Vacaciones: la familia, el Tourmalet

He estado unos días de vacaciones en los Pirineos franceses, en la ladera oeste del Tourmalet. El Tour había pasado por allí unos días antes. Quise ir a esa zona para poder subir en bici algunos de los puertos que, desde niño, forman mi iconografía ciclista. Crecí escuchando las narraciones de las batallas de Merckx, Ocaña, Fuente, Poulidor, Thevenet, el equipo Kas … Después el ciclismo español estuvo desaparecido unos años, hasta que Arroyo y Delgado nos hicieron soñar otra vez; luego vino ese fenómeno llamado Indurain. Desdichadamente, no tardamos en darnos cuenta de que, además de la belleza del ciclismo, había otros aspectos no tan heroicos: el dopaje, la necesidad de utilizar medios ilegales y a veces dañinos para ascender las montañas cada vez más rápido. Como casi todo en la vida, el ciclismo tenía también sus facetas oscuras.

A pesar de todo, cada verano admiraba a los corredores, que enfrentaban las rampas del Tourmalet, el Aubisque, el Aspin, el Peyresourde …entonces no viajábamos tanto y tardé muchos años en acercarme a esas montañas que solamente imaginaba. Y este año he vuelto, con mi bicicleta, a comprobar una vez más que son tan hermosas y tan duras como las imaginé de niño y más tarde descubrí de mayor. Subí Luz Ardiden, Hautacam y el Tourmalet, pero con diferencia la más bella y carismática es esta última. Desde Luz Saint Sauveur hay casi 19 kms, todos cuesta arriba, con porcentajes variables, los más duros a la altura de Barèges y al final, el último kilómetro. A mi paso, son casi tres horas de ascensión, donde da tiempo para pensar en muchas cosas.

Elegí la llamada “vía Fignon”, la carretera antigua, que se aparta de la nueva durante unos cuatro kms. Fue un largo rato de soledad, sólo compartida con algunas ovejas y las praderas alpinas. Me pregunté si volvería a subir en bicicleta: varios años después de haber visitado la zona por primera vez, tengo más edad y algunos kilos más que antaño. Me di cuenta de que habrá, progresivamente, cosas que no podré hacer. La edad nos da experiencia pero nos quita capacidades, al menos físicas. Al fin y al cabo, como médico no he hecho toda mi vida sino ayudar a otros a aceptar y convivir con las pérdidas que la enfermedad ocasiona: de autonomía, de rendimiento, de posibilidades … finalmente, hay que ayudar a perder la vida, la muerte es la forma natural de terminar la vida. Aun cuando tengamos un anhelo y una esperanza de resurrección, debemos aceptar que la vida que conocemos tiene, antes o después, un final.

En la cima, tras superar la última rampa, realmente dura, encontré a otros muchos ciclistas, algunos en grupos organizados. Hay una tienda de recuerdos y un restaurante donde exponen fotos del Tour a su paso por la cima y algunas bicicletas de los “tiempos heroicos”, antes de la 2ª gran guerra. Imaginando el estado de las carreteras entonces –poco menos que caminos de cabras- no pude dejar de admirar a aquellos hombres que, a ratos sobre bicicletas de más de 15kgs de peso, a ratos empujándolas, coronaron el puerto varias décadas antes que yo .

El descenso fue rapidísimo, prácticamente sin dar pedales estaba de vuelta en el hotel, con lo que me había costado subir. Me queda el recuerdo de un lento pedaleo, en soledad, por la ladera de la montaña, saboreando el momento porque podía ser la última vez que me viera allí.

Entre algunas pedaladas más y un par de excursiones a pie, acabó la semana en los Pirineos y fui a Zaragoza, donde mi familia, a pasar unos días con mi madre y mis hermanos. La demencia de mi madre ha avanzado, inexorable e incurable, como casi todas las demencias. Es momento de quererla, cuidarla y buscar solamente el confort y la dignidad. A veces la miro y me pregunto cuánto tiempo más estará entre nosotros y cómo será ir a Zaragoza y que ella no esté.

Operan a un hermano mío de cáncer pasado mañana. Es un hermano muy querido. Esta es una situación que he vivido muchas veces como médico, pero como hermano las frías estadísticas y los procedimientos quirúrgicos se viven de modo diferente. Les ruego que lo recuerden en sus oraciones, así como a todos los enfermos y a quienes les cuidamos.

3 Responses to “Vacaciones: la familia, el Tourmalet”

  1. solo una palabra, gracias

  2. Estas en buena forma, está claro en la descripción de esta gran subida. Y de vuelta, bajando, bajando… tu madre y la operación de tu hermano.
    Me recordó que nunca podemos quedarnos en lo alto, en la montaña, como en El Tabor, siempre hay que bajar y hacer el camino junto a los otros. En este caso tu madre y tu hermano.
    Espero que tu hermano haya mejorado con la operación.

  3. El comentario de Paz es muy acertado, es cierto , aunque caminemos solos , acompañamos y nos acompañan en los tramos más difíciles.
    Siempre encontrarás otras cimas, Angel

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