Gripe A: un año después

Se cumple un año del primer caso de gripe A en España (un hombre de 23 años que vino de México, donde se habían dado los primeros casos). La Organización Mundial de la Salud (OMS) propagó una situación de alerta sanitaria desmedida, del mismo modo que hicieron todas las autoridades sanitarias del primer mundo, incluyendo las nuestras. ¿Qué queda de todo aquello? Centenares y miles de vacunas compradas por los países que podían costeárselo que no se utilizaron ni posiblemente se utilizarán nunca, millones de comprimidos de un fármaco antiviral de eficacia dudosa cuando no totalmente ineficaz, aconsejado en base a unos datos pretendidamente científicos suministrados por el propio laboratorio que lo fabricaba, miles de mascarillas de alta seguridad almacenadas en sus cajas sin abrir, planes de contingencia en hospitales y centros sanitarios …

¿Mereció la pena aquel esfuerzo y todo el dinero gastado? A la luz de hoy puede afirmarse rotundamente que no. Y a la luz del ayer puede asimismo afirmarse que tampoco lo merecía entonces, de hecho algunos de nosotros tomamos el riesgo relativo de decirlo en público, aunque quizás nadie con el ingenio y de forma tan certera como la Dra. Mónica Lalanda, médico de urgencias del hospital de Segovia, formada en el Reino Unido y que tiene un blog llamado “profesión sanitaria” en elmundo.es

 Esta doctora publicó en su blog una carta sumamente oportuna titulada “vacúnese usted, Sra. Ministra”, dirigida a la ministra de sanidad, quien nunca tuvo –al menos que yo sepa- la gentileza de responderle. En ella defendía que los datos epidemiológicos y científicos que se poseían no hacían aconsejable vacunarse con una vacuna producida “a la carrera”. Su carta recogía de forma certera (y mordaz, pero no irrespetuosa), el sentir y pensar de muchos profesionales y ciudadanos de a pie, tal vez por ello cabalgó por la red y apareció impresa en incontables tablones de anuncios de salas de médicos y personal sanitario en general.

 Conviene también recordar que la Dra. Teresa Forcades, a la sazón monja, colgó a su vez un inteligente discurso en youtube, lo cual según parece le valió una severa reprimenda de sus superiores, de modo que a día de hoy –también que yo sepa- ha desaparecido de la escena pública. Además sus declaraciones fueron ninguneadas y su cualificación para emitirlas cuestionada por pretendidos expertos en lugares tan poco académicos pero de tan amplia difusión como el diario El País. Y un servidor de ustedes aportó también su opinión en unas de mis primeras entradas, cuando más enconado era el debate, sobre una enfermedad en la que había muchas preguntas, pocas respuestas y una prisa irrefrenable por vacunar y tratar. 

¿Qué puede decirse hoy? Que unas 300 personas en España murieron (a pesar del tratamiento con antivirales),  muchísimos menos que los previstos y los que fallecen por gripe estacional (la de cada invierno, unos 8.000). Que tan sólo 5.000 personas requirieron ingreso hospitalario (contra 76.000 en la gripe habitual). Que el 70% de las vacunas compradas por nuestro país no se utilizaron ni posiblemente se utilizarán nunca. Que la mayoría de gente pasó la enfermedad de forma leve, algunos sin enterarse siquiera. Que el consumo de recursos fue enorme. Que la alarma social fue mundial, potenciada por la OMS y los diversos gobiernos y ministerios de sanidad, incluyendo el nuestro, así como casi todos los autonómicos de ésta nuestra España.

 Consiguieron entre todos desatar la sensación de que se acercaba un escenario cataclísmico, bajo el cual en mi opinión subyacía el miedo a la enfermedad y la muerte, lógico pero aumentado en esta sociedad que quiere controlarlo todo y sueña con la omnipotencia. Nada más ridículo: nuestra vida y nuestra salud son algo que se nos regala y no podemos comprar ni asegurar, antes bien en un segundo –como he visto tan palpablemente estos meses aquí, aunque antes ya lo sabía- nuestra vida puede darse la vuelta o perderse, precisamente por su cualidad de contingencia, eso es sabido desde los filósofos de la antigüedad pero parecemos haberlo olvidado.

 Es pues muy probable que por las desmesuradas medidas antigripe suframos distorsiones económicas –que nadie analizará ni cuantificará, y de las que nadie se responsabilizará, porque de la cosa pública nadie lo hace- y laborales, además por una causa injustificada. No sólo eso: nuestra ministra de sanidad sigue apoyando las directrices de la OMS. Y hay quien dice que las críticas que se puedan formular hoy, viendo la realidad tal cual ha sido y no como se pensó (¿o tal vez ideó?) serían “injustas, inapropiadas e irresponsables”. No sólo no aceptaron las voces críticas antes–algunas tan sumamente cualificadas como el British Medical Journal, una de las revistas médicas con mayor impacto y más respetadas del mundo-, ni siquiera las aceptan ahora, cuando somos capaces de ver el inmenso error que se cometió al querer los políticos protegerse las espaldas y que nadie les criticase por no haber tomado suficientes medidas. Antes bien, nuestras autoridades sanitarias se complacen y felicitan por todo lo que hicieron y se dan palmaditas en la espalda y felicitan a la ministra por lo bien que se coordinaron.

 Pues no es así: nuestro sistema sanitario no está para bromas, más bien se halla en la UCI, ya no hay dinero para sustitutos del personal sanitario en periodos vacacionales, de modo que médicos y enfermeras en muchos puestos han de trabajar el doble a cambio de una miseria y es posible que con el tiempo el llamado copago (o aportación económica extra además de la que se detrae de nuestra nómina a quienes tenemos la suerte de tener todavía una) para recibir asistencia sanitaria sea imprescindible para mantener las actuales prestaciones.

 Y eso nosotros, la parte “afortunada” de la humanidad, el primer mundo, que tenemos medicamentos, hospitales, médicos … cientos de millones de personas sobreviven con menos de un dólar al día, su esperanza de vida es apenas mayor de 40 años, jamás ven a un doctor ni disponen de medios para comprar siquiera una aspirina. En nuestro mundo hemos convertido la salud en un objeto de consumo e invertimos sumas estratosféricas en tratamientos innecesarios, en vacunas que nadie utilizó ni utilizará jamás, en estética de la salud (que no en su ética) y puñados de hombres y mujeres jóvenes sufren de rechazo a la comida (que no de su falta), en esa cruel patología que se llama anorexia nerviosa, forma extrema de rechazo al propio cuerpo.

 Porque la amenaza real de nuestro mundo no fue ni es el virus de la gripe A: fue, es y será la miseria, la insolidaridad, la ignorancia, el egoísmo, la injusticia y la desigualdad. Y estoy convencido de que el Dios cristiano (o la madre tierra, o la conciencia cósmica) nos pedirá antes o después cuentas preguntándonos “¿dónde están tus hermanos? ¿qué hicisteis por vuestros hermanos que nada tenían?”.

 Sinceramente, yo no sabré qué contestar.

 Disculpen el tono algo airado de esta entrada, pero hay cosas que todavía me sacan de mis casillas.

 Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.

2 Responses to “Gripe A: un año después”

  1. Muchas gracias Angel
    La valoración de este año que hacemos los médicos de a pié no tiene nada que ver con la que hacen los políticos, que carecen completamente de autocrítica. Es una pena que ho hayan aprendido nada.
    Lo único que se demostró durante la pandemia es que los médicos solemos estar a pié de cañon y que miramos siempre primero por nuestros pacientes. Ojalá pudieramos decir lo mismo de los políticos.
    Un saludo
    Monica

  2. Aunque leo tu blog esporádicamente y en muchas ocasiones no comparto tu opiniones, ni la de las personas que te dejan sus comentarios, he de felicitarte por esta sintesis respecto a la Gripe A. ¡Enhorabuena!

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