Confesiones de un médico

 … no puede ser y además es imposible. Esta es la frase que me viene a la cabeza cuando pienso en Lance Armstrong, el ciclista norteamericano que ganó todo lo imaginable después de superar un cáncer. Esta afirmación la hice en sus días en varios foros: tal rendimiento en un superviviente de tal cáncer era absolutamente imposible. Porque no sólo sobrevivió a un cáncer de testículos con metástasis pulmonares y cerebrales (esto es posible, aunque difícil: algunos cánceres de testículos responden muy bien a la quimioterapia y la metástasis cerebral fue resecada exitosamente). Es que además volvió al deporte profesional, eso ya me costaba “tragarlo” dadas las enormes exigencias que éste tiene. Pero no sólo eso: es que además fue el mejor entre todos durante siete años sin interrupción, ganando el Tour, una carrera de exigencia sobrehumana. Esto ya era demasiado y rayaba la broma, si no hubiese sido porque era real. Y como todo pentacampeón del Tour (excepción hecha de Anquetil e Induráin), además era un “patrón”, siempre intimidando a quien no pensaba como él u obraba a su conveniencia. Ahora se descubre que todo era una patraña y corrió apoyado en diversas drogas, sustancias dopantes les dicen. Es decir, la explicación más plausible, si bien es cierto que añadidas a miles de horas de entrenamientos extenuantes.

 Sin embargo, conviene preguntarse por qué lo hizo y qué significa que este hombre se hubiese convertido en un “héroe” (o “icono”, como se dice ahora), y extraer de todo ello las enseñanzas que cada quien pueda. Por ejemplo, entender que colocó la victoria por encima de cualquier otra cosa, usando medios honestos o deshonestos. Es decir, hizo lo que casi todos en nuestro mundo (y posiblemente en todos los mundos previos, o es que el triunfo y el poder no han sido extremadamente tentadores desde los inicios de la historia). Y ciertamente compadecer a una sociedad que encumbra a los deportistas de élite como modelos a seguir. Y con ello recordar a Bertolt Brecht, en esa escena de “Vida de Galileo”, cuando éste, ante los instrumentos de tortura de la inquisición, se retracta de sus convicciones científicas sobre el orden del Universo. En ese momento, su discípulo Andrea Sarti dice “Pobre del país que no tiene héroes. A lo que más adelante Galileo responde  “No. Pobre del país que necesita héroes”.

 Este mundo nuestro parece necesitar héroes como el tejano (aunque luego se revelen con pies de barro).  Pienso a menudo en quiénes son los verdaderos héroes: la gente corriente, que sobrevive a la adversidad, muchas veces con pocos medios, que intenta vivir con amor y con humor, y que a nadie le echa la culpa de los avatares y vicisitudes que la vida trae. Esos son los verdaderos héroes, lo que Martin Luther King llamó “las tripulaciones de tierra”. Podría parecer que nunca harán nada destacado (como pilotar un avión) pero sin ellos el vuelo nunca se produciría.

 Recen por los enfermos y por quienes les cuidamos.

Tags: Sin Categorizar // 1 Comment »