¿Maldad o enfermedad?
La mayor parte de ustedes, sobre todo los que hayan vivido más tiempo y más situaciones vitales, comprenderán perfectamente a lo que me refiero: a lo largo de nuestra vida nos tropezamos con numerosas personas que no sabemos a ciencia cierta si son malas o están enfermas. Las habrán conocido en el ambiente de trabajo, en su familia o en su comunidad. Son esas personas que aparentemente sufren como consecuencia de su conducta, pero sobre todo hacen sufrir a otros.
Su “enfermedad”, si es que existe, parece algo de la mente, perteneciente al campo de la psicopatología o psiquiatría, o más bien al más profundo del alma. Por lo general es difícil de clasificar en una entidad determinada: hay síntomas de ansiedad y depresión, frecuentemente somatizaciones (se vive como físico algo que viene de la mente), cambios bruscos de humor, un carácter difícil “de siempre” (en el empeño de clasificar y nominar todo lo que ocurre hay quien habla de “trastorno límite de la personalidad”).
Son personas con las que es difícil convivir y, como indicaba, sufren y producen sufrimiento en aquellos con quienes conviven. A veces se refugian en la enfermedad –real o imaginaria, ciertamente experimentada como tal- para justificar o explicar dificultades, conflictos o adversidades. Aquí es muy importante comprender que la persona es más que su enfermedad y de hecho no es su enfermedad, es él mismo, aunque muchas veces condicionado o limitado por ella. Identificar ser con enfermedad es una identificación muy peligrosa.
Del mismo modo es también importante comprender que, por lo general, a veces somos víctimas pero también verdugos: instalarse en una queja por lo padecido exige examinar cuánto de responsabilidad tengo yo en lo que (me) ocurre, creo que eso da una perspectiva que resulta sanante y permite pasar de sujeto paciente a sujeto actuante y como tal con capacidad de decisión.
También por lo general es bueno saber que las personas no hacemos daño ni nos hacemos daño por mala voluntad, simplemente no acertamos. Aunque también es verdad que a lo largo del camino nos encontramos con quien sí parece querer hacer daño, por acción o por omisión. Esas personas sí son realmente peligrosas. Seguro que ustedes han conocido también a algunas. Además no parecen ni se creen “locas” sino muy cuerdas. Todavía peor. Y cuando esas personas llegan a puestos de un cierto poder de decisión y responsabilidad, la mezcla es ya explosiva (y potencialmente letal).
Vivimos una época confusa y no puedo evitar ver mi mundo, la sociedad y las personas en términos de salud y enfermedad, al fin y al cabo intentar devolver o mejorar la salud (o acompañar su pérdida) es mi profesión y mi vocación. Por eso comparto reflexiones y claves de lectura que tal vez resulten de interés o utilidad. Y un par de días después de escribir estas líneas aconteció la atroz matanza de Noruega. Ese hombre que ha matado a sangre fría, de forma cuidadosa y premeditada a docenas de personas, ¿está loco o es la encarnación del mal?. Los casos a los que yo me refería no eran tan extremos, pero es indudable que hechos como éste traen a colación la pregunta inicial: ¿maldad o enfermedad?.
Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.
Pecado y Gracia Antropología Teológica