Otra vez el hambre

 No parece que suscite ya mucho interés: hay sequía (y guerras interminables) en el cuerno de África y la gente (mujeres, niños, hombres) se muere de hambre. Sólo algunas fotos en los diarios, tal vez algún comentario en los noticiarios.Estamos mucho más preocupados por cosas más cercanas: el mal momento económico, la incertidumbre de si cobraremos el sueldo y cuándo, los zarandeos políticos, las vacaciones (quien tenga la suerte de tenerlas). Y por cosas todavía más humanas y más profundas: la salud de nuestros familiares, la propia a veces, nuestros amores y desamores.

 Pero debemos mantener los ojos abiertos y ocuparnos de nuestros semejantes, cada quien en el el lugar donde se halle. Y ocuparnos también de los que están lejos: algo muy profundo falla en este mundo nuestro para que siga muriéndose la gente de hambre, en hambrunas como las africanas o en ese goteo continuo de otros países del tercer mundo (y del segundo, y de los pobres de nuestro propio “cuarto mundo”).

Mi primera intuición del hambre se remonta a la infancia, en aquel terrible país que se llamó Biafra, aquellas fotos de niños malnutridos, piel y huesos, moscas, heridas. Ahora, ya adulto, sé que la culpa la tuvieron la guerra y la codicia, y la injusticia del norte contra el sur, del occidente en el que nací y en el que vivo.

Luego ha habido muchas otras hambrunas, cada vez transmitidas más en directo, la muerte en vida. Nos han conmovido por un tiempo, el que han durado los titulares de los telediarios, para olvidar luego. Hemos dado lo que hemos podido cuando hemos podido, a órdenes religiosas (que llevaban mucho tiempo allí y se quedarán mucho tiempo después), a ONGs (que llevaban muy poco tiempo allí o ninguno y se irán muy pronto después), pero el problema es de más dentro, de las estructuras de un orden económico injusto. Sólo pensarlo da miedo y desanima, se siente uno impotente.

 Por eso comparto con ustedes mi impotencia y mi desconcierto, confuso en un país que parece desnortado, en una sanidad en la que nadie habla claro, la nómina de este mes incierta, un familiar muy querido enfermo (esas preocupaciones tan cercanas que mencionaba antes). No es un buen momento, pero hemos vivido otros malos antes y salido de ellos.

 A la otra situación, la del hambre, no le veo salida: hay más sensibilidad que antes hacia las víctimas y la conciencia clara de que hay causa (la injusticia del norte rico) y un remedio (estructural, internacional, financiero, además de la solidaridad personal), pero mientras se pone en práctica (si es que se hace alguna vez), habrá que seguir poniendo pequeños parches, una gota en el océano.

Disculpen mi tono pesimista, pero es el que hay a veces.

 Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.

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