Reflexiones sobre la enfermedad

La enfermedad se presenta cuando uno menos lo espera. Por lo general nos coge desprevenidos: en este momento de nuestra vida no habíamos contado con ella. Y lo trastoca todo: ya no hay veraneo, ya no hay trabajo, los planes y proyectos quedan supeditados a las consultas y las cirugías … y no digamos si es necesario hospitalizarse: entonces se pierde la autonomía, la capacidad de decidir cómo distribuyo mi tiempo, y hay que adaptarse a la dinámica del hospital: exploraciones, consultas, tratamientos … ya no soy yo quien decide los horarios, otros los deciden por mí. De pronto nos encontramos con una compañera de camino que no habíamos buscado y con la que tendremos que convivir un largo trecho, tal vez hasta el final. De nosotros y de cómo afrontemos la realidad de la enfermedad dependerá que esa relación sea de aprendizaje o de odio y frustración. No veo otra forma de tomar la enfermedad, aún menos la cancerosa: ciertamente no tomarla como una lucha, una guerra, una batalla, más que nada porque sólo podemos perder si emprendemos una contienda contra nosotros mismos: al fin y al cabo un cáncer son nuestras propias células fuera de control. Por eso aconsejo apear el lenguaje bélico en la descripción de las enfermedades y nuestra relación con ellas, como describí en una entrada previa. Es mejor pensar en una compañera de camino que nosotros no hemos llamado y que se ha presentado sin avisar, pero que siempre pudo estar ahí: somos sistemas biológicos expuestos a múltiples amenazas y proclives a estropearse, a pesar de su extrema complejidad y mecanismos de control.

Son además redundantes las preguntas como ¿por qué me ha tocado a mí? Tal vez deberíamos preguntanos ¿por qué no me ha tocado a mí hasta ahora? No es momento de preguntas metafísicas, sino de algunas más reales y positivas: ¿qué puedo aprender en esta nueva situación que me toca vivir y que parece tan adversa y dolorosa? ¿cómo puedo habitarla para que resulte pues menos negativa?. Y ciertamente es momento de apoyarnos en las personas a las que queremos y que nos quieren, en la medida en que puedan (no todo el mundo puede ofrecer lo mismo en una situación de enfermedad y puede que nos llevemos decepciones) y recuperar las raíces profundas de nuestra fe: “cuando nos llegue la prueba, no nos dejes sucumbir a ella” (el “no nos dejes caer en la tentación” del Padrenuestro). Reflexionar en las palabras profundas del libro de Job: “si aceptamos de Dios los bienes, ¿no aceptaremos también los males?” (aunque obviamente no es Dios quien nos “envía” nada: son circunstancias casi inevitables de la vida).

 

Debemos pues recorrer un camino hasta ahora inexplorado y a veces incierto con esa compañera no invitada, pero a la que no debemos ver como una enemiga: quizás podamos aprender cosas de estos momentos, profundizar relaciones, recuperar el sentido profundo de las cosas y del tiempo, relativizar todo lo que no es de veras importante, ahora que la vida queda contemplada (no tiene por qué quedar necesariamente oscurecida) desde otro prisma o desde otro ángulo. Y mirar ante todo a Dios, de quien derivamos nuestra esperanza y nuestra fuerza, como dijo monseñor Romero en su penúltima homilía (o escribió Pedro Arrupe: “En El solo la esperanza”). Este nuevo trecho de camino puede resultar -al menos en principio- muy hostil, vivido como “el valle tenebroso de la sombras de la muerte”, tal como describe el autor del salmo XXI. Pero aunque caminemos por un lugar tan adverso y difícil, no vamos solos: nos acompaña el Dios pastor y el Dios hospedero de Jesús, que nos conducirá de la mano hasta casa, sea conocida o desconocida. El Dios que está en la historia, que camina en nuestra historia. Desde esa fe (que es gracia y es don pero también es apuesta y pelea) podemos vivir esta nueva situación de la vida.

 

Quizás otro día les cuento algo de ese virus que sale ahora tanto en los papeles, el Ebola. Pero por ahora, sólo estas reflexiones sobre la enfermedad. Les invito durante las mañanas y tardes soleadas de este verano a rezar conmigo por los enfermos (algunos tan queridos) y por quienes les cuidamos.

4 Responses to “Reflexiones sobre la enfermedad”

  1. Me reconforta en estos instantes de mi vida tu escrito. Gracias y recibe mi saludo.

  2. Precioso. La verdad que el texto da fuerzas. Gracias!

  3. Tienes razón al decirnos que la enfermedad se nos presenta como un compañero de viaje que no ha sido invitado, pero al que tenemos que hacer un hueco en nuestra vida. El Padrenuestro nos da la clave para vivir esa experiencia “Hágase tu voluntad”.
    Gracias por tu comentario

  4. Existen diversas enfermedaddes de las cual tenemos que aprender a vivir con ellas con fortaleza y ganas de vivir porque la mente y el espiritu son capas de curar cualquier enfermedad por mas dura que sea

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