a abrirnos a tu palabra, para descubrir que somos criaturas entre las criaturas, huéspedes en tu tierra, agraciados con un tesoro natural que no es propiedad privada de los individuos, ni de una generación, que nos pertenece a todos y todos pertenecemos a este proyecto esperanzado de cielo y tierra nueva. Haznos sentir que la Casa Común, esta Tierra, no la hemos creado nosotros, es la casa edificada por el Padre para todos, para todas, para acogernos y amarnos siempre. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.