La medicina en los tiempos de(l) cólera

He elegido este título para la entrada de hoy, obviamente siguiendo el libro de García Márquez, lástima que no pueda hablar de amor sino de lo difícil que es ejercer la medicina en estos momentos en España. Dudé en titularla “Sobre la rabia”, esa enfermedad terrible para la que no tenemos cura, pero he preferido el primero, tal vez más liviano.

Porque la cólera (ya que no el cólera) y la rabia (aunque no la enfermedad viral del sistema nervioso central) flotan en la atmósfera y ciertamente condicionan a día de hoy parte de nuestra vida y el ejercicio de la medicina. Rabia por los derroches del ayer y la mala gestión del hoy, por la impotencia que se siente cuando no parece poderse influir en las decisiones que se toman, por lo que cuesta entender lo rápidamente que la vida parece haberse trastocado, por la insolidaridad de muchos, por el miedo paralizante a perder el empleo o buscarse problemas, por la escisión entre los políticos y la sociedad real … y que cada uno añada lo que se le ocurra.

La vida en mi hospital (y en muchos) se halla presidida por la incertidumbre sobre su propio futuro y los nuevos recortes que se anuncian, mientras asistimos pasmados al espectáculo de un nuevo hospital contiguo al viejo mes tras mes vacío, planificado de espaldas a los profesionales y con partes del mismo que parecen inútiles aun antes de haberlas estrenado. En la España de las autonomías no se autoriza a los antiguos pacientes a acudir a revisiones a Toledo, de modo que salas de hospitalización enteras permanecen vacías, sin que a día de hoy se les haya dado otra utilidad o se haya decidido alternativa alguna. Unos pocos kilómetros al norte, en Madrid, llevan semanas de huelga y la situación es todavía más incierta.

En este contexto el ejercicio de la medicina se torna sumamente difícil y el enfado y la impaciencia ante la incompetencia sentida y padecida nubla cualquier juicio e impide la ecuanimidad necesaria para una praxis siempre empática pero al mismo tiempo desapasionada. El día a día en los pabellones es incómodo y se está más pendiente del último rumor que de pensar en cómo mejorar las dinámicas asistenciales o los regímenes antibióticos. Resulta penoso y cansado.

Esta es hoy nuestra realidad y hay que esforzarse en mantener una cierta ilusión que permita ejercer con un espíritu que ayude en la mejoría de los pacientes. Unos médicos desmoralizados no son ciertamente la mejor medicina, cuando es sabido que más allá de la potencia de un fármaco hay otros muchos factores implicados en los procesos curativos.

Así como en Uganda paseaba a diario “entre la resurrección y la muerte” (siguiendo el título de otro libro), puedo decir que en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo me acerco a la Navidad chapoteando en medio de un barrizal, físico cuando llueve (porque hicieron un hospital de última generación pero el aparcamiento es de tierra y se embarra con cuatro gotas que caigan) y anímico, sin que veamos a día de hoy perspectiva ni horizonte. Y mejor lo buscamos nosotros –aquí o en otro lugar- porque si esperamos que los actuales responsables del sistema sanitario lo hagan, posiblemente nos irá casi peor que con los anteriores, que nos introdujeron en este marasmo. Y todo esto nosotros, que aun con incertidumbres mantenemos el empleo. Todavía peor quien lo haya perdido y no tenga visos de encontrarlo o tal vez carezca de ánimos para buscarlo o labrarse mejores posibilidades, formativas o laborales. No olvido en mis oraciones a esos millones de compatriotas en paro, entre ellos unos cuantos de mi familia.

Disculpen el desánimo de hoy, ojalá en unos días pueda experimentar el nacimiento de Jesús como un llamado a esa esperanza que hoy no encuentro.

Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.

2 Responses to “La medicina en los tiempos de(l) cólera”

  1. No te puedes permitir el desánimo. Eres necesario para esos enfermos, Tú les puedes enseñar a luchar, a sentirse personas, a estar alegres en medio del dolor. Lucha, reza por ellos y por ti.
    Deseo de todo corazón que Jesús nazca en tu hospital, aunque sea un “barrizal”.
    ¡¡¡Feliz Navidad!!!

  2. Pues yo procuro no dejarme arrastrar por el desánimo. Nuestros pacientes y familiares no lo merecen y son los que me motivan día a día.

    Te invito a que hagas lo mismo tu que eres un buen profesional.

    No te dejes llevar por los políticos y su mala gestión. Nosotros debemos de emplear nuestras armas : El conocimiento, la empatía y el buen hacer.

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