Más sobre la vejez (y otras cosas)

Continúo con mis visitas de fin de semana a mi anciana madre, lo cual supone también encuentros con personas y situaciones que hace tiempo no me ocurrían. Y darme cuenta de algunas cosas. Mi madre puede deambular por la casa con un andador, lo cual no es poco dada su edad y lo reciente de su fractura de cadera. Para salir a la calle, sin embargo, hay que utilizar una silla de ruedas. Decidí llevarla al Pilar, ella solía ir varias veces en semana cuando caminaba. Aun cuando trabajo en un hospital donde la mayoría de pacientes van en silla de ruedas, nunca había empujado tanto tiempo una, así que, en el camino de una media hora hacia El Pilar, me di cuenta de lo importantes que son las barreras arquitectónicas: las aceras, las irregularidades del piso, los semáforos … afortunadamente fuimos y volvimos sin problemas.

Otra de las salidas habituales de mi madre es a misa: no creo que haya faltado nunca en los últimos setenta años. La misa diaria resulta un lugar de encuentro para mucha gente, por lo general ancianos como mi madre, no era la única en silla de ruedas. Entristece un poco ver sólo gente mayor, pero no me resulta raro porque tanto el rito como la homilía posiblemente carecen de atractivo alguno para otro rango de edad, dado lo desconectado con la realidad que nos rodea. Quizás si la dinámica fuese otra, más participativa y en relación con la vida acudiese más gente, no lo sé. Sí sé que si no fuese por acompañar a mi madre ciertamente yo no iría (de hecho hace un montón de tiempo que no acudía a un templo).

Ahora que parece haber cedido el dolor del hueso temo que experimenta más agudamente las limitaciones de la edad, lo cual creo que le produce no poca tristeza. En repetidas ocasiones formula su deseo de terminar una existencia que ya resulta una carga. Hace tiempo que lo decía, pero se ha vuelto más frecuente y constante. Es comprensible: ha vivido mucho, una vida muy plena, y está cansada. Ha sido una mujer de mucho carácter y muchas capacidades, con nueve hijos, veintidós nietos y todavía más bisnietos (como menciona a menudo), es obvio que verse ahora tan limitada y dependiente le genera padecimientos. Sé que mi madre no le teme a la muerte, más bien la desea: como se cita en ese magnífico libro (al que en breve dedicaré una entrada), “Donde no hay doctor”, “Las personas que han vivido plenamente por lo general no le tienen miedo a la muerte”. Con toda sinceridad, desearía que le llegase pronto y como un dulce abrazo. Sin embargo, no está en nuestra mano acelerar este tránsito a una existencia mejor, donde creo que nos espera un amor absoluto y total. Me temo que “hay que vivir hasta morir” (E. Kübler-Ross). Ojalá pueda acompañar a mi madre en este proceso y hacerlo más llevadero.

 Recen por los enfermos y por quienes los cuidamos.

2 Responses to “Más sobre la vejez (y otras cosas)”

  1. Sí, hay que vivir hasta morir, como dice E. Kübler-Ross, que sabía mucho del tiempo previo a la muerte por su trabajo. No hay que echar a perder ni un minuto de la vida, en todas sus etapas en lo bueno o lo malo, la salud o la enfermedad… día a día. No hay que despistarse, ni dejarse engañar ocultando que este viaje tiene billete de ida y vuelta.
    A veces hay personas que no pueden aguantar a otras que viven con intensidad la vida, que cualquier pequeño detalle lo celebran, que lloran cuando hay que llorar, sin disimular, y rien cuando hay que reir sin complejos… esa intensidad sugiere en muchos como una irrealidad, como un incomodo… algo se están perdiendo. De cada instante se saca un mensaje, una intuición, un apredizaje, pero para eso hay que estar con las antenas bien desplegadas.
    MI oración por los enfermos y por quienes los cuidaís y por tu madre, claro.

  2. Aprovecho la mención de E. Kübler Ross para recomendar otro estupendo libro que escribió junto a D. Kessler : “lecciones de Vida” de Edit. Luciérnaga.

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