Nochebuena en el hospital
¿Cómo son las navidades en un hospital? Lo primero que me viene a la cabeza es que no son fáciles: a nadie en su sano juicio le gusta estar hospitalizado, y los que estamos por trabajo obviamente pensamos que se está mejor en casa que trabajando. Sin embargo, tanto a pacientes como a sanitarios nos toca estar, así que hay que intentar que pasen estos días lo mejor posible. Además con el tiempo uno se acostumbra a trabajar en este tipo de fiestas, alguien ha de hacerlo.
Salvo en los servicios de urgencias hay poca actividad: por lo general no se realiza cirugía programada ni consulta externa, de modo que sólo permanecen hospitalizados los pacientes graves o que no tienen adónde ir. Otra cosa son los servicios de urgencias y las unidades de cuidados intensivos: las enfermedades graves y los accidentes nunca tienen vacaciones, así que pueden ser días de intenso trabajo.
Es obvio que pasar este tiempo en el hospital induce a la nostalgia: los pacientes recuerdan momentos en que no estaban enfermos. No es nada fácil habitar situaciones de enfermedad y las carencias se hacen más patentes y ásperas en fechas simbólicas como pueden ser éstas. Sin embargo, puede ayudar recuperar el sentido cristiano de la Navidad y reflexionar sobre él, tal vez así el mal trago se haga algo más llevadero.
Al fin y al cabo, rememoramos la presencia de Dios en nuestra tierra, además de un modo concreto (hecho niño y pobre). Dios viene a nuestra vida en el momento y situación en que nos hallemos. Es tal vez más fácil acogerlo en situaciones venturosas, ¿o tal vez no?. La enfermedad nos coloca en situación de dependencia de otros, casi absoluta en muchos de mis pacientes. Dependen de sus familiares y del personal sanitario para las actividades más básicas del ser humano, en algunos casos incluso de una máquina para seguir respirando (tal vez el movimiento voluntario más principal del organismo, ya que el latido cardiaco es autónomo). En cierto modo, hay una vuelta a la infancia más temprana, en que la dependencia de la madre era total. Las circunstancias adversas de la vida colocan a los pacientes en esa situación de necesidad, prácticamente como un recién nacido.
Tal vez es momento de poner sólo en Dios la esperanza, como dice el libro de Arrupe. De poner nuestra mirada en Dios y darnos cuenta que de El recibimos la fuerza, como formuló monseñor Romero en su penúltima homilía de 23 de marzo en Catedral.
Hacer esta reflexión en Navidad –recordar la cercanía especial de Dios- puede sernos de ayuda en circunstancias difíciles. Sin embargo será imposible si nos limitamos al aspecto profano de la navidad. Es bonito compartir una comida (no necesariamente cara o lujosa) y unos regalos con aquellos a quienes queremos, pero ayudará más vivir en lo profundo el hecho que celebramos.
Es Navidad en el momento vital en que nos encontremos: sanos o enfermos, trabajando o en paro, acompañados o solos, ricos o pobres. El mensaje trascendente es que Dios está sencillamente a nuestro lado y nos dice “paz en la tierra a los hombres a quienes Dios quiere tanto”.
Que pasen buenos días de Navidad y no olviden rezar por los enfermos y por quienes los cuidamos. Se lo deseo y pido en esta Nochebuena de 2010, de guardia en el hospital en que trabajo.
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