De eso que está uno hablando en esas conversaciones de sobremesa, amigos, familia. Todos reunidos en torno a la mesa. Se habla, se ríe, se comenta. No es una clase doctoral pero es un ambiente en el que las personas terminan por decir lo que piensan con la libertad que da la cercanía con los oyentes.
Sale el tema de la crisis económica por la que no se sabe muy bien si estamos pasando, si hemos pasado o si vamos a

Foto: Javier Arcenillas
seguir pasando para siempre. Sale el tema de los bancos, del dinero que el estado ha dado a los bancos para que salgan adelante, y, casi en paralelo, el tema de los desahucios. Algunos dicen que es tremendo eso de que se haya desahuciado a familias, que no hay derecho, que eso no se debía haber permitido. Pero uno de los comensales interviene con una pregunta de esas que tienen más de afirmación que de pregunta: “¿Vosotros creéis que todas esas familias que han perdido la casa en un desahucio, están viviendo en la calle? Dar por supuesto que todos ellos se han ido a casas de familiares o a otras casas que tuvieran.” Luego siguió hablando y comentando que él conocía a mucha gente que había invertido sus pequeños ahorros en la compra de una vivienda que luego había puesto en alquiler y que, claro, si no le pagaban el alquiler prometido pues que algo tenían que hacer. Y siguió por ahí.
No tuvo muchas respuestas entonces. Tampoco era el lugar ni el momento. Pero es tremendo pensar en la poca sensibilidad que a veces mostramos ante el sufrimiento ajeno. Los datos están ahí y son irrefutables. En el primer trimestre de 2012, según el Consejo General de Poder Judicial –digo yo que nadie se atreverá a discutir su autoridad–, se produjeron 46.559 desalojos forzosos por la vía judicial, 517 al día.
Vale que una parte son de locales comerciales y oficinas. Vale que otra parte son de gente que tenía otra vivienda. Pero aún así podemos estar seguros de una tercera o cuarta parte de esos desalojos fueron de familias que no tenían otro lugar donde ir. Eso significa que en torno a 10.000 familias quedaron privadas de un techo en ese primer trimestre de 2012. ¿No es suficiente para pensar que tenemos un problema grave? Más grave aún si pensamos que después del primer trimestre de 2012 vino el segundo y luego vinieron más meses y más trimestres y más años de crisis.
¿Puede una sociedad aguantar ese dolor y seguir mirando para otro lado? Hacerlo es una forma de crueldad con nuestros semejantes. Hacerlo nos deshumaniza a todos y hace de nuestra sociedad un lugar de injusticia e insolidaridad. El derecho a una vivienda digna está en la Constitución. Pero si no estuviera recogido en un texto legal, también habría que hacer algo. Porque la dignidad de las personas no depende de los textos legales sino de la misma realidad de la persona.
Foto de Portada:Javier Arcenillas
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