Confesiones de un médico

Pedro es mi amigo. Con él he recorrido miles de kms en bicicleta (soy cicloturista, la bici es mi gran pasión desde niño).  Es algo mayor que yo, tiene 56 años, y trabaja como agricultor por cuenta ajena.Ayer me llamó por teléfono su hija: tenía dolor de cabeza y lo notaban distraído, hacía dos semanas que no cogía la bici por “falta de ganas” y se olvidaba de cosas.Llevo demasiados años ejerciendo y he visto ya demasiados casos como para no ser precavido y se me aguzaron las antenas: los síntomas neurológicos, por débiles que sean, deben ser siempre investigados, así que le dije que viniesen hoy durante la guardia.Una exploración física minuciosa ha sido enteramente normal. Sin embargo, lo he notado lento al responder y he solicitado un TAC (un tipo de “radiografía” detallada del cerebro). Cuando lo he visto me he quedado helado: aunque he visto muchos hematomas intracraneales en mis años de médico, nunca ninguno tan grande y potencialmente tan peligroso en un amigo tan cercano.Por suerte llevo muchas horas de vuelo, así que he tenido entereza para explicárselo a su esposa y a él: era necesario operar, y cuanto antes, así que iba a buscar dónde podían operarle en nuestra comunidad autónoma, principalmente rural y sólo con 3 centros con neurocirujano.Hasta ahí no has habido “problema” salvo el mal trago para mi amigo, su esposa y para mí. El problema real ha sido encontrar quién lo operase en un plazo de tiempo de 8-10 horas: lo crean o n0, he ido de Herodes a Pilatos telefónicamente. De nada ha servido que explicase a los neurocirujanos que tenía 56 años, que unas horas podía estar muerto y, finalmente, que era mi amigo personal, apelando al sentimiento o empatía entre “colegas”. Simplemente uno decía que debía operarlo el otro, y así varias llamadas, hasta que, harto, lo he remitido en UVI móvil a nuestro hospital más cercano.No es fácil ejercer en un hospital pequeño y en una comunidad autónoma con recursos escasos: en los hospitales de las grandes ciudades hay plantillas de neurocirugía enormes, sin embargo nuestro hospital de referencia sólo tiene tres profesionales, uno español, uno latinoamericano y uno polaco.  No es cierto que los españoles seamos iguales, al menos en lo que a los recursos sanitarios se refiere. El Estado de las autonomías, al menos en lo que a mí me afecta, el cuidado de los enfermos, es un fangal: yo no puedo enviar un paciente, aun teniendo criterios, a un hospital de otra comunidad autónoma sin una burocracia absurda e insoportable, lo cual es difícil de entender para nadie en su sano juicio, aún menos si está gravemente enfermo, y produce intensa angustia y frustración en los profesionales sanitarios.En mi modesta opinión, en el caso de las súperespecialidades (neurocirugía, cirugía cardiaca, torácica, plástica), sólo una gestión centralizada permitiría un asignación racional de recursos, es decir, que hubiese los recursos necesarios -los que pactasen los “sabios”, en eso ya no me meto- en cada hospital. En la América Latina lo resuelven con el “año rural”: los médicos, antes de colegiarse, deben aceptar un destino durante un año, sólo así las poblaciones rurales quedan medianamente atendidas, antes de que se instalen en las capitales. Algo parecido debería implementarse en nuestro sistema sanitario, al menos para algunas especialidades.Me percibo como “una voz que clama en el desierto: preparad el camino al Señor” (¿dónde he leído yo eso?). Para sobrevivir empleo una estratagema (que me perdonen los exegetas): soy “una voz que clama: en el desierto preparad el camino al Señor”. Yo clamo desde el desierto y además es en el desierto donde se prepara la llegada del Señor. Y les aseguro que el desierto, aunque no carece de hermosura, suele ser un luar hostil donde vivir.

Tags: Sin Categorizar // 2 Comments »