Negar la realidad

En medicina negar la realidad es peligrosísimo, normalmente tiene consecuencias funestas para el paciente. Si un médico no se da cuenta o niega una situación grave –por desconocimiento, negligencia o incompetencia- por lo general la situación clínica escapará a su control y la patología empeorará, a veces bruscamente. Y es mejor decirnos a nosotros mismos y decirle al paciente y a la familia (siempre con delicadeza y palabras que puedan entender, y dejando puertas abiertas a la esperanza) que la situación es grave y llamar a las cosas por su nombre: cáncer, sepsis (infección generalizada), lesión medular alta, leucemia, etc.

Otro ejemplo claro lo tenemos en psiquiatría, en esa cruel enfermedad que es la esquizofrenia, forma extrema de negación o alteración de la realidad: el paciente se cree Napoleón o Julio César en vez de Pepito Pérez, de aquella persona que es en realidad. Así la comunicación e interacción con otros seres humanos es casi imposible, es la alienación extrema.

¿A qué viene todo esto? No puedo evitar reflexionar (de nuevo) desde mi profesión de la crisis económica y las medidas del actual gobierno, según parece bajando el sueldo de los funcionarios. Ya lo hice en entradas anteriores, al menos en cuatro de ellas, tal vez anticipé lo que ocurriría en una titulada “Los médicos y la crisis” del 25 de julio del año pasado, mencionando la congelación de los sueldos de los funcionarios. Esto era algo obvio, congelación o reducción como va a ocurrir.

Pero lo más grave no es eso: lo serio es que el actual gobierno haya negado la realidad durante tanto tiempo e intente ahora poner soluciones –si son o no las más correctas es opinable- y no hace muchos meses. Hubo políticos de otros países que tuvieron más cabeza y más valor y llamaron a la realidad por su nombre, un diagnóstico certero es la única forma de afrontar una patología grave. Por ejemplo, el Canciller del Tesoro británico calificó hace más de año y medio el momento que se vivía como “la más grave situación económica que tendremos que afrontar desde la segunda guerra mundial”. Mientras, el gobierno de este país y las autonomías seguían dilapidando el erario público (por ejemplo construyendo hospitales difícilmente justificables) como si nada pasase. Sólo ahora, cuando les obligan desde el extranjero, parece que se ponen manos a la obra.

Ha sido un mal negocio negar la realidad, ahora tal vez el paciente (nuestro país) está demasiado enfermo, que se lo pregunten a los millones de parados y ciudadanos con empleo precario, o a los funcionarios con sueldo magro que lo van a ver reducido.

Porque esa es otra: como personal estatutario de escala superior que soy, no me parece mal en absoluto que nos reduzcan el sueldo: me considero una persona afortunada por tener un trabajo hasta ahora estable (ya veremos en el futuro) y me parece justo que los que más ganamos o tenemos arrimemos el hombro ahora, lo dejé claro en la entrada que mencionaba más arriba. Sin embargo, ¿qué dirán los auxiliares clínicos y administrativos, celadores y otras personas cuyo sueldo es muy inferior al mío? Además, sería razonable pedir esfuerzos y al tiempo meter bisturí en cargos públicos (en el hospital en que trabajé antes hay cuatro cargos para hacer lo que antes hacían sólo dos, es decir se han duplicado sin motivo ni explicación alguna, y todos ellos creados en el último año y medio, en plena crisis), ministerios risibles y mantenimiento de sindicatos que a casi nadie representan. Sin embargo, reducen por ejemplo la cooperación internacional, ya de por sí magra y posiblemente mal gestionada: no es ya que quiten recursos del primer mundo, los detraen de quienes nada poseen allá en el tercer mundo (que no es otro mundo, es el nuestro, el que hemos hecho).

Ahora ya no pueden negar la realidad: el país está seriamente enfermo e ignoramos si seremos capaces de salir del agujero. Hay quien piensa –entre ellos yo mismo- que nos costará más de una generación recuperarnos de las secuelas de esta patología. Para muchos (desempleados sobre todo) ningún efecto tendrán los analgésicos, aquí no hay morfina que valga.

Sin embargo, tal vez ha llegado el momento de la solidaridad y el sacrificio (no hay que tenerle miedo a esta palabra, viene del latín sacrum facere, hacer sagrado) de quienes más poseemos. Por de pronto parece que nos tocan el bolsillo (lo que más suele doler) a los funcionarios. Es un comienzo. Ciertamente a mí no me esperen para protestar en las calles o plazas por la medida, hace mucho tiempo que era necesaria. Harían falta muchas otras, en el mundo sanitario y en otros, pero ésas no las tomará este gobierno.

Recen por los enfermos (los lesionados medulares y hoy nuestro país entero) y por quienes los cuidamos.

One Response to “Negar la realidad”

  1. “”Ciertamente a mí no me esperen para protestar en las calles o plazas por la medida, hace mucho tiempo que era necesaria. Harían falta muchas otras, en el mundo sanitario y en otros, pero ésas no las tomará este gobierno.””

    Angel, sin duda las medidas son imprescincibles desde hace meses pero creo que precisamente las medidas que han tomado no son ni mucho menos las mejores; de hecho son una absoluta verguenza. Yo creo que una huelga general es una irresponsabilidad dada la situcaión pero dejarnos oir en calles, plazas o…. blogs es necesario.
    Un saludo como siempre afectuoso

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