Confesiones de un médico

Acaba el año y me pilla, como otras veces, de guardia. Es  bueno pararse y reflexionar sobre lo que ha supuesto el año que se va. Y contemplar el que viene, quizás con mejores posibilidades, al menos con esa esperanza lo comenzamos. Siempre me resuenan los versículos del inicio de Marcos, cuando Jesús comienza su andadura en Galilea: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca …”.  Es una buena lectura para estos días.

Ha sido un año bastante malo en lo personal –por motivos que no hacen al caso- y también para el país: seguimos con millones de compatriotas desempleados, continúan saliendo a la luz casos de corrupción que llenan de vergüenza y han salido a la calle criminales que jamás se han arrepentido. Además una autonomía nos echa la culpa a las demás de sus propios problemas y defiende que marchándose le iría mejor. En lo sanitario, la situación es incierta: parece claro que el modelo público que hemos tenido hasta ahora está en cuestión, pero no sabemos hacia dónde nos dirigimos (ignoro si los gobernantes lo saben). Hay quien sigue instalado en el mantra “Sanidad pública, sanidad pública, sanidad pública”, que me recuerda a los judíos que repetían “Templo de Yahvhe, templo de Yahvhe, templo de Yahvhe es éste”, creyendo que justificaba cualquier comportamiento, aunque no se hiciese en realidad lo que Yahveh quería. Habiendo trabajado toda mi vida profesional en el sistema público soy escéptico sobre su funcionamiento: hay en todos los estamentos profesionales excepcionales pero también los hay rematadamente malos, hay incompetencia y desidia y el buen hacer no cuenta. La gestión es por lo general mala y se halla politizada y prácticamente nunca los cambios se basan en criterios científicos, de modo que no creo que sea el mejor sistema posible, aunque tampoco estoy convencido de que las alternativas –que no se formulan claramente y para las que nunca se cuenta con los profesionales- sean mejores. En ningún momento se ha dado un debate sosegado y desideologizado sobre qué sistema sanitario podemos tener (una cosa es lo que se quiere y otra lo que se puede). Ni posiblemente se dará.

En nuestro caso, en unos días la unidad en la que trabajo se trasladará al nuevo hospital nacional de parapléjicos, anexo al antiguo. Aquí quedará por ahora la UCI –según parece su traslado cuesta dinero y por eso se demora- y una pequeña unidad pediátrica, así como el gimnasio. Por lo que sé el nuevo hospital presenta numerosas disfuncionalidades y su coste ha sido exorbitante, así ocurre cuando las cosas se planifican en años de bonanza y sin contar con quienes trabajan sobre el terreno. Y es cuestionable que hiciese falta, dado que aunque el antiguo ya tenía sus años, funcionaba sin problemas.  De todos modos, sigo viendo a mi alrededor pacientes y familiares que “habitan” con valor una situación tan difícil como es la lesión medular, que les confina de por vida en una silla de ruedas y a veces en la dependencia de un respirador. No le echan la culpa a nadie de lo que les toca vivir, antes al contrario, ayudan a los demás en lo que pueden. En una sociedad que necesita desesperadamente modelos y referencias, ellos son los héroes.

 A pesar de sinsabores y dificultades, les deseo a todos de corazón, tanto en el terreno personal como en nuestra realidad como país, un feliz año nuevo.

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