¿Por qué llora un sanitario?

 No sé si han visto llorar alguna vez a un miembro del personal sanitario durante la atención a sus pacientes (médicos, enfermeras, auxiliares …). Tal vez la gente piensa que somos de acero y carecemos de sentimientos. Yo he llorado muchas veces, porque el sentimiento que considero más cristiano y humano es la compasión, es decir, com-padecer, sufrir con: por eso defiendo que hay que dosificarlo, dedicarlo a quien realmente lo merece (no necesariamente todas las personas que lo demandan, hay quien quienes desean ser compadecidos como actitud vital, normalmente necesitarían cariño, compañía, pero no compasión), porque desgasta enormemente.Yo he llorado muchas veces con mis pacientes, al acercarme al sufrimiento profundo de la enfermedad y la muerte inesperada. En concreto, les narraré una ocasión. Ocurrió al poco tiempo de casarme: fui a visitar un paciente terminal, desfigurado por una cirugía de un cáncer de mandíbula, alimentado por una sonda por la nariz y con un goteo continuo de morfina para mitigar sus dolores. Me conocía de hacía tiempo. Le saludé, entonces él me pidió un papel (ya no podía hablar) y escribió: “Doctor, veo que lleva un anillo, eso es porque se ha casado, le felicito”. Mientras escribo estas líneas, ahora mismo, se me saltan las lágrimas, no sólo por el recuerdo, sino por lo que luego entenderán. Aquel hombre, que se moría a chorros, salió de sí mismo y fue capaz de interesarse por mi vida y felicitarme. Aguanté el tipo como pude, me fui a un lavabo y rompí a llorar, conmovido por aquel hombre y su inmensa generosidad y valor.

Ha habido muchas otras oportunidades, también he visto llorar a muchas enfermeras, sobre todo jóvenes. Recuerdo una vez en que le comuniqué a una joven esposa que su marido padecía un cáncer avanzado. Cuando la esposa rompió a llorar, la enfermera también lo hizo y se fue de la habitación. Al rato hablé con ella: su novio la había dejado el día antes. Ahí respondo a la pregunta que encabeza el post: ¿por qué llora un sanitario?. Lo hace porque el dolor que comparte o al que asiste suscita o desata sus propios dolores: la soledad de la enfermera por su desamor, evocado por una joven esposa que también iba a perder un ser querido; el mío al escribir estas líneas, recordando a mi esposa y el tiempo en que me casé, lleno de ilusiones. En realidad, lloramos porque nos sentimos impotentes y asustados ante el dolor y la muerte -como todo el mundo-, pero no ante la del paciente que atendemos, sino ante nuestra propia finitud, nuestra propia soledad cuando nos falte la persona querida, nuestras propias pérdidas, recientes o añejas, nuestos propios desamores.

Es por ello que, por lo general, cuando el sanitario está humanamente centrado y en paz consigo mismo, no es tan frecuente que llore, aunque se siga conmoviendo hasta el fondo de la entraña por lo que ve: habiendo asumido su propia pequeñez, no temiendo la soledad ni la idea de que un día dejará de existir, puede acompañar y aliviar a sus pacientes.

Como he indicado en otros posts, siguiendo las ideas de David Werner en ese precioso libro (del que un día les hablaré más extensamente) “Donde no hay doctor”, las personas que han vivido plenamente por lo general no le temen a la muerte, aunque hay quien teme abandonar el mundo que conoce. En tanto en cuanto vivimos plenamente, dejamos de temer a la muerte y a la soledad, aunque nadie quiera atravesar el duro desierto de la enfermedad y el dolor.

Que Dios les cuide y les bendiga; recen por los enfermos y por quienes les atendemos. Y, cuando vean llorar a un sanitario, consuélenle: tal vez necesite de su apoyo más que ustedes mismos.

7 Responses to “¿Por qué llora un sanitario?”

  1. El lado humano del que ayuda: el cómico, el consejero,el psiquiatra, el médico, el sacerdote… Todos tienen su corazoncito, Quizás abunde más el que se endurece, Como el fosor al que ya casi no le impresiona la muerte, hasta que muere su hijo.
    No obstante yo abogaría por el amor-distancia, pues el que está derrumbado necesita que el que ayude aguante el tipo.
    Recuerdo que atendiendo a una moribunda de cáncer como sacerdote le ayudé a despertar y que aceptara su muerte. Fue maravilloso, cambió por completo. Pero en aquel momento cometí un error: me mostré débil contádole un sufrimiento mío. Con un gesto me reclamó que fuera fuerte. Reaccioné y desde entonces comprendí que en esos momentos mi ego debe desaparecer y mi sentimiento sólo aflorar para apuntalar y animar a los otros. En todo caso resulta reconfortante leer palabras así de un médico, pues suelen, salvo escepciones, ser fríos, y o buenos profesionales o apresurados y expeditivos oficinistas.

  2. Querido Angel: Antes que nada me gustaría preguntarle si su esposa falleció pues “recordando a mi esposa y el tiempo en que me casé” parecen sugerir así. Ojala no sea verdadera interpretación.¿Me lo puede comunicar?.
    Por mi parte cada vez soy más fácil a las lágrimas-quizás sea que me hago mayor- pero tambien creo acertado cuando su artículo explica:”porque el dolor que comparto o al que asisto suscita o desata mis propios dolores”. Ciertísimo.
    No sé si coincido con Lamet cuando habla de distacia: si y no.
    Me parece muy humano con-padecer, solidarizarme desde mi propio dolor, saberse iguales……también en las lágrimas

  3. Hola, Iruña. Gracias por sus comentarios, siempre interesantes y cálidos.
    Mi esposa, Alicia, no ha muerto: desdichadamente nos separamos tras 16 años de querernos mucho y sufrir mucho juntos: ella sufre un trastorno bipolar crónico (enfermedad maníaco-depresiva); la enfermedad fue fuente de muchos padecimientos para los dos: a veces creo que me acerqué a las puertas del infierno para apartarla de ellas, en sus fases depresivas. Eso me desgastó mucho y afectó muchos aspectos de la vida matrimonial. Ahora hace un año, en el contexto de una agudización, marchó con otro hombre. Cuando la medicación la normalizó y volvió, mi capacidad de sufrimiento había sido desbordada. A día de hoy la quiero como el primer día, tal vez más, pero no estoy seguro de que nuestra convivencia fuese humanamente posible. Además, salgo con una buena muchacha, mentalmente sana, y me estoy poco a poco recuperando y rehaciendo una vida que quedó rota. Afortunadamente no habíamos tenido hijos por motivos obvios (la medicación lo desaconsejaba y en mi experiencia en mujeres con problemas mentales serios la maternidad casi nunca es una experiencia venturosa). Esa es, pues, mi historia, que puedo contarle a usted, ya que pregunta y nada tengo que ocultar.
    Respecto al comentario de PM Lamet, entiendo que se refiere a lo llamamos “distancia terapéutica”, imprescindible -aunque no infranqueable ni kilométrica- si uno quiere ejercer con efectividad. Creo que él es duro consigo mismo cuando dice que cometió un error: solamente fue humano, pero es cierto que la persona enferma, sobre todo la moribunda, necesita todas sus fuerzas para sí, es lógico que no pueda com-padecer, su su padecimiento le desborda. Yo siempre he intentado ser consciente de eso estos meses y en otras épocas tampoco fáciles: algunas veces he llorado al abrazar viudas y huérfanos, es obvio que lloraba mi soledad y mis propios dolores, pero nunca se lo explicaba, posiblemente pensaron -no sin razón- que compartía su dolor y lloraba al esposo o al padre perdidos.
    Que tenga un buen día.

  4. Muchas gracias Angel por tu respuesta como siempre llana y llena de luz.Esperaba me hubieras escrito a mi mail sin descubrirte públicamente-aunque nada hay de infame en tu hitoria-Te comprendo perfectamente y estoy seguro que vas a ser muy feliz.
    Mi dolor viene por otros derroteros,quiero seguir en el anonimato.Entiendo lo de PM Lamet, pero sigo pensando que las lágrimas de abrazo al sufriente en nada disminuyen la profesionalidad y hombría del que asiste. No obtante, nos entendemos y estamos de acuerdo.

  5. Hola Ángel, te leo desde que empezaste con el blog. Me impresionó la valentia y sinceridad de tu presentación. Siempre me acerco con temor a tus posts, por miedo a emocionarme en exceso. Hoy me has desbordado.
    Los mejores médicos y sanitarios son como tú sensibles y cercanos. Aunque hay mucho mediocre. Es una profesión para la que hay que tener una clara vocación de servicio. No todo el mundo vale. Hoy leía “Elogio de la vida”, del poeta catalán Joan Maragall, te lo dedico:

    “Ama tu oficio, tu vocación, tu estrella, aquello para lo que sirves, aquello en que realmente eres uno entre los hombres. Esfuérzate en tu quehacer como si de cada detalle que piensas, de cada palabra que dices, de cada pieza que pones, de cada golpe de tu martillo, dependiera la salvación de la Humanidad. Porque depende, créelo. Si olvidado de ti mismo haces cuanto puedes en tu trabajo, haces más que un emperador rigiendo automáticamente sus Estados; haces más que el que inventa teorías universales para satisfacer sólo su vanidad, haces más que el político, que el agitador, que el que gobierna. Puedes desdeñar todo esto y el arreglo del mundo. El mundo se arreglaría bien él solo, con sólo hacer cada uno todo su deber con amor, en su casa.”

    Iruña, lee el perfil del blog. En él Ángel traza su biografía personal. Te sorprenderá.
    A Pedro le preguntaría quién ayuda al que ayuda.

  6. Beatriz: Gracias por indicarme el leer el perfil.No me ha sorprendido porque todo lo que he leído de él hasta ahora es así de humano y diáfano como la exposición de sí mismo.
    Tras leer el perfil me siento un tanto, digamos que estúpido, lo digo porque no habría hecho hoy la pregunta que le he formulado. En fin,que hay que empezar siempre por los pies…por conocer la persona. Gracias.

  7. ¿Por qué llora un blogger?
    Por algo tan hermoso como la esperanza de ser comprendido.
    Pero, tiene frontera la bonita emoción de ser queridos y apreciados: la frontera que linda con la intimidad y la dignidad de otro que busca, asimismo, ser respetado, querido y apreciado.
    No deberías exponer nada concreto sobre tu mujer enferma.

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