De Escherichias y pepinos

Han pasado casi dos meses desde que se comunicaron los primeros casos de una enfermedad infrecuente llamada Síndrome Hemolítico Urémico (SHU en su abreviatura), que cursa con alteración de la función renal, anemia por destrucción de glóbulos rojos y disminución de plaquetas, los pequeños corpúsculos sanguíneos que ayudan en la coagulación de la sangre. Estos casos ocurrieron en la ciudad de Hamburgo y han supuesto el más grave y reciente brote de infección por la bacteria Escherichia coli en Europa, siendo además esta bacteria excepcionalmente virulenta y resistente a algunos de los antibióticos más utilizados

 Hasta el 24 de junio se habían comunicado 3222 casos, de los cuales 810 sufrieron este tipo de síndrome (aproximadamente el 25%) y el resto un cuadro de gastroenteritis (dolor abdominal, diarrea con sangre, vómitos). 39 pacientes habían muerto. La mayoría de afectados, tanto con diarrea como con el SHU han sido adultos, lo cual es altamente específico de este brote epidémico en el norte de Alemania.

 Es decir, desde el punto de vista médico se trata de un brote epidémico grave e infrecuente en un país desarrollado, que ha producido una intensa alarma en Alemania y en el resto del mundo occidental (para el 17 de junio ya se habían comunicado casos en otros 15 países, en personas que habían viajado al norte de Alemania, donde se infectaron con la bacteria). Me temo que para un médico internista como yo es comprensible que los alemanes se precipitasen al intentar aislar el causante alimentario del brote, fuese pepino, soja o cualquier otro producto crudo, y en cuanto tuvieron un posible indicio epidemiológico (por débil que fuese) lo investigaron y arrinconaron al alimento sospechoso. No podían hacer otra cosa dadas las circunstancias.

 Hasta aquí los datos digamos puramente médicos. Al margen quedan los perjuicios ocasionados al pepino que exportamos desde España, en el que creyeron identificar el origen de la epidemia. Llama la atención que los alemanes, con un sistema sanitario tan sumamente potente, no hayan sido capaces a día de hoy de saber a ciencia cierta cuál fue el responsable, y en medicina (no digamos ya en política) no hay nada peor que la incertidumbre, máxime cuando el brote, aunque con menor intensidad, continúa.

 He esperado a escribir sobre esta enfermedad a que pasara el “calentón” mediático con el daño producido a nuestros pepinos. Además hace poco que se ha publicado el primer artículo preliminar sobre la epidemia (en el número de 22 de junio del New England Journal of Medicine, la más respetada revista de ciencias biomédicas), con los datos clínicos y epidemiológicos, aunque sin hacer casi mención de una posible causa (en el último párrafo se dice –traduzco- “Se sospecha que productos crudos o condimentos de ensalada puedan ser el vehículo alimentario”).

 Queda para economistas y ¿políticos? analizar lo que se debía o no hacer desde un punto de vista económico. En este complejo sistema de mercado es difícil acertar. Pero para un médico el caso es relativamente sencillo y directo: cuando se sospecha el origen de una epidemia, aun cuando no se tenga evidencia, no queda otro remedio que trabajar con hipótesis, y la del pepino fue plausible.

Mi reflexión va por otros derroteros: impresiona el temor que nos produce (en Alemania y en todas partes) lo desconocido, las epidemias,  lo incontrolable. Es conveniente vivir el presente, no vaya a ser que de venga una bacteria inesperada y nos decapite el futuro. También es conveniente reconocer y agradecer lo que tenemos: en Alemania, con sus refinados sistemas de saneamiento y un modélico sistema sanitario, se han infectado algo más de tres mil personas, con menos del 2% de mortalidad. Mejor no pensar lo que ocurre en los países del sur, azotados por epidemias que producen miles de muertos, sin sistemas de saneamiento adecuados ni recursos sanitarios. 

Aprovecho para decirles que si Dios quiere este año me iré mi mes de vacaciones a colaborar en unos dispensarios rurales en Zambia, al cargo de las religiosas “Batistinas” (no existen aquí en España). Tal como hice el año pasado desde Sierra Leona, intentaré contarles lo que allí vea y aprenda.  Por lo demás la vida en el hospital trascurre en verano sin (afortunadamente) grandes eventos, con algunas plantas cerradas, menos actividad en otras y sin cambios en donde yo estoy, así que aquí seguimos haciendo todo lo que podemos por los pacientes (y ellos por nosotros, porque les aseguro que es mucho lo que nos enseñan). Y capeando la crisis como podemos, porque hay gente en auténticas dificultades y no cesan los rumores y las incertidumbres (en nuestro caso de funcionarios sobre el salario mensual).

 Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.

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